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Su semana transcurrió normal, o bueno, para lo que ella tomaba como normal. Se acercaba la época de exámenes finales, y con estos un sin fin de trabajo y estudio.
Con dos años de carrera la habían aceptado en un trabajo que, para su suerte, pagaba lo suficiente como para sobrevivir hasta el mes siguiente. Vivía sola, sin mascotas, pues todas las que había tenido en su infancia y adolescencia habían muerto de manera trágica. Y sin amigos, gracias a que no quería que nadie más sufriera las consecuencias ser cercano a ella.

El viernes en la noche salía de su trabajo con un café cargado en su mano, eran casi las once y las calles de Siena estaban prácticamente desiertas. El clima helado cada vez se hacía notar más, por ende sus abrigos cubrían casi la mayor parte de su cuerpo. Sus pies la llevaron a un viejo puente de su ciudad, no sabía muy bien porque, pero simplemente caminó hasta allí. Decidió aprovechar el momento en calma para beber su bebida mientras esta aún se conservaba a buena temperatura.

Al otro extremo del puente, un crujido en la madera la alertó, se acercó con cuidado a investigar creyendo que se podría tratar de algún animalito lastimado. Como siempre, su bondadoso corazón la llevaba a meterse en líos. Observó una figura masculina y delgada parada justo al borde de la construcción. Con el rostro pálido se acercó al extraño, quizás esta sería su oportunidad de salvar una vida y no verla desvanecer.

- Hey... ¿Necesitas ayuda? - Con voz suave habló pausadamente. El chico ni siquiera le dedicó una mirada. - Oye... - Sus pies acortaron distancia con el chico, tomándolo por el hombro. Ahí pudo notar los espasmos que este tenía, estaba llorando y seguramente al borde de un ataque ansioso. - No saltes... Sé que suena estúpido que te lo diga yo, siendo que no nos conocemos, pero piensa en tu familia o en tu seres cercanos. - Titubeó mientras dejaba el café en el suelo, volviendo a colocar su mano en el hombro del ajeno.

- No tengo familia. - Murmuró con un hilo de voz. Gaia sintió un escalofrío recorrer su espina dorsal, ambos estaban en la misma situación.

- Oh... Lo lamento, enserio. - Escuchó al extraño sorber su nariz y bajar la mirada al río. Habían al menos cuatro metros hasta el agua, y otros tres metros bajo esta. Tres metros de agua que, por las bajas temperaturas de Italia, se habían transformado en hielo sólido. - Pero vamos, ven de este lado. Piensa en tus familiares, ellos no querrían que acabaras tu vida de esta forma... ¿No crees que ellos quieren que tengas una vida larga? - Las manos de la femenina temblaban al igual que las del chico, quien a duras penas podía sostenerse del barandal congelado del puente. - Ven aquí, te invito un café y si quieres te dejo en tu casa, pero no hagas esto... Aún no es tu momento de partida. - Para este punto, la garganta de Gaia se encontraba fría y seca, el tono con el que decía las cosas parecía más bien un ruego hacia aquél chico.

Al parecer, este había sido convencido por las palabras que ella había dicho, porque giró su cuerpo para observarla y tener un mejor alcance para volver a la zona segura. Pensó en lo doloroso que debía ser estar tanto tiempo sostenido a ese barandal congelado sin usar guantes, y como si fuera una invocación, la mano derecha del chico se soltó, dejándolo asegurado solo con una, la cuál parecía querer soltarse en cualquier momento.

- ¡No! - Extendió su cuerpo sobre el frío metal hasta dar con el brazo ajeno, jalándolo hasta la orilla otra vez. - Por favor, escúchame. Sé que pensarás que es estúpido lo que hago, y que debería seguir con mi vida porque no te conozco para nada, pero ya he visto a la muerte tan de cerca que estoy harta. - Su labio inferior temblaba, al igual que el resto de ella. - Eres joven y tienes toda una vida por delante, por favor no cometas una tontería de la que no podrás tener marcha atrás. - Exclamó con exasperación, la desesperaba aquella situación en la que se encontraban.
Sacando fuerzas de quien sabe donde, lo jaló hasta que su abdomen quedó pegado al barandal, se aferró a este y la observó fijamente, ese rostro le parecía conocido. Y como ella nunca olvidaba a una persona, supo que era el chico con el que se había topado en el cementerio.

Lo ayudó a pasar del otro lado y se desplomó sobre sus rodillas, Nico la observaba con el rostro empapado en lágrimas saladas, hipando por culpa del llanto, y temblando por las bajas temperaturas.

- Oh, dios... Estás demasiado desabrigado. - Exclamó poniéndose de pie y tomando su café entre sus manos. - Toma esto, es café, está un poco dulce porque así lo tomo, pero hará que no tengas mucho más frío. - Se quitó sus guantes y su bufanda, dándosela al chico, quien aún tenía una mirada desolada. - Ven, a unos minutos de aquí hay una cafetería que cierra tarde. - Una vez le colocó sus prendas a Di Angelo, lo jaló una vez más hasta dicho lugar, mientras este seguía sin pronunciar palabra alguna.

- ¡Nic, mamá dijo que no salgas a la nieve sin tus abrigos! - Su hermana mayor corrió hasta él con preocupación, siempre era ella quien se preocupaba de más. - Tonto, lo único que vas a conseguir es enfermarte. - Se quitó la bufanda y sus guantes, colocándoselos al chico menor. Este, a pesar de que le quedaran un poco chicos, lo aceptó gustoso, sintiendo un calor reconfortante en su pecho. Su hermanita, quien apenas tenía doce años, definitivamente sería la más responsable de los dos cuando crecieran. Lástima que jamás llegó a ese momento.

 Lástima que jamás llegó a ese momento

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- Pide lo que quieras, yo invito. - Gaia se quitó su enorme abrigo una vez entró en el calor del lugar. Nico, por su parte, aún conservaba su rostro hundidos en las prendas de la femenina, pensando en lo decepcionada que su hermana se hubiera sentido al saber que intentó el camino "sencillo".

La mesera se acercó para tomar sus órdenes, ambos querían algo barato pero rico. Pidieron dos cafés, uno cortado y otro negro, y Gaia agregó una porción de tarta de limón, advirtiéndole a Nico que por no pedir nada compartirían la porción. Mientras que él aún no entendía el porque de la amabilidad de la chica.

- Disculpa... ¿Gaia? - Al principio dudó sobre si había dicho el nombre correcto, pero al verla alzar la mirada suspiró aliviado. - Yo, uhm... ¿Porqué eres tan amable conmigo? No te conozco, y tu tampoco me conoces. - El tono monótono y serio del chico la hizo espantar, parecía alguien que tendría voz dulce, pero en cambio era algo seca.

- Oh... Bueno, digamos que estuve en una situación similar a la tuya, y créeme que yo hubiera adorado que alguien me ayudara... Espero que no te haya molestado mi excesiva confianza. - Confesó jugando con sus dedos, había tomado mucha valentía a detenerlo de aquello, todavía se preguntaba que habría pasado si hubiera ignorado el crujir de la madera.

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▍  ' 𝄖𝐒𝐔𝐌𝐌𝐄𝐑𝐓𝐈𝐌𝐄 𝐒𝐀𝐃𝐍𝐄𝐒𝐒ㅤ❪ N. D'Angelo ❫ ★Where stories live. Discover now