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Donghyuck quería morirse.

Estaba tan arrepentido de todo lo que había ocurrido minutos atrás. Si tan solo hubiera tardado un poco menos en arreglarse, no se habría desatado esa cadena de sucesos incómodos. Si solo hubiera apagado la música minutos antes, Mark no habría llegado a irrumpir en su casa con su ridícula amenaza, tampoco se habrían besado de esa manera tan inesperada y desesperada.

Y mucho menos se encontraría sentado con Mark a su lado y su mamá en el sillón de enfrente. Solo le rogaba al aire no tener la boca tan roja e hinchada o ella diría algo al respecto.

Lo peor era que sabía exactamente de qué hablaría, pues nunca le dijo que terminó con Jeno ni que el viaje se canceló porque no quería volver a verlo en su vida. Le había mentido en todo y esperaba que Mark no fuera testigo.

Suspiró con disimulo mientras escuchaba el interrogatorio que la mujer le hacía a su vecino, quien no se veía tan nervioso como él.

—¿De verdad vives al lado? Wow, Donghyuck jamás había tenido buenas relaciones con sus vecinos

Mark miró con cierta pizca de burla al moreno, casi conteniendo la risa.

—¿Cómo es posible? Si Hyuck es tan agradable y buen vecino.

El mencionado se contuvo de echarlo y solo sonrió. Antes de que pudiera seguir siendo el tema de conversación de ambos, decidió desviarlo con lo primero que llegó a su cabeza.

—Y, mamá, ¿qué te trae por aquí? Me tomaste por sorpresa.

—Me di cuenta apenas abriste la puerta —informó, dando después una mirada de varios segundos a Mark y asustando con ello al moreno—. Y solo quería verte. Nunca me llamas, apenas me envías mensajes, y tampoco quise molestarte. También quiero que me pongas al día con ese viaje que hiciste con Jeno. ¿Cómo estuvo? ¿Se divirtieron?

Donghyuck sabía que el pelinegro lo estaba viendo, lo sentía, y comenzó a preguntarse si sería muy grosero ordenarle que se fuera y no regresara jamás.

—Ah, el viaje, sí. —Rascó su nuca—. Estuvo… bien.

—¡Debes mostrarme las fotos que tomaste! Seguramente la playa es hermosa —comentó emocionada la mujer.

El moreno quería desaparecer. No sabía cómo manejar la situación, ni siquiera a quién de los presentes mirar. Por un lado, la mirada ilusionada de su madre; por el otro, posiblemente una de burla.

—Bien… ya debo irme —avisó Mark y Donghyuck soltó aliviado el aire que había estado conteniendo—. Fue un gusto conocerla, señora Yeoreum

La mencionada lo observó extrañada y algo molesta. Donghyuck sabía con exactitud la razón: quería que siga ahí para conocerlo mejor. ¿Qué podía contarle su vecino? ¿Que se llevan horrible, pero que justo cuando ella llegó se estaban comiendo las bocas como unos salvajes? Suspiró y se levantó para quedar junto a Mark, sin atreverse aún a verlo.

—Justo pensaba preparar algo para comer —se quejó ella—. ¿Seguro que debes irte ahora? 

—Mark tiene muchas cosas que hacer, mamá —respondió por él—. Ya podrán hablar otro día.

Mentira. Donghyuck no pensaba dejarlo pasar nunca más a su casa.

Yeoreum pareció comprender la situación y se despidió del pelinegro, obligando después al moreno a que lo acompañara afuera. No pudo quejarse ni mucho menos negarse, así que apenas traspasó la puerta con él, comenzó a ponerse nervioso. ¿Debía hablar del beso o podía fingir que nada había ocurrido? La segunda opción lo convencía mucho más. 

No podía dejar de preguntarse qué tenía en la cabeza para haberse lanzado a besarlo de esa manera, como si el de mayor estatura le interesara en algún sentido. 

Claro que no le interesaba. Eso era imposible.

Caminaba despacio a su lado, casi pareciendo una tortura, sin quitar la vista del suelo y esperando que su vecino no dijera nada.

—Johnny y Yuta nos están viendo —avisó el pelinegro en voz baja.

Donghyuck ya no quería fingir amabilidad con él y no le dio respuesta alguna. Creyó que eso sería lo último que escucharía salir de su boca, pero los amigos de Mark decidieron montar un pequeño espectáculo.

—¿Ya terminaron de pelear? —preguntó Yuta.

El moreno escuchó una risa leve de Mark y, sin prestarle atención a lo que sea que haya respondido, se atrevió a verlo. Llevaba ambas manos en los bolsillos de su pantalón y su rostro se notaba casi inexpresivo, molestándolo aún más. No comprendía por qué estaba tan relajado, como si salir a besarse con las personas que no le agradan y después hablar con las madres de estas fuera algo tan común. Si Yeoreum no hubiera estado ahí, ya le habría gritado que se fuera.

Y aquello le regresó otra duda que lo desesperó aún más: ¿qué habría pasado si ella no hubiera llegado a interrumpir ese asqueroso momento? 

Afortunadamente, no tuvo tiempo de buscar una respuesta a eso, pues el espectáculo continuó y aquello lo regresó a la realidad.

—¿Cómo es que siguen vivos ambos? —bromeó Johnny sin importarle el volumen elevado de su voz.

No tenía idea de en qué momento se quedaron parados justo antes de llegar a la acera pública, como si fueran a quedarse hablando de la vida ahí. Mark seguía sin verlo, como si no estuviera a su lado, y cuando estuvo a punto de responder, Donghyuck decidió acabar con esa estúpida situación.

—¿De verdad tienes que estar gritando estas mierdas cuando vas a juntarte con ellos, literalmente, en menos de treinta segundos? —se quejó en voz baja y tomó su brazo. Mark lo vio con aquella serenidad que le irritaba.

—Pero yo no he gritado na…

—Solo ándate, por favor —lo interrumpió, y sin esperar alguna respuesta, lo soltó y se dio la vuelta para volver a su casa. 

—Tú mandas —escuchó a sus espaldas.

Rodó los ojos y avanzó despacio.

No sabía con exactitud qué cosas contarle a Yeoreum ni cuales guardarse. Tal vez no era necesario decirle que Jeno lo engañó con Taeil, una de las amistades que más apreciaba, ni que eso lo convirtió a él mismo y a su casa en un total desastre. Ni que Mark y él se llevaban horrible porque casi a diario ponía música con el volumen suficiente para hacer vibrar las paredes.

Al descartar tantas cosas, comenzó a considerar la opción de simplemente no contarle nada, pues una cosa llevaba a la otra y no sabía si podría detenerse.

O podría intentar limitar todo a un simple "Jeno y yo ya no estamos juntos". Sí, eso haría.

Pero seguro iba a terminar hablando más de la cuenta.

Suspiró.

Le esperaba una larga noche, con demasiada sinceridad para su gusto, con una gran carga de arrepentimiento y, lo peor, con la imagen del beso en su cabeza.

Si tan solo hubiera tardado un poco menos en arreglarse.


¡bájale! ─ markhyuckDonde viven las historias. Descúbrelo ahora