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Felix era un joven que vivía en un pequeño pueblo a las afueras de Seúl, en una casita de madera junto a su padre, Dongwook, y su hermano mayor, Chan. Juntos tenían una pequeña panadería que llevaban con amor y esfuerzo desde siempre. Aunque su hogar era sencillo, en cada rincón de él se sentía el calor y cariño que lo llenaban de vida. La madre de Felix había fallecido cuando él apenas tenía tres años, y su hermano, siete; aun así, Dongwook nunca dejó que el dolor lo venciera y, con toda su fuerza, mantuvo a su familia unida, sacándola adelante contra toda adversidad.
Felix se encargaba de atender la panadería, atendiendo a los clientes con su sonrisa amable, mientras su padre horneaba sin descanso y Chan se ocupaba de los asuntos administrativos y las entregas. Para Felix, esos roles compartidos hacían que cada día transcurriera en una familiar rutina, una danza diaria que le brindaba paz y le permitía soñar.
La panadería desprendía un cálido aroma a pan recién hecho y a miel, llenando el pequeño espacio de una familiaridad que era su refugio. Felix, arremangado hasta los codos, envolvía el pan en la tela mientras tarareaba suavemente.
A veces, cuando el sol caía y los clientes se volvían escasos, Felix se dejaba llevar. Cerraba los ojos y, en su mente, las paredes de la panadería se desvanecían, dándole paso a un prado inmenso donde podía danzar libre, con flores y viento como su única audiencia.
De no ser por la aparición de su padre, con una bandeja llena de galletas de miel recién horneadas, hubiera seguido ensimismado en su imaginación.
—Lix — dijo su padre con una sonrisa — eres un bailarín increíble ¿Por qué no vienes al baile del pueblo? Apuesto que a todos les encantaría verte brillar.
—¿Yo? —replicó Felix, abriendo los ojos con sorpresa— Papá, ¡ni siquiera sé qué haría con tanta gente mirándome!
—Pero te divertirás y... —comenzó su padre, pero el inconfundible olor a pan quemado interrumpió sus palabras— ¡Oh! ¡El pan de maíz!
Su padre salió disparado hacia el horno, dejando una bandeja de galletas de miel sobre la mesa. Felix no desaprovechó la oportunidad y tomó una de ellas, deleitándose con su sabor. Las galletas de miel eran, sin duda, sus favoritas.
—Trabajas demasiado, papá —comentó, mirando a su padre con una sonrisa.
—¿Y qué otra opción tengo, si tú y tu hermano no dejan de comerse el inventario? —respondió su padre en tono juguetón, alzando una ceja con fingido reproche mientras sacaba el pan ligeramente chamuscado.
Felix iba a objetar ante las acusaciones de su padre cuando un sonido de cascos lo interrumpió. Desde la distancia, Chan, su hermano mayor, aparecía montado en su fiel caballo, Berry, galopando como si el viento lo empujara a toda prisa.
Felix salió de la panadería y se dirigió hacia donde su hermano había llegado.
—¡Un poco más rápido y estarías volando! —le reprendió con una sonrisa.
—Esa es la idea —respondió Chan, palmeando el lomo del caballo—Ven, sube. Saldré otra vez, ¡te encantará!
—Gracias, pero... —comenzó Felix, hasta que un fuerte relincho de Berry, el caballo, lo interrumpió, como si también protestara por su negativa. Chan se rio.
—Siempre hay un "pero" contigo —dijo su hermano, arqueando una ceja— ¿Cómo piensas conocer el mundo si nunca pierdes el miedo a lo que hay allá afuera?
Felix bajó la mirada, medio avergonzado— Pensé que tendrías hambre y querrías desayunar, hyung —añadió, pasándole una pequeña bolsa con el desayuno.
Chan solo atinó a suspirar al ver que su hermanito no deseaba continuar con aquel tema— Panecillo de manzana y jugo de naranja —murmuró echando un vistazo al contenido— Eres un encanto, Lix. Prometo regresar pronto para ayudarte —dijo, dándole un toque en la cabeza antes de montar nuevamente y alejarse.
—¿Ese era tu hermano? —preguntó su padre, quien salía en ese momento de la panadería.
—Llegó y se fue, papá —respondió Felix, todavía mirando el camino por el que Chan había desaparecido— Volando, como siempre.
Felix se quedó en silencio, perdido en sus pensamientos. Las palabras de su hermano resonaban en su mente, haciéndolo reflexionar sobre todo lo que se estaba perdiendo, y lo que tal vez nunca llegaría a experimentar, atrapado por su temor a descubrir el mundo exterior.
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A las afueras del pueblo, en el jardín del castillo real, el príncipe Minho, heredero al trono, practicaba tiro con arco.
—¡Nada mal, su alteza! —lo felicitó su instructor al ver como la tercera flecha alcanzaba el blanco— Ahora, ¿ve esos sacos más arriba? —señaló el hombre a unas dianas colocadas a mayor altura.
—¿Qué le parece si apunto a ese de allá? —replicó el príncipe, señalando el saco más alto y apartado de todos los que su instructor había indicado.
—¿Al de más arriba? —preguntó su instructor, riendo al imaginar semejante hazaña— Es imposible, príncipe Minho. No me malinterprete, pero apenas ha comenzado a recibir clases.
—¿Imposible? Mi palabra favorita —respondió Minho, apuntando sin titubear. La flecha voló y se clavó en el centro del saco señalado, dejando a su instructor boquiabierto.
—¡Impresionante! Sin duda, su alteza es digno de ser el futuro rey de Corea —exclamó el profesor, maravillado.
—Gracias, profesor Park —respondió Minho, esbozando una sonrisa burlona y confiada que dejaba claro cuanto disfrutaba su logro.
En ese instante, su madre, la reina, salió del castillo y se dirigió hacia ellos.
—¡Madre! —exclamó Minho, mostrando una sonrisa menos desafiante.
—¿Otra sesión de tiro? —preguntó la reina, deteniéndose junto a él.
—Uhmm —murmuró Minho, encogiéndose de hombros.
—Bueno, amor, como sea —dijo ella con un gesto ligero, restándole importancia mientras le entregaba un pequeño paquete de sobres— Son respuestas de varias princesas que asistirán al baile real.
Minho la miró, pero su expresión pronto se llenó de fastidio.
—Princesas elegibles —enfatizó su madre— Debes elegir una esposa. Tu padre y yo estamos cansados, hijo. Pronto asumirás el trono, y quiero dedicar el resto de mis días a consentir a mis nietos.
—¡Agh, madre! —protestó Minho, frustrado— Sabes que algún día me casaré, pero antes quiero hacer tantas cosas; explorar, viajar, conocer...
—Y seguro que lo harás —replicó la reina con una sonrisa astuta— pero después de darme nietos.
En ese momento, Minho deseó con más fuerza que nunca haber nacido como el heredero al trono. De haber sido así, podría haber perseguido su sueño de explorar el mundo sin restricciones, sin que nadie —ni siquiera sus propios padres— se interpusiera en su camino.
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Esa noche, al cerrar la panadería, una extraña sensación recorrió a Felix. Como si una brisa cálida y desconocida lo rodeara. No podía imaginar que esa misma brisa lo llevaría muy lejos de su tranquila vida... al centro de una leyenda que jamás hubiera esperado.
Mientras tanto, en otro rincón del reino, Minho experimentaba una inquietud diferente. Atrapado por los muros de su linaje, ansiaba escapar, deseando una libertad que solo parecía posible en sus sueños.
Donde Felix encontraba paz en la rutina, Minho sentía que su propia vida era una jaula, una barrera entre él y los vastos mundos que su corazón anhelaba explorar.
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Felix y el lago de los cisnes ❀ᴍɪɴʟɪx
Fanfiction❁۪ ¿Sabías que una vez hubo un chico que se convirtió en cisne? ཻུ۪۪⸙ ╭──────────────────೫ │❝Minho x Felix ❞ ╰──────────────────೫ ╭┈───────ೄྀ࿐ˊˎ- ╰┈┈┈┈┈┈┈➤ [fantasía/romance/drama] ꒰prólogo + 9 capítulos + final + epílogo꒱ ∘˚˳° Historia lig...