nueve.

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Nyra respiraba fuertemente mientras intentaba ralentizar su agitado corazón. El pánico que sentía le impedía pensar con claridad, y se había movido gracias a sus instintos en esos minutos de persecución.

Escondida entre las raíces de un árbol, la mujer, silenciosa, esperaba la llegada del palulukan que la acechaba. Le enfrentaría. No le veía el sentido a seguir huyendo. Si su destino era morir, entonces preferiría que fuera rápido y con honor, no huyendo aterrada.

Sin embargo, no se lo pondría fácil. Fuera lo que fuera que Eywa le tenía propuesto, ella no estaba dispuesta a morir aún. Nació para ser grande. Un palulukan no le quitaría su futuro.

El gran animal se lanzó hacia ella, viéndose impedido por las ramas. Su gran olfato le permitió descubrir su escondite, por lo que Nyra no tuvo más opción que salir.

Era el momento. De esto dependía si volvía a ver a Tsireya, a Ao'nung, a Neteyam... y, pese al rechazo sufrido, a Lo'ak.

Quería tener más paseos en Ikran con Lo'ak, y observar los atardeceres en los árboles junto a Neteyam. Quería verles convertirse en gente de su pueblo. Quería que estuvieran junto a ella cuando venciera a Ao'nung, y se convirtiese en la primera Olo'eyktan de los metkayina.

Les quería. Quería estar con Neteyam y con Lo'ak. Y ya no le importaba la confusión en sus sentimientos: les quería con ella, a su lado, los tres juntos. Porque le gustaban. Le gustaban mucho.

Con un grito de guerra, esquivó el primer ataque del palulukan, para luego marcar distancia otra vez. Hacía uso de su principal ventaja al momento de pelear: su agilidez. Era pequeña y escurridiza, y sabía usarlo a su favor.

El tiempo parecía haberse detenido. O así lo sentía la mujer. Estaba tan concentrada en sobrevivir, en ganar, y en volver con Neteyam, que el paso del tiempo pareció ralentizarse.

Se mantuvo esquivando ataques hasta que llegó un punto en que su pierna herida no aguantó más, y cayó al suelo en un golpe seco. Mostró sus colmillos mientras siseaba, no queriendo demostrar debilidad, y se preparó para el golpe final.

El palulukan saltó hacia la fémina, quien gritó haciendo uso de su última valentía, y clavó sus colmillos entre su estómago, cintura y espalda, dejándola acorralada y apretando con fuerza. Entonces Nyra aprovechó la cercanía y clavó el cuchillo que cargaba consigo en la yugular del animal, acabando con su vida con rapidez.

Cayeron al suelo, encontrándose la mujer aún entre las mandíbulas del animal. Nyra respiraba agitadamente, siendo la adrenalina lo único que la mantenía consciente.

Haciendo uso de las últimas fuerzas que le quedaban, logró liberarse, y caminó con dificultad. La sangre salía a montones de sus heridas, y sabía que a ese ritmo terminaría desangrándose, pero no le importaba. Antes de morir, quería poder asegurarse de que Neteyam estaba a salvo.

Había huido, dejándole solo en medio de un bosque oscuro y solitario. Pese a darle aviso a Toruk Makto y su familia, quería cuidarle hasta que llegasen, lo que perfectamente podía ser en minutos, o no.

Cayó de rodillas. Sus ojos se tornaron borrosos producto a las lágrimas de frustración que en ellos se agolparon. ¿Por qué Eywa le había permitido tener sueños y grandes aspiraciones, si le dejaba morir sola en un bosque? ¿Por qué le habría hecho conocer a Lo'ak y a Neteyam, si no sería capaz de pasar su vida con ellos? No importaba si no estaba con ellos románticamente, le bastaba con saber que estaban bien, felices, teniendo una vida plena.

Nada de eso podría concretarse, y lo lamentaba profundamente.

Sus ojos pesaban de una manera indescriptible, pero se negaba fieramente a cerrarlos. Podía tener muchos defectos; sin embargo, rendirse jamás sería uno de ellos. Si la muerte venía por ella, se resistiría, e intentaría ganar también esa batalla.

DREAM OF YOUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora