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—¡Y aquí estoy, esperando por ti! —cantaron Donghyuck y Jungwoo al unísono.

El amigo del moreno no era abiertamente fanático de las canciones de señora, más bien las oía a escondidas, y cuando ambos se juntaban para beber en casa de Donghyuck, las gritaba con todas sus fuerzas como si hubiera tenido alguna relación amorosa en su vida.

Jungwoo siguió cantando y el más bajo se dedicó solo a escucharlo, apretando con fuerza la botella de cerveza en su mano.

—Y creeeeer que es posible empezar una vez más.

Aunque el amigo de Donghyuck no podía cantar peor, él hacía lo posible por concentrarse solo en su voz. Quería distraerse de la letra, pues si llegaba a prestarle atención, sus ojos iban a cristalizarse. 

Ya le había hablado de lo que ocurrió con Jeno. Con él se sentía libre de desahogarse y de llorar, pero no quería verse aún más patético, por lo que solo siguió sonriendo ante la forma tan tonta en que Jungwoo cantaba.

Todo iba bien hasta que otro distractor apareció. Uno interno, intestinal y muy incómodo. 

—Me estoy cagando. Ya vengo. —avisó.

—No tardes mucho o iré a buscarte —dijo Jungwoo, arrastrando las palabras como si su lengua pesara. Definitivamente estaba más ebrio que Donghyuck.

Fue al baño, dispuesto a sentarse hasta que se dio cuenta de que algo muy importante faltaba. Golpeó su frente con la palma de su mano al recordar que llevaba días sin salir de casa y que había terminado el último rollo de papel higiénico horas antes.

—Soy tan estúpido —susurró, sin sacar aún su mano de la frente.

El dolor de tripa empeoró y supo que debía sacar pronto todos los desechos. Sin embargo, se negaba totalmente a hacerlo si no quedaba papel higiénico. Desesperado, comenzó a buscar por cada cajón y rincón del cuarto de baño, pero no encontraba ni siquiera un pedazo. Y él necesitaba mucho.

En medio de la incómoda situación, una idea se plantó en su cabeza. Una idea realmente estúpida y que iba a dejarlo en ridículo.

Cerró los ojos por el dolor y también por la estupidez que estaba a punto de hacer. Solo esperaba estar lo suficientemente borracho para no recordarlo al día siguiente.

Salió rápidamente del baño y fue en busca de Jungwoo, que seguía sentado en el suelo del living, justo frente al sofá. Aunque la música estaba a un volumen alto, parecía que en cualquier momento iba a quedarse dormido. Donghyuck habría considerado la idea de pedirle a él que fuera a esa casa a pedir el papel, pero sospechaba que el alto apenas podía mantenerse de pie.

Suspiró y bajó el volumen del parlante.

—Vuelvo en menos de un minuto —informó en tanto salía por la puerta, sin perder tiempo en ver la lenta reacción de su amigo, quien solo notó que la canción ya no sonaba tan fuerte como antes.

Los pocos metros de distancia entre su casa y la de Mark, se sintieron eternos debido a los cercos que las separaban y que debió rodear corriendo. Al llegar a la puerta, tomó una gran bocanada de aire. No estaba preparado mentalmente para esa humillación, pero no veía otra alternativa.

Tocó el timbre. Casi de inmediato apareció un chico de cabello rojo, algo largo y liso, apenas un poco más alto que él. Se notaba tan serio que Donghyuck quiso salir corriendo de ahí.

—Hola. —Se forzó a sonreír—. ¿Está Mark? 

El desconocido se limitó a escanearlo de arriba abajo mientras asentía despacio y el moreno se sintió intimidado. Su mirada quiso indagar detrás del chico cuando este por fin decidió hablar.

—¡Mark, te buscan! —gritó sin quitarle los ojos de encima a Donghyuck, quien se sobresaltó tras las estruendosas palabras—. ¿Tú no eres el vecino molesto que planea quedarse sordo antes de sus treinta?

Donghyuck solo parpadeó. Sintió sus mejillas calentarse y de nuevo quiso salir corriendo de ahí, lejos de ese extraño intimidante.

Iba a hacer lo posible por sacar algo coherente de su boca cuando por fin apareció la persona que buscaba, justo al lado del pelirrojo. Sintió alivio de verlo.

—¿Donghyuck? —Mark alzó las cejas, confundido, como si esperara a cualquier persona frente a su casa menos al moreno.

El mencionado no sabía cómo empezar. El dolor volvió y era cada vez más urgente hablarle, pero el pelirrojo seguía ahí, pasando su mirada de Mark a él. 

Donghyuck no era consciente de que estaba dejando claro que la presencia de aquel chico le incomodaba. Afortunadamente, Mark decidió hacer algo al respecto.

—Yuta, ya puedes entrar —dijo el pelinegro al chico que tenía a su lado, quien solo asintió y los dejó solos—. ¿Qué pasa? ¿Estás bien?

El moreno ya no podía andar con rodeos. 

—¿Puedes prestarme papel higiénico? 

Sintió una punzada y llevó de inmediato las manos a su estómago. Se arrepintió apenas vio una sonrisa formándose en los labios de Mark.

—¿Estás aquí para pedirme papel higiénico? —preguntó el pelinegro, apenas siendo capaz de contener la risa—. Espera, ¿estás borracho?

Donghyuck quería golpearlo hasta que esa estúpida sonrisa quedara deforme. Se sentía tan ridículo, ni siquiera sabía qué decirle. 

—Está bien, sí, puedo darte un rollo —continuó Mark, a lo que el más bajo suspiró aliviado—. Pero no será gratis. Y no hablo de dinero.

Donghyuck, confundido, frunció el ceño.

—Un poco de silencio no me vendría nada mal estos días, ¿sabes?

Lo detesto, fueron las únicas palabras que atravesaron la cabeza de Donghyuck. Se estaba aprovechando de la situación y de su evidente momento de desesperación. ¿De verdad iba a ponerle una condición tan ridícula por un insignificante rollo de papel higiénico? ¿No le importaba verlo tan vulnerable? ¿Era así de insensible?

Dejó de quejarse en su mente. No tenía más alternativa que aceptar.

—Bueno, bueno. Como digas —le respondió—. Ni siquiera encenderé ese parlante de mierda. Solo dame esa cosa, por favor.

Mark se quedó viéndolo con una sonrisa que no supo interpretar, desapareció y en menos de treinta segundos volvió corriendo a la entrada, con un rollo en la mano. 

—Aquí tienes. —Le entregó el rollo con la misma sonrisa de antes—. No olvides la condición o tendré que ir de nuevo a molestarte a tu casa.

Donghyuck solo quería gritarle que se quedara callado, sin embargo, se limitó a asentir y agradecerle. Se dio la vuelta, y ya que sentía la mirada del pelinegro sobre él, caminó fingiendo que no tenía prisa alguna.

Está tonto si cree que voy a seguir su puta condición de mierda, pensó furioso.

Apretaba el rollo de papel para desahogar un poco la molestia ocasionada por su vecino. ¿Por qué era tan amable y tan molesto a la vez? ¿No podía solo ser molesto y ya?

Además, ¿por qué tenía que sonreír de esa manera?

Tantas quejas y preguntas acumuladas en su cabeza comenzaron a irritarle.

¡bájale! ─ markhyuckDonde viven las historias. Descúbrelo ahora