Es la primera mañana en la cabaña para Delaney, con el frío del amanecer que la tienta a quedarse más tiempo en cama. Al bajar, Howard le ofrece comida recalentada para el desayuno, ante la duda de su contenido, prefiere solo beber agua. Lo toma como ayuno intermitente, al menos hasta que consiga algo saludable para comer.
La castaña ya tiene planeado su siguiente movimiento. A sabiendas de que solo hacen falta telarañas en el interior de los gabinetes de la cocina, debe armar pronto una lista para realizar las compras.
Su abuelo señala los artículos que suele comprar y que requiere, ya que él no la acompañará. Con los primeros rayos de sol, no se siente muy enérgico y su nieta no tendrá problemas para llegar a los comercios del pueblo. Mientras que, con ayuda de Pietro, ella dará con los productos que suele consumir.
Continúa disfrutando de conducir su Jeep rentado y tiene la certeza de que seguirá haciéndolo cada vez que deba darle uso. Escucha música y canta en voz alta, saborea la libertad. A lo mejor, cuando regrese, su chófer tenga varios días de descanso, en los que ella preferirá conducir ella misma.
Se detuvo directamente en el supermercado, como si su agenda debiera cumplirse al pie de la letra. A su ingreso, se encuentra algo perdida. En realidad, no sabe dónde está cada cosa y no quiere perder el tiempo recorriendo todo el sitio. Recurre a su as bajo la manga: el menor de los Maximoff.
Le frustra un poco el hecho de que, en tan solo unas horas ya necesitara de él, como si fuese uno de sus órganos de vital funcionamiento. Dándole en parte la razón, es capaz preparar un té por su cuenta, hacer las compras es un reto, no obstante.
Hacen facetime mientras se pasea por el supermercado como una total novata. Delaney parece el esposo que es enviado de compras y que por más que le repiten lo que debe llevar, lo olvida y corre el riesgo de errar en las marcas si no lleva fotos como referencia.
Continúan charlando, aún cuando ya se encuentra con el carrito lleno, esperando por su turno en la fila. No piensa colgar tan pronto consigue su ayuda, aunque es su trabajo asistirla, no disfruta de utilizar a Pietro y luego desecharlo, es su amigo.
En lo que comenta sobre recetas que Wanda suele hacer con ciertos ingredientes, se advierte de una gran duda: ¿Quién va a cocinar?
Si bien puede darse el lujo de comprar comida preparada diario, no es conveniente para su abuelo. Tiene que nutrirse correctamente, y para si misma, no encontraría lo que busca en los escasos restaurantes que hay en el pueblo.
Su abuelo, al vivir solo, lógicamente es capaz de hacerlo, pero se supone que debe cuidar de él y Del, a duras penas sabe preparaciones básicas como freír un huevo y es experta en meter cosas en aparatos electrodomésticos que hacen gran parte del trabajo, sino es que todo.
Si tiene suerte, encontrará alguna tienda que los venda, aquellos con los que la cabaña no cuenta. Después de todo, ¿qué tan difícil podría ser conseguir una freidora de aire?
Culmina la llamada cuando paga sus compras, mismas que son colocadas en una carretilla, que luego lleva hasta su auto para llenar el maletero con cada bolsa.
El pueblo es toda una belleza. De camino estaba tan centrada en llegar y en su inspirado canto, que ignoró la vista a su alrededor. Ahora, comprende porqué su abuelo alardea tanto de el y les insistía en ir cuando lo visitaban. Invitación que solían rechazar, por lo general, ella y Tony.
Es de aquellos pueblitos pintorescos que ves en películas románticas que pasan por Lifetime, donde la protagonista tiene un nuevo empleo, un viaje de reconocimiento personal, un negocio familiar que salvar o cualquier otro cliché, que podría incluir la época navideña. Y no es que le desagrade, solo le resulta curioso.
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RECOGNIZING MY SOUL
RomanceUna vida feliz y llena de lujos se puede sentir vacía. Delaney se siente incompleta en su vida, como si todo pasara frente a sus ojos siendo una simple espectadora. No se cree la protagonista de su propia historia, hasta que recibe la triste noticia...