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Alisson

El torbellino que es Dominique llegó antes de lo previsto, y esto me puso de muy muy mal humor.
Detesto que las cosas no salgan como plane.
Apenas me puse en contacto con la madre de Dominique y con su asistente que no era relamnete su asistente si no su compañera de banda que estaba más ebria que una Cuba el día que la contacte. Al final tuve que llamar a su manager para arreglar sus horarios y ahora ahí estaba el hombre del momento arruinando todo.

Dios.

Afortunadamente Joseph consiguió una enfermera que empezó a trabajar desde hoy con mi madre, una preocupación menos.

Voy entrando a las oficinas Harpers y veo al ser despreciable sentado en mi silla. MI SILLA.

Al llegar a enfrente de él carraspeo para llamar su atención pues estaba centrado en una pantalla con botones jugando algo.
Alza la mirada con mucha pereza y odio admitirlo pero sus ojos de perrito atropellado me ponen nerviosa.

—¿Si? —Alza una ceja y me mira con exasperación

—Buenos días, señor Harper

—Buenos días ar... —Tose y me da una sonrisa falsa.

—El señor Harper me ha instruido en que seré su guía durante su estancia en las oficinas.

—No necesito niñera

—No seré ninguna niñera, sin embargo le explicaré lo que se espera de usted dentro de la zona de ventas, si es tan amable en acompañarme. — Se levanta con pereza y en ese momento noto su vestimenta.

Lleva unos pantalones de vestir negros con una camisa blanca y corbata negra, apruebo su vestimenta sin embargo dentro de las oficinas no existe ningún código. Es normal encontrar a gente con ropa deportiva pues dentro del edificio existe un gimnasio y una alberca. Pero en el esa ropa tan fuera de lugar luce bien, sus mangas están arremangadas a la altura de los codos por lo que sus brazos fuertes y tatuados son el centro de atención.

Basta.
Alzó la mirada a su bello rostro, sonrió y dejó mis pertenencias en mi escritorio.

—Un momento solo dejaré el té del señor Harper y podremos empezar— Camino y ai espalda escucho un resoplido.

A mi regreso me mira con burla
—¿También le limpias la barbilla cuando come? — Solo lo observó y no respondo a su chiste, no quiero comentar la vez que fuimos con unos inversionistas y el tenía la barbilla llena de pintalabios que tuve que limpiar.

Me dirijo al ascensor y escucho su risa ronca detrás de mi.

Una vez en el piso de ventas lo llevó a su oficina. Es grande pero no tanto como la de Henry.
Eso sonó mal.

Me acomodo en la que será su silla próximamente y le enseñó su usuario y contraseña para entrar en el software de la empresa, le explico como identificar los clientes, donde revisar su agenda y cómo contactar a su asistente.

Llamó a Martha, una belleza.
De los años 50s.

—¿Esta buena? —Pregunta en cuanto cuelgo el teléfono.

Sonrió con suficiencia
—Es toda una tigresa

Frunce el ceño, percibiendo mi sarcasmo.

Martha entra con una canastita llena de galletas, sus lindas mejillas regordetas y su dulce mirada de abuela le dan la más calurosa bienvenida a Dominique.

Me deleitó con la cara de este, no se esperaba esto en absoluto, Martha es nuestra vendería estrella, tiene la sonrisa más tierna y prepara las galletas más deliciosas pero cuando se trata de ventas es como un perro detrás de un hueso, por eso a sus 64 años aun no quiere retirarse y Henry le agradece cada día enviándole flores a su despacho.

Será mis ojos, oídos, asistente, niñera y todo incluido para vigilar a Dominique.

Mi día acaba de mejorar.

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⏰ Última actualización: Jan 25, 2023 ⏰

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