Capítulo 13. Toda acción tiene consecuencias

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El teléfono sonaba insistentemente en el hall de la mansión Drake. Stanley Atkins, el diligente asistente de cámara de la familia Drake, acudió a descolgar. Tras escuchar las noticias del interlocutor al otro lado del auricular, su rostro palideció, el interfono se le escurrió de entre los dedos enfundados en sus níveos guantes, golpeando la mesilla del teléfono y cayendo hasta acabar sobre la alfombra. Ante el estruendo del golpe, Patrice salió de la cocina limpiándose las manos con un paño.

— ¿Qué ha ocurrido Stanley? — preguntó.

Stanley se giró hacia ella con una mueca de dolor y tristeza en el rostro, blanco como el papel. Cuando Patrice recibió la noticia gritó de espanto.

Ruslan y Abygaile bajaron corriendo las escaleras desde la planta superior, mientras Catherine y Gregory salían de la sala de estar, alarmados por el alboroto. Patrice estaba llorando, arrodillada sobre la alfombra, mientras Stanley intentaba consolarla.

— ¡¿Qué ha ocurrido?! — preguntó Ruslan.

— Es la señora Marion... — dijo con apenas un hilo de voz Stanley.

Cuando les informó de la situación Catherine estalló en un grito de dolor, las lágrimas comenzaron a brotar de sus ojos. Los puños de Ruslan se crisparon con fuerza, y salió disparado hacia la puerta. Gaile le siguió instintivamente, y echó a correr detrás de él.

William Drake entró apresuradamente a través de las puertas dobles de la clínica Autolimb de Industrias Drake, con su hijo Jack a la zaga. Alexander acudió a recibirle intentando tranquilizarle.

— Will...

— ¿Dónde está Marion, Alexander? — preguntó azarosamente William.

— La han traído hace unos minutos — contestó Alexander. — Frannie se está ocupando de ella, le ha puesto una transfusión.

— ¡¿Dónde?! — imploró desesperado William Drake.

— En el quirófano 1 — contestó Alexander.

William salió corriendo hacia allí, mientras su hijo Jack se quedaba para que Alexander le informase del estado de su madre. Cuando William llegó hasta su esposa, la vio tendida en la camilla del quirófano, entubada y con una bolsa de plasma conectada a una vía en su brazo izquierdo, un amplio vendaje cubría su pecho, con una gran mancha escarlata a la altura del corazón. Frances se le acercó y le acompañó fuera del quirófano.

— ¿Cómo está? — inquirió William entre lágrimas y nervios.

— Se muere, William — afirmó con tristeza Frannie. — Una esquirla de metal propulsada por la explosión le atravesó la caja torácica, y se le ha alojado en el corazón. Le ha provocado una hemorragia grave, y una arritmia. Tenemos que operarla ya, pero su corazón ha sufrido muchos daños. Necesita una prótesis de corazón.

— Pero aún están en fase experimental. No las hemos probado en humanos.

— Si no lo hacemos, morirá. No tiene más opciones. Los daños en su corazón son demasiado graves para poder repararlos incluso mediante cirugía.

William estalló en un mar de lágrimas, mientras miraba a su esposa debatirse entre la vida y la muerte a través de la ventana de la puerta del quirófano.

— Hagámoslo — contestó William.

Ruslan entró a toda prisa en la clínica Autolimb, apenas tenía aliento después de haber corrido desde la hacienda Drake hasta el laboratorio. Vio a su hermano Jack hablando con Alexander, y se le acercó.

— ¡Jack! ¿Dónde está madre? — preguntó sujetando a su hermano por los hombros, mientras intentaba recobrar el aliento.

— ¡Ruslan! — respondió sorprendido Jack Drake y, poniéndole una mano tranquilizadora en el brazo izquierdo, añadió. — Está en el quirófano, padre está con ella. Van a operarla.

El Heredero de los Drake - Crónicas de los Drake Vol. 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora