Eras mi reloj, mi alarma, mi tiempo,
sé que cuando me escribías por primera vez mi mañana empezaba,
que me molestabas en clase a media tarde,
y de noche volvías del trabajo preguntando si te extrañaba,
y respondía buscando algo que te agrade,
esa cosa que nos hicieran hablar adrede,
esa canción, esa serie,
eso que nos mantenía hablando por horas sin que nadie interfiriere,
¡Dios! Como te amaba,
como me gustaba que me enviaras a dormir,
para luego arrepentirte y me dijeras «ey, no me dejes sola aquí...»
Eras la ama del tiempo,
nadie lo podía controlar mejor,
definitivamente, eras las manecillas de (mi) reloj.Foto de Andrik Langfield
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Pensamientos muertos y poemas que jamás escuchó
PoetryToda esta introducción tiene el mismo sentido que tus ojos, ninguno. Todos estos poemas son tan variados como los colores que te pintabas en el cabello, todo este libro tiene el mismo sentimiento como el día que me declaré y todos esos pensamientos...