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Mantenía los ojos cerrados, moviendo la cabeza al ritmo de la guitarra y tamborileando sus dedos sobre la tela del sofá.
El tazón con palomitas y papas yacía abandonado en la mesita de enfrente, la escena de aquella película de acción pausada en su mejor momento.
En medio del coro de la canción, Perú entreabrió la mirada y apartó uno de los auriculares de su oreja para echar un vistazo a la puerta del baño; podía ver una sombra moverse de extremo a extremo por el umbral de la misma y aunque amortiguado, escuchaba un tono de voz cansado.

Tras una serie de mensajes de texto México terminó por recibir la llamada de su novia, a quien vio el día anterior y quien al parecer se había molestado por algo que dijo. Podía apostar que estaba relacionado con su manera de expresarse o por uno de sus chistes ingeniosos; no sería la primera vez.

Suspiró, acomodándose los auriculares aunque ya sin prestarle mucha atención a la música; jugaba con una de sus trenzas rojizas de manera ansiosa, evitando ver el reloj cada minuto.
Rayos. ¿Cuánto llevaba ahí?

Los tortuosos segundos que le siguieron se hicieron eternos, hasta que notó la puerta abrirse. Se ajustó las gafas de manera casual.
México aún veía su celular con expresión neutral mientras se acercaba y cuando sus miradas se cruzaron, ella se quitó los auriculares.
—¿Todo bien?
El peliblanco se encogió de hombros. Después se dejó caer sobre el sofá, inclinando la cabeza hacia atrás; ninguno habló en el siguiente minuto, hasta que el chico se enderezó y lanzó un largo suspiro, revolviendo su cabello.
—Mejor ni digo nada, me va peor.
Perú giró su cuerpo hacia él, cruzando las piernas sobre el mismo sillón.
—Oe... Lo siento de veras.
—No te preocupes.
—¿Seguro que estarás bien?
—Seh... Ya se le pasará—el tricolor miró de reojo el televisor e hizo ademán de alargar el brazo hacia el tazón con frituras—. En fin, ¿le seguimos o qué?
Perú contuvo su respuesta y optó por sonreírle con suavidad.
—Ya es tarde, Mex...
El aludido observó el reloj en la pared y abrió más los ojos.
—¿Ah chinga? ¡Si eran las ocho!
—La película dura tres horas. Nos faltaban como 40 minutos pe.
—... Todavía podemos terminarla...
—México, mañana tienes práctica. Y no seré cómplice de ojeras otra vez.

El tricolor cerró los ojos e hizo una mueca de pesar, frotando el piercing en su oreja.
—Recuérdame por qué debo levantarme temprano en sábado.
—Para no perder la beca que tanto te costó conseguir.
—Touché.
—Anímate pe. Yo también debo estar ahí mañana.
—¡Cierto! ¿Grabarás el demo para la estación local?
La pelirroja asintió, entusiasta, aunque luego apartó la mirada y pasó un cabello rebelde detrás de su oreja.
—La verdad estoy nerviosa. No quiero arruinarlo.
—Bueno... Si te equivocas, puedes borrar y grabar otra vez ¿no?
—¿Y si digo alguna huevada y no me entero? ¿O si me trabo y tartamudeo y ya es tarde para volver a grabar?
México rodó los ojos, girando su cuerpo hacia ella por igual pero para posar las manos sobre sus hombros.
—Perú. Relájate~ sólo piensa que es otro día en la cabina. Haz lo que haces tooodos los días y estarás bien—llevó sus manos hasta las de ella y les dio un suave apretón—. Tienes talento para esto, no hay nada qué temer.

La peruana alzó la mirada, encontrándose con los ojos verdes del mexicano, quien acompañaba su brillo con una sonrisa gentil.
Su corazón palpitó con locura, devolviéndole la sonrisa de forma instantánea, aunque antes de que pudiera pronunciar alguna palabra, sonó la alarma de un celular. México rompió el contacto, rebuscando en su bolsillo para desactivarla.
—Pff hasta mi celular me anda apurando... Está bien, me voy, me voy—canturreó, levantándose del asiento. Perú por su parte apagó el televisor, disimulando su expresión desanimada con una sarcástica.
—Tú usando alarmas. ¿Te volviste más despistado?

México soltó una risita.
—No, es sólo que el tiempo siempre se nos pasa volando—musitó, mientras se ponía su chaqueta de mezclilla—. ¿Recuerdas cuando nos quedábamos hasta tarde leyendo mangas?
Perú asintió, divertida.
—A veces hablábamos muy alto y despertábamos a mi papá.
—De hecho, una vez me mandó al sofá porque no nos callábamos. Dormí muy rico eso sí~

Tu Lugar | MexperDonde viven las historias. Descúbrelo ahora