10. Mentiroso

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Te observé guardar tus pertenencias en total silencio sin atreverme siquiera a respirar cerca de ti, tu mirada me lo decía todo y no era lo suficientemente valiente como para enfrentarte.

Pero sí para mentir.

Sabía que estarías pensando en ello y no soy quién para contradecirte pues eso es lo que soy a tus ojos, un vil mentiroso que jugó con tus sentimientos y no hay nada que pueda decir para hacerte cambiar de parecer. Tampoco estás tan alejado de la realidad, pero es totalmente distinto a lo que piensas.

Suspiré con pesar mientras te observaba a la distancia sin saber que más decir o hacer para que me escuches, para darte mis explicaciones, para al menos tratar de arreglar algo entre nosotros y que no te vayas de esta manera tan abrupta.

¿Siquiera me creerías?

Sé que fue deshonesto de mi parte no decirte la verdad cuando a penas nos estábamos conociendo y esa deshonestidad me estaba matando cada día que pasaba, pero no era capaz de revelarte la realidad, tenía miedo de que no me entendieras y decidieras dejarme como lo estás haciendo en este preciso momento. No trato de justificar mis actos porque nada justifica el dañar, no sólo a la persona que amo, sino también a la persona que me entregó su corazón sin pedir nada a cambio.

Estaba entre la espada y la pared y la única escapatoria que encontré en ese momento fue ocultar la verdad, me hiciste una pregunta y te mentí, pienso en ello todo el tiempo. Me equivoqué al pensar que tenía razón en que aquella era la única manera de sobrellevar mi situación. Jugué a ser dios contigo y conmigo, pero la verdad siempre sale a la luz.

Y sé que al verme lo único que ves es a un mentiroso, a un hombre que es capaz de jugar con los sentimientos de dos personas que el único error que cometieron en sus vidas fue abrirme el camino hacia sus corazones. Aunque trate de arreglar el problema sé que siempre verás a una persona que miente con facilidad y lamentablemente no soy quién para contradecirte.

Suspiro una vez más cuando tu mirada se cruza con la mía por unos segundos mientras salías de nuestra habitación para entrar al baño y recoger tus cosas personales, debería haberme ido y dejarte solo, pero aún tengo la leve esperanza de que decidas quedarte y me des una nueva oportunidad para enmendar mis errores.

Pero en el fondo sé que eso jamás pasará.

Desvié mi mirada hacia mi mano en donde descansaba el anillo que compartíamos como pareja sabiendo que ese lugar ya estaba ocupado desde antes de haberte conocido y me sentí la persona más hipócrita del mundo con ese conocimiento porque si no te hubieses enterado de la verdad habría seguido con toda la farsa, aunque la consciencia me estuviese carcomiendo por dentro.

No quería lastimar a nadie y por mi estupidez terminé hiriendo a ambos, tanto a la chica que estuvo conmigo en las buenas y en las malas desde que tengo memoria como al chico que me enseño el verdadero significado de amar y me sentía la peor escoria del mundo por aquello.

Quería llorar porque no sólo arruiné la vida de mi mejor amiga y compañera de vida sino también la del chico que me enseñó a vivir, que me elevó a las nubes y me hacía ver arcoíris con tan sólo un roce de labios.

Pero tenía miedo.

No sabía si lo que sentía por ti era tan real y fuerte como para dejar mi vida atrás y comenzar una nueva junto a ti, no sabía si todo esto era algo pasajero, un capricho o algo duradero. No lo supe hasta que fue demasiado tarde y ahora, sentado en el borde de la cama en la que compartimos tantas noches de amor observándote hacer tus maletas para dejar todo atrás, entendí que, lo que sentí por ti, jamás lo sentiría por nadie más.

Tuve que perder al amor de mi vida para darme cuenta de que lo era, que ironía más grande.

Entraste una vez más a la habitación para terminar de guardar tus pertenencias y ahora ya era definitivo, te irías de mi lado una vez cerrases esa maleta y jamás volvería a verte.

¿Dejaría que esto acabase de esta forma?

¿Te dejaría partir sin siquiera intentar detenerte?

¿Siquiera me escucharías si lo intentase?

Tragué saliva mientras te observaba atravesar el pasillo que unía nuestra habitación con la sala de estar arrastrando tu maleta tras de ti cargada de tantos recuerdos y sentimientos, cargada de los momentos que vivimos juntos en este lugar y de todos los te amo que nos hemos dicho.

¿Pesaba?

¿Nuestros recuerdos pesaban lo suficiente como para hacer que te quedes?

Una risa vacía abandonó mis labios una vez te vi frente a la puerta de salida con tu mano en el picaporte dudando de si salir o no pues una vez dieras un paso fuera de este departamento no habría vuelta atrás y ambos lo sabíamos.

Giraste en mi dirección y nuestras miradas se conectaron como muchas otras veces con la única diferencia que en tus ojos carmesí ya no había ilusión, aquellos ojos que se habían vuelto en mi propio sol ya no me miraban con el mismo sentimiento y sentí como si me hubiesen golpeado el estómago con tal fuerza que devolvería todo el alimento ingerido.

Parecías querer decir algo, pero en tu mirada veía la indecisión de si era correcto o no. Me acerqué unos pasos hasta estar lo suficientemente cerca como para hacer que levantaras tu cabeza para mantener nuestras miradas conectadas. Sonreí internamente por eso, nuestra diferencia de estatura siempre fue de mis cosas favoritas porque tu cuerpo encajaba perfectamente en el mío. Podía abrazarte por la espalda y apoyar mi mentón en tu cabeza mientras rodeaba tu cintura con mis brazos y unía mis manos sobre tu estómago, algo que siempre te gustó que hiciera.

Desviaste tu mirada para sacar algo del bolsillo de tu pantalón que deseé no ver en este momento porque sabía lo que significaba.

– Shouto... – presioné mis labios con fuerza negándome a soltar siquiera una lágrima al darme cuenta que esta sería la última vez en escuchar tu voz y ver tu rostro –. Te lo regreso.

– No es necesario. – de alguna forma me las arreglé para que no se escuchara el temblor de mi voz sin querer recibir el anillo que demostraba que alguna vez tu corazón me perteneció, pero en contra de mi voluntad tomaste mi mano enviándome una corriente eléctrica que viajó desde la punta de mis dedos hasta la planta de mis pies.

Quería llorar.

– No lo necesito.

Quería jodidamente llorar como si fuese un niño otra vez.

Tragué el nudo de mi garganta con dificultad viendo como depositabas el anillo en la palma de mi mano y te volteabas sin siquiera dirigirme la mirada —lo sabía— este era el adiós definitivo y el clic de la puerta siendo cerrada fue la demostración perfecta.

Ya no había vuelta atrás.

Ya no habría un futuro juntos como muchas veces soñamos despiertos en nuestras noches de insomnio.

Ya no habría más besos bajo la lluvia ni viajes a la playa para escapar de nuestras rutinas.

Todo se terminó en el momento en que diste la vuelta para salir por esa puerta sin mirar a atrás y, sabiendo que ya todo había acabado, me dejé caer al piso permitiendo que las lágrimas corrieran libremente por mis mejillas.

Dolía como el infierno y no había a quién culpar más que a mí mismo y a mis mentiras.

Lloré como cuando era un niño y mi madre dejó caer agua caliente sobre mi rostro, lloré como cuando volví del colegio para darme cuenta que mi primera y única mascota había sido atropellada por el auto de mi padre, lloré como cuando la policía llamó ese sábado por la noche para notificarnos que mi hermano mayor había muerto tras lanzarse a la línea del tren, lloré y lloré dejando que el dolor saliera tras cada lágrima sin hacer el mínimo esfuerzo por detenerme.

Perdí una vez más a alguien importante siendo esta vez el único culpable y ahora me tocaba pagar el precio de mis mentiras.

One Shots | TodobakuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora