05: Envidia por una vida

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—¿Cómo dices?

—Que se fue. Su turno terminó hace diez minutos.

Las miradas confundidas de Kageyama y Hinata bailan sobre la empleada de la lavandería. Ella luce seria y cansada, con una gorra roja que tiene el nombre del lugar y su cabello castaño cayendo por sus hombros.

—¿Y mi ropa? —Hinata pregunta indignándose.

—No lo sé. No puedo ayudarte porque él no dijo nada. Si las prendas que lavaste no están en el cesto de ropa abandonada, probablemente se la llevaron.

—¡O sea que me pueden haber robado!

—Exacto.

Hinata quiere matar a alguien. Kageyama igual, solamente que canaliza su enojo en paz y toma el cabello del pelinaranja, obligándolo a darse vuelta.

—Mejor... busquemos en donde dice ella.

El chico asiente de mala gana y Kageyama piensa que van a irse directamente, pero vuelve a mirar a la chica.

—¡Qué mala atención!

Y ahí sí se va. Kageyama solo suspira y lo sigue.

El cajón de ropa abandonada es grande. Lo suficiente como para utilizar tres azulejos del piso tanto horizontal como vertical. Meten sus manos y comienzan a buscar, drogándose con la cantidad de perfume que sale de ahí.

—¡No está aquí!

Hinata exclama más histérico que antes. Kageyama lo mira mal.

—Si no nos hubiéramos ido...

—¡Oi, Kageyama! —Hinata lo mira peor—. ¡No me culpes de todo a mí porque tú también me seguiste!

Lo señala enojado. El pelinegro desvía la mirada. Ahí termina la pequeña discusión, logrando que vuelvan a revolver la ropa. Pero es inútil, la sudadera no está.

Así que se van del local sin poder pelear con la chica. El mal humor de los dos se implanta en el ambiente, haciendo que todo el que pasa a su lado se pregunte qué les pasa a esos dos tipos.

—Estoy enojado.

Hinata refunfuña mirando el suelo. Están sentados en el costado de la calle.

—Yo igual.

—El día no salió como lo había planeado. Lo siento, Kageyama.

Pero él no dice nada y sigue mirando a la calle.

El camino devuelta a casa es incómodo, especialmente para Hinata. El silencio sepulcral de Kageyama, al cual no está acostumbrado, comienza a matarlo. Piensa que el pelinegro lo odia y que todo lo que había avanzado hoy, había sido perdido. Justo como la sudadera.

La vergüenza que carga es inmensa. Ni siquiera sabe cómo verlo a la cara sin recordar como arruinó una de sus prendas y como si fuera poco, también la perdió. Es que es increíble la mala suerte que tiene.

—Oi, Kageyama.

El pelinegro lo mira cuando llegan a la puerta de la casa de este. Hinata tiene que seguir de largo, así que se tienen que despedir.

—Lo siento mucho.

—No te preocupes.

—No puedo no hacerlo. Me siento mal, arruiné tu ropa y la perdí...

Murmura, bajando la mirada. Kageyama hace un esfuerzo imposible para no tomar su mentón y obligarlo a que lo mire otra vez. Solamente pone los ojos en blanco.

—Era solo una sudadera. Ni que... eh, ni que me gustara tanto...

Mentiroso.

—¡Ya sé!

¿Cuándo empezaré a vivir? | KagehinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora