Sobredosis

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ADVERTENCIA: CAPÍTULO EXTENSO

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ADVERTENCIA: CAPÍTULO EXTENSO. MENCIÓN DE SANGRE.DESCRIPCIÓN DE HERIDAS.

Te dibuje con todo lo que tenía

Ahora ya no puedo regresar

Esta es claramente es una adicción peligrosa

Es tan malo y nadie puede detenerlo

Barcelona, España.
Departamento de Lionel Messi.

Domingo 14 de diciembre.

Tan pronto como el sol despareció, la cena por la victoria se convirtió en una fiesta, con exactitud, pasado de las nueve de la noche, y se extendió hasta que dejó de ser sábado, y el final de la reunión llegó para las dos de la mañana. A las afueras del complejo, una fila de taxis esperaba jugadores ebrios para llevarlos a casa y evitar inconvenientes; el alcohol corría por sus venas como premio a su esfuerzo. Ya por el lunes, volverían a la rutina.

Dentro de las instalaciones, Guillermo dormitaba sobre una de las mesas del área de comedor, y sobre su espalda, descansaba la cabeza de Andrés Guardado, mientras se aferraba al torso del portero. Una escena linda que Lionel prefirió ignorarlos, y para no verlo, dejó sobre ambos su abrigo con el escudo del equipo. Los mexicanos apenas habían ingerido alcohol, pero el agotamiento había disminuido su resistencia, y ahora eran solo dos tontos, ebrios que dormitaron sobre la primera superficie plana que les pareció cómoda.

El argentino necesitaba del arquero despierto y sobrio, pero cortar uno de sus dedos, ponerlo en su boca y regresarle la sobriedad, no era precisamente discreto, además, estaba seguro de que el mayor de los tres mexicanos estaría en desacuerdo.

Ochoa le dijo entre la charla de la madrugada que, Andrés y él, habían volado de La Coruña a Barcelona sin nada más que una mochila en los hombros. Su vuelo de regreso había sido programado para ese mismo día, pero con la revuelta en el estadio, la cena y luego la fiesta, su avión viajó sin ellos, y el condenado no estaba dispuesto a dejarlo en manos de Márquez.

Para su fortuna, Lionel no tuvo que darle algo de su sangre para regresarlo a sus cinco sentidos. Tras cuarenta minutos de siesta, Guardado y Ochoa se revolvieron debajo de su abrigo, adormilados, pero más sobrios.

—¿Qué hora es? —preguntó el guardameta. La cabeza le dolía y la boca la sentía pastosa de la resaca que llegaba demasiado pronto.

—Dos con veinte —respondió Lionel a su izquierda. Sus frías manos ahuecaron el rostro somnoliento de Guillermo aminorando el malestar— ¿Te quedaras conmigo? Mi departamento está cerca.

—Supongo que perdimos nuestro vuelo —Messi asintió—. Yo no... yo no creo... y Andrés...

El alcohol aun afectaba el cerebro de Ochoa; tratar de hilar ideas y expresarlas, provocó punzadas en su desorientada cabeza. Guillermo restregó su rostro contra las manos que lo sostenían, mientras observaba al argentino con ojos cansados, ebrios y brillantes, esperando que pudiera entenderlo con solo verlo.

Nocturno (Ochoa X Messi/Messi X Ochoa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora