15. Un beso: Parte II

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De qué manera te explico

Que se me corta la respiración cuando me estás mirando

Te me volviste el centro de atención y no
sé desde cuándo

(De qué manera - Mike Bahía)

Aunque Pía le advirtió enfáticamente que haría eso, a Pedri se le escapa un ruidito de sorpresa que se pierde en los labios de ella. La boca sensual y generosa de él se siente tan bien como se esperaba. Sus labios son suaves y dulces contra los de ella, y cuando las manos de él amoldan su cintura y la acercan un poco más a su cuerpo, Pía se funde contra él.

Huele a ese perfume increíble, y su boca sabe a menta y a azúcar, como si hubiera estado comiendo algo dulce. Su beso es delicado y suave, tal como él le dijo que lo quería, como si tuvieran todo el tiempo del mundo. Sus corazones laten uno contra el otro, tan fuerte que Pía no sabe si es su propio latido o una reverberación del de él lo que parece hacer vibrar todo su cuerpo. Sus labios se mueven en sincronía, y el aire se siente electrificado. Cuando sus lenguas se tocan por primera vez, Pía se siente tan sobrecarga de sensaciones placenteras que cree que podría desmayarse.

¿Para qué drogarse, si besar a este hombre se siente así?

Él la trae un poco más cerca, y la sensación de estar contra su cuerpo arranca un gemido suave de la garganta de ella, que él se traga con su beso.

Pía se pierde en él. En la forma en que se siente su beso húmedo y caliente, en el tacto duro y firme de su cuerpo y la sensación dulce de su sabor de boca.

Pía no quiere detenerse. Solo quiere seguir besándolo por siempre, pero la falta de aire se hace presente.

Él se aparta primero, y apoya la frente en la de ella. Una sonrisa se dibuja en sus labios.

- Hola, ojos bonitos - Le dice él. Su respiración es desigual y pesada, y Pía solo quiere sentir su aliento sobre el de ella.

- Hola, cejas lindas - Responde ella, devolviéndole la sonrisa.

- No pensé que lo fueras a hacer de verdad - Admite él.

Todavía están abrazados. Las manos de él están en la cintura de ella, y Pía puede sentir su calor a través de la tela delgada de su vestido. Ella tiene la mano en la nuca de Pedri, y sus dedos siguen distraídamente sobre su piel.

El aire se siente cargado de una manera que ambos conocen. Se siente similar a esa anticipación antes de pisar el escenario o campo de fútbol, cuando estás a puertas de algo grande que está a punto de pasar.

Ella sonríe.

- No amenazo en vano, Pedro Emiliano - Susurra ella contra su boca.

- ¿Hay alguna otra amenaza que deba escuchar? - Pregunta él, mientras desliza sus dedos com dulzura a lo largo del cabello de ella.

- ¿Sería una cita muy rara si no hacemos más que besarnos?

- ¿Cómo... sin preguntar por nuestros días, o tener una charla pequeña?

- Justo así - Asiente ella.

- Estoy dentro - Acepta Pedri, antes de inclinarse de nuevo hacia la boca de ella.

Los labios de Pedri se tragan la sonrisa de Pía.

Él hunde una mano en el pelo de ella, e inclina su cabeza para profundizar el beso. Pía escucha su propio suspiro ahogado cuando la lengua de él barre contra la suya. Ni sabía que besar lento podría resultar tan embriagador hasta este momento. Su cuerpo se siente líquido y maleable entre las manos de él, porque nunca nada se ha sentido igual que besar a este hombre.

A la orilla del mar | Pedri González Donde viven las historias. Descúbrelo ahora