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Un punto fijo en la puerta, eso era lo único que llevaba viendo durante toda la canción que hacía vibrar las paredes.

Apenas había llegado del parque hacía media hora, sin embargo, la bolsa de chocolates y galletas ya estaba llegando a la mitad. El sofá se llenaba de envoltorios; las mejillas de Donghyuck, de lágrimas.

¿Cómo era posible que el hombre con el que planeaba tener unas hermosas vacaciones le haya hecho eso? Por culpa de Jeno y Taeil ya había desperdiciado dos semanas en su casa. Solo, aburrido y miserable la mayor parte del tiempo.

La canción se detuvo y el silencio al fin permitió escuchar los interminables golpes en la puerta

Donghyuck pausó desde su teléfono la playlist, dejó a un lado la bolsa y se levantó. Creía saber bien quién era la persona que no paraba de golpear, y eso le sacó una sonrisa

Secó su rostro con un antebrazo y abrió la puerta. 

Era quien él creía. Aunque casi siempre se le notaba calmado, esta vez era más de lo normal, y su mirada tenía algo extraño, como si la amabilidad que siempre cargaba ya no estuviera tan presente en sus ojos. 

—Bájale. Por favor, bájale. 

A Donghyuck poco le importó la seriedad con la que hablaba. Levantó las cejas y expresó falsa inocencia en su rostro.

—¿De qué hablas? Yo no escucho nada.

Mark puso una mano en su frente y la arrastró sin prisa hasta su barbilla. Esta vez no estaba de humor para aguantar cualquier cosa que saliera de la boca de su ruidoso vecino. 

—Sabes bien de lo que hablo. Algunas personas sí estamos ocupadas y necesitamos silencio un momento.

Donghyuck asintió despacio, como si tratara de analizar lo que dijo.

—Mm, no. No sé de qué hablas. ¿Podrías ser más específico?

El pelinegro suspiró e hizo algo que tomó por sorpresa al de piel morena: se acercó a él.

—Nadie ha llamado a la policía por tus escándalos, ¿cierto?

Donghyuck, confundido y nervioso, no supo qué decir.

—¿Qué relevancia tiene eso? —preguntó después de unos segundos de silencio.

Mark sacó su teléfono, ya muy cerca del más bajo, y comenzó a presionar números muy despacio. 

—No tengo problema en ser el primero —dijo con tono totalmente calmado.

El corazón del moreno se aceleró, sus ojos se hicieron grandes.

—¡No! Está bien, voy a bajarle. ¡Voy a apagar todo! —expresó desesperado, ganándose una mirada y sonrisa llenas de burla por parte de mark.

Donghyuck no lo podía creer. ¿Llamar a la policía? ¿Por qué parecía hablar tan en serio de eso? 

—¿Seguro, Hyuckcito? —quiso averiguar—. Porque te aseguro que si vuelves a subirle a esa música de ancianas, no dudaré en llamar a la policía. Tengo muchísima paciencia, pero ya estás pasando esos límites. De verdad intenté arreglar este asunto contigo a las buenas y…

Donghyuck lo escuchaba, pero solo puso atención hasta la segunda palabra. Sintió deseos de soltar una carcajada nerviosa ante el apodo tan ridículo que solo mencionó frente a Jeno para ayudarlo. Además, estar frente a frente, haciendo contacto visual a pocos centímetros de distancia, no le ayudaba para nada a concentrarse en lo que sea que estaba diciendo.

—¿Me estás escuchando?

Donghyuck parpadeó repetidas veces hasta que se sintió de vuelta en la realidad. 

—La verdad no. ¿Siempre hablas tanto? —intentó burlarse, sin embargo, fue en vano.

Mark lamió sus labios y después vio los del moreno.

Donghyuck sintió la falta de aire en cuestión de segundos. No supo si el pelinegro estaba acercándose aún más o si solo estaba mareado. Cuando se dio cuenta de que era lo primero, abrió la boca para decir algo, pero no logró decir ni una sílaba.

Estaban a menos de diez centímetros de distancia y el corazón del castaño volvió a acelerarse, esta vez con más fuerza. Ninguno dejaba de ver los labios entreabiertos del otro. El de menor estatura cerró los ojos…

—Límpiate.

… y los volvió a abrir.

—¿Qué? —preguntó el moreno.

—Tienes toda la boca sucia.

Mark se dio la media vuelta e inició el corto trayecto hasta su casa, dejando a Donghyuck ahí, parado en el mismo lugar, aturdido y sin comprender a qué se refería hasta que pasó el dorso de su mano por su boca.

—Puto chocolate —susurró para luego quedarse viendo al más alto, que seguía caminando sin prisa.

Entró a su casa tratando de ignorar los fuertes latidos de su corazón. Quiso suponer que solo era porque Mark estuvo a punto de llamar a la policía.

¡bájale! ─ markhyuckDonde viven las historias. Descúbrelo ahora