6. Cambios

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¿Qué quedará de nosotros dos?

Algo se nos confundió y se quedó

Pero el color de tus ojos voló

(¿Qué quedará? - Giros)

Ella no luce como la Pía que él está acostumbrado a ver.

Lo primero que llama su atención es que tiene el pelo suelto, y le cae larga y lacio hasta la curva de la cintura. Lleva puestos unas argollas grandes de color dorado, y está vestida con una camisa corta blanca básica y una falda de flores holgada que le llega un poco más abajo de las rodillas.

Cuando la ve, se siente extremadamente tímido.

Ella es muy bonita.

El Pedro de siempre la invitaría a sentarse, hablaría un poco con ella y le sonreiría, pero al Pedro de siempre no lo dejaban plantado con mucha frecuencia, así que no está muy entrenado para reaccionar a esto.

- Hola Pedro – Lo saluda ella, mientras le sonríe.

También luce algo nerviosa. Cambia su peso de un pie a otro mientras lo mira.

- Hola – Responde él mientras la mira a los ojos.

Él no la conoce mucho pero, hay algo diferente en su mirada.

- Quería excusarme por lo del otro día. A mí...eh...se me presento un inconveniente y tuve que salir corriendo, y no tenía forma de avisarte – Dice ella en voz baja.

Pedri se ha acostumbrado a verla risueña y despreocupada, hablando hasta por los codos. Es extraño verla lucir tan tímida.

- No pasa nada – Responde él con un encogimiento de hombros.

Los ojos de ella de llenan de lágrimas sin razón aparente.

Alarmado, Pedri se pone de pie. Extiende una mano hacia ella, pero no sabe si está bien que la toque. No sé conocen tan bien. No se tienen ninguna confianza.

Pero entonces ella rompe en llanto, y él no puede mirarla en ese estado y no hacer nada.

Pone una mano en el hombro de ella tratando de resultar reconfortante y respetuoso. Ella se cubre la cara con las manos mientras avanza un paso y se apoya en su pecho mientras llora. Pedri la rodea con sus brazos cautelosamente, esperando tal vez un empujón o un reclamo por el atrevimiento, pero ella sencillamente recarga la cabeza en su clavícula y llora. Pedri solo la sostiene.

Es muy bueno dando abrazos, porque sabe que a veces no hay mucho más que eso.

Abrazarla no es incómodo. Al menos, no para él. Ella es muy bajita, así que su cuerpo parece encajar a la perfección entre sus brazos. Su contacto se siente reconfortante, aunque se supone que es él quien debería estar consolándola. A pesar de su llanto, ella se apoya en él, como si necesitara el soporte de un cuerpo.

- P, ven – La voz de una chica se mete en la niebla de su abrazo. Pedri se da cuenta que la pelinegra cierra su mano alrededor del codo de Pía para apartarla de él – Lo siento – Se excusa la pelinegra mientras Pía sale de sus brazos.

Aún se está cubriendo el rostro cuando la pelinegra le rodea la cintura con su brazo y se la lleva con ella.

¿Qué le pasa?, ¿Por qué están tan triste?

Pía no se vuelve a mirarlo mientras se aleja con la pelinegra hacia la zona del parking del lugar.

Pedri vuelve a sentarse frente a la orilla, pero la tranquilidad se le ha ido. De siente irracionalmente impotente por no poder curar un dolor que no conoce, acerca de una persona sobre la cual no sabe nada, lo que es completa absurdo.

A la orilla del mar | Pedri González Donde viven las historias. Descúbrelo ahora