Epílogo: #2 Un cuento de hadas.

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Cuando se mudaron a América, Marion hizo todo lo que estuvo a su alcance para ayudar a Jerome, quien, en su momento, le confesó lo que había sucedido con el joven heredero al trono

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Cuando se mudaron a América, Marion hizo todo lo que estuvo a su alcance para ayudar a Jerome, quien, en su momento, le confesó lo que había sucedido con el joven heredero al trono. Ella no supo cómo sentirse, le dolió cada una de las palabras del Duque. Y, aunque no era culpa de ninguno, ella no pudo evitar odiar al príncipe. Quiso, por todos los medios, borrar cualquier recuerdo del rubio, pero Jerome se lo impidió.

—¡Tienes que deshacerte de eso! —le ordenó Marion a su amigo, quien tomó la cajita de música y la alejó de la pelinegra—. Jerome, por favor... Solo estás haciéndote daño.

—Suficiente —protestó Jerome y colocó el objeto sobre la mesita de noche—. ¿Qué daño podría hacerme quedarme con esto después de lo que pasó? —inquirió, haciendo una mueca extraña. Marion no pudo replicar—. Exacto, ninguno.

—Entonces, ten —dijo la Duquesa y le entregó la pequeña tiara de rubíes—, si me quedo con ella, soy capaz de fundirla —agregó y salió de la habitación, dejando a Jerome solo. Extrañamente, recordó aquella noche y quiso llorar.

No llores.

No llores.

Se repitió una y otra vez, pero las lágrimas cayeron sobre la superficie de la mesa. Intentó detenerse y no pudo, estaba molesto consigo mismo por llorar de esa forma.

—¡Maldición, deja de llorar! —gruñó y golpeó la mesa con sus manos. No podía permitirse seguir llorando por aquello, ya lo había hecho y era suficiente.

Cuando pasó todo, él no pudo regresar al colegio. Se encerró en su habitación y sufrió allí, escuchando una y otra vez la canción de la cajita de música, hasta que llegó a odiarla. Justamente eso quería.

Marion pudo ver el rostro de Jerome luego de una semana, solo para enterarse de lo que pasó y darse cuenta del desastre que era Jerome. Cuidó de él, llevándole comida, obligándolo a hacer cosas básicas mientras su padre estaba ausente. Lastimosamente, durante ese tiempo, la abuela de Jerome falleció y afectó enormemente al Duque.

Marion sintió que su amigo se hundía cada vez más en una oscuridad que ella no podía ver ni tocar. No tenía forma de tomar su mano y ayudarlo a recuperarse, pero nunca se separó de él.

Meses después, ellos salieron del Imperio Europeo. Luc había puesto fin a su relación con la Corona y lograron salirse. Su familia lo hizo igualmente y ambas partieron a América, donde se establecerían.

Ella cumplió la mayoría de edad, su querido amigo no, pero era como si lo hubiera hecho. En realidad, Jerome siempre actuó como un niño, pero desde aquello parecía una persona completamente diferente y estaba bien, ella lo quería así. Además, ella también experimentó ese cambio en su personalidad.

Pese a que Jerome ya no era el chico enérgico de siempre y no sonreía de la misma manera que antes, Marion se quedó a su lado, era lo que debía hacer como su mejor amiga.

Para ese momento, los padres de Marion buscaron realizar un compromiso con otra familia, pues eran consciente de que el pequeño Duque pasaba por momento difícil, sin embargo, fue Jerome quien accedió a casarse con Marion. Ella se sorprendió porque ambos sabían que se querían, sí, pero como amigos.

—Si quieres tener hijos, lo mejor sería casarnos. Después de todos, la gente es ignorante y no aceptarán que una Duquesa sea madre soltera —susurró Jerome, dando sus razones y la pelinegra lo entendió.

Ella, en algún momento, le había comentado al Duque que su sueño era ser madre, pero no quería casarse, sin embargo, las palabras de Jerome eran ciertas. Nadie vería bien que una Duquesa tuviera hijos sin casarse, era inaudito. Ser de la nobleza era una tortura y, si todo fuera como antes, ella no hubiera dudado en ser la comidilla de la gente con tal de hacer su sueño realidad. Sin embargo, ahora no quería destacar, que la gente hablase de ella ni de sus allegados, no quería ser el centro de la conversación.

Entonces, Marion aceptó el matrimonio. Según lo planeado por Jerome, sería fácil falsificar el acta de matrimonios y, por lo tanto, podrían fingir delante de la gente. Antes, a ninguno de los dos le hubiera gustado fingir, pues amaban ser ellos mismos, pero eso ya era historia. La historia había cambiado.

Cuando se anunció el compromiso, Jerome no asistió. Marion comprendió, después de todo, ese era el día a día del Duque; pasar todo el tiempo encerrado escuchando la melodía desastrosa de aquella caja musical.

Y, en ese tiempo, Jerome fue secuestrado por segunda vez. Estuvo mucho tiempo perdido, casi dos semanas antes de que lo encontraran y rescataran. Según lo dicho por el doctor que atendió al chico, había sido torturado de maneras espantosas y, debido al tiempo, había muchas cosas que no podía asegurar el doctor, pero era mejor así porque sus especulaciones eran peores que las torturas.

La investigación puso un solo sospechoso sobre la mesa: la Reina Ágata Vasiliev. A Jerome no le pareció nada nuevo y simplemente se dedicó a dormir. Marion lo apoyó porque, sinceramente, no obligaría a su amigo a hablarle de lo que vivió encerrado. Si Jerome no quiere, no dirá nada. Pero ella temía que las sospechas del doctor fueran verdad, pues, entonces, Jerome había sido destrozado en aquel lugar. Aun así, nada se habló y todo quedó en el olvido, según lo ordenado por el Duque. Nada debía salir a la luz.

Así, los años pasaron para todos y tanto ella como el pequeño Duque ya eran adultos. Marion cumplía sus veintidós y Jerome pisaba los veinte. A los ojos de la Duquesa, él se veía como un niño, pero eso era algo que detestaba el Duque, además de que había empezado a entrenar sin detenerse.

—Soy un Duque, lo sé, pero solo un estúpido no puede defenderse de aquellos que quieren dañarlo.

Fue algo que dijo Jerome antes de empezar con el entrenamiento. Y, aunque poseía conocimientos en defensa personal, quería pulirse en el ámbito.

En esos momentos, un pacto se realizó entre América y Europa, pero Jerome simplemente se burló de aquello, pues sabía que una mujer como Ágata, nunca cumplía sus promesas, pero ya no quería saber nada acerca de esa familia.

Cada momento que recordaba los momentos con Lenin, prefería matarse. Y, aun así, no podía tirar la caja de música. Escuchaba la melodía todos los días y se obligaba a sentirse patético.

Fue una farsa, cada momento lo fue. Solo fue un maldito cuento de hadas, sí, uno con un final atroz para un tonto iluso que creyó poder contra el mundo. Un tonto como yo.

Supuse y me equivoqué, pero no lo haré dos veces. Eso ya es una estupidez del pasado, ahora simplemente debo seguir adelante, como siempre lo he hecho. Después de todo, el tiempo junto a Lenin solo fue un error que cometí por ser demasiado ignorante. Y, si te vuelvo a ver, me aseguraré de regresarte lo que dejaste atrás.

Aunque, lo mejor, sería no volverte a ver.

✓ 𝑯𝒆𝒓𝒆𝒅𝒆𝒓𝒐𝒔 (𝒔𝒑𝒊𝒏-𝒐𝒇𝒇 𝑵𝑫𝑺𝑿𝑿𝑰)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora