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La noche cayó. Finalmente, el momento que muchos estudiantes de último año esperaron con emoción había llegado y esto era notorio en el ambiente de ese salón; la música sonaba de fondo, a juego con la iluminación y la decoración correspondiente. Los recién llegados se encontraban con compañeros o parejas y se reunían en sus círculos para charlar mientras el sonido se los permitiese.

México y Colombia, junto con sus respectivas novias, fueron de los primeros así que no era de extrañar que se movieran constantemente entre los grupos, socializando con facilidad... o al menos lo era para Colombia y Corea del Sur, quien aunque reservada, generaba buenos temas de conversación.
Rusia tampoco tenía problema para platicar, pero era más selectiva en cuanto a los grupos con los que elegía hacerlo. Fue en medio de una conversación que México tuvo que fingir que tosía para ahogar su bostezo.
No podía evitarlo, estaba demasiado aburrido y la "charla" sólo fluía en un sentido; no quería dramas en esa noche especial, así que se excusó para ir por bebidas. Con suerte, en el camino se toparía con algún conocido y así fue.

Pasó un rato bromeando con sus compañeros de equipo, quienes le desearon lo mejor; ya para entonces todos sabían sobre la mudanza y como es de esperarse, había sentimientos encontrados de por medio.
Entre la música y las risas observaba a la gente, reconociendo a más amigos y conocidos de otras clases, como Bolivia y Ecuador. Vaya, incluso descubrió a Chile bailando muy juntita con el delantero del equipo rival del último partido, algo que sin duda le hizo sonreír, divertido. Bebió de su vaso mientras recorría con la mirada la pista de baile, la entrada y las esquinas de ese salón, torciendo la boca con cierta consternación.
—¿Buscás a alguien?

México se sobresaltó al escuchar la pregunta, contrariado.
—¿No?
—Dale. A mí me parece que sí —insistió Argentina, rodeándole el cuello con un brazo—. A Rusia la acabo de ver con Kazajistán yendo al baño.
—Andas en todo wey~
—Pongo atención pelotudo, es diferente.
—¿Qué quién anda de sapo?
—¡Nadie, hablantín! Es este boludo que mira para todos lados.
—Ah, a Rusia la vi. Creo que iba al...
—Baño. Sí, Arge me acaba de pasar el reporte —musitó el tricolor, rodando los ojos—. No mamen, nos tienen más checados que en Aduana.
—No, es que después de un rato se nota che. ¿Vos qué opinás, Col? ¿Parece que espera a alguien?
Tanto el albiceleste como el tricolor se inclinaron entre sí, analizando la expresión del mexicano; cabreado, éste desechó su vaso en un contenedor cercano.
—¿Ahora son psicólogos? ¡No estoy buscando o esperando a nadie!, me distraía un momento ¿sí? —hizo un ademán, exasperado—. He tenido una semana bien reventada y aún me falta, sólo quiero relajarme un poco con—
—Perú...

México parpadeó, confundido por la expresión de Argentina.
—¿Qué? B-bueno ella también claro, pero...
—No, parce —Colombia señaló a un punto detrás de él—. Mire.
El peliblanco se volvió, siguiendo las miradas de sus amigos. En la entrada al salón, justo cuando una de las luces le daba de lleno, algunas personas se apartaron y entonces la vio.

Perú llevaba un vestido azul rey con escote de hombros caídos, cuya poca pedrería dorada lo realzaba. Su rebelde cabello rojizo, usualmente atado en trenzas, ahora caía suelto, levemente ondulado hasta el pecho; no traía sus clásicos lentes de armazón y su maquillaje era sencillo, resaltando los labios. El porte quedaba completo con el brazalete y los aretes dorados que hacían juego con sus ojos.

De colocar un accesorio más en su cabeza, México habría jurado que veía a una princesa. Una perteneciente a un antiguo imperio.

Su boca abierta se curvó en una sonrisa y la mirada esmeralda resplandeció mientras acudía a su encuentro. Una vez frente a frente, México le dio otro rápido vistazo sin dejar de sonreír.
—Estás preciosa...

Tu Lugar | MexperDonde viven las historias. Descúbrelo ahora