Harto de las profesiones anónimas y de la monotonía de la eternidad, cuando los registros históricos olvidaron su rostro, y su nombre se perdió en el viento tras el pasar de las décadas, Lionel Messi decidió convertir una de sus pasiones, en otra de...
El domingo siguiente de la gran final, Lionel volvió a España y Guillermo a México. La despedida fue rápida; se alejaron en silencio con la maleta en mano, el número del otro registrado en el teléfono celular, y una medalla que descansaba sobre el pecho. La del delantero de oro, la del portero de bronce. El clima a su separación fue cálido como las emociones en el mexicano, y en ello se fundió la promesa de reencontrarse en los siguientes meses con miras a conocerse.
Sin embargo, las semanas transcurrieron, luego los meses. El clima dejó de ser cálido y se enfrió con la llegada del otoño, y el distanciamiento fue obstaculizado por cientos de mensajes de texto, como la única conexión entre ambos.
Diciembre llegó con sorpresiva velocidad, y de la misma forma terminó convirtiéndose en otro mes de promesas que la agenda ajustada de Lionel no pudo permitir.
Los mensajes continuaron enviándose, siempre iniciados y continuados por el portero; la falta de interés de Messi tuvo consecuencias a mitad de noviembre, cuando el club al que pertenecía Guillermo ganó un par de partidos, pero no le envió textos celebrando.
Messi vio su oportunidad a principios de diciembre, cuando el Balón de Oro de ese año entregó los galardones; él obtuvo el tercer lugar, y el arquero el treinta. Y sin considerar la diferencia horaria, marcó el número registrado con un simple Portero México, y luego desperdició dos horas de su inmortalidad hablando sobre la lista con él.
Estaba seguro de que la llamada era suficiente para mantenerlo feliz lo que restaba del año.
Las fiestas cesaron cuando enero comenzó, al igual que los entrenamientos, los encuentros amistosos y una nueva liga a disputar. Un inicio de año como cualquier otro para el delantero, pero no parecía ser del todo grato para Guillermo que, en una de sus llamadas ya habituales, le contó de una lesión en el tobillo derecho. Nada grave, solo necesitaría de un par de días de descanso.
Para finales de enero, y con el invierno en México, el joven arquero le envió un mensaje de texto con mayor consciencia de la diferencia horaria, el cual, fue leído por el argentino por la noche.
