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Pablo estaba asustado, Antonela había avisado que el futbolista estaba llegando y eso lo puso muy nervioso no solo a él, a Maia también. Al cabo de unos minutos el rosarino entro por la puerta de  la habitación.

— Es Messi, es Messi. — repitió Pablo codeando a Thiago.

— Si ya lo se es mi papá. — dijo obvio para salir a correr con sus hermanos hacia su padre. La cara de vergüenza que había puesto el futbolista del Barcelona no tenía desperdicio.

— ¡Papá! — gritaron los nenes.

— Eh' Hola. — saludo a sus hijos, alzó a Ciro y los cuatro caminaron hacia la mesa. — Amor

— Hola amor. — saludo Antonela besándolo.

Lionel bajo a su hijo y los nenes corrieron a la mesa, Maia se acerco al recién llegado, que la recibió con los brazos abiertos.

— Leo. — abrazo Maia a el fulbolista y el beso su cabeza. Ahora estaba más segura sobre lo que pudiera pasar esa misma noche.

— ¿Todo bien? — pregunto el.

— Si. — Suspiro asintiendo, sabía que estaba teniendo problemas con los productores de la serie en la que actuaba, por lo que no pregunto mucho y miro al chico que se mantenía al margen con sus manos en los bolsillos. Maia al ver eso lo tomo de la mano y lo hacerco a ellos.

— Es un gran fan tuyo. — agregaron los menores de la familia y Pablo se volvió rojo de la vergüenza.

— Un gusto, soy Pablo. — dijo el sevillano dandole la mano nerviosamente.

— ¿Vo' so' el que anda co' mi nena? — pregunto Messi. — Joda, joda un gusto Pablo, soy Lionel.

Si tranqui leo ya lo sabia ¿Quien no?

Los cuatro rieron, por el momento que habían pasado, rápidamente Lionel pregunto. — ¿Sabe' juga' al FIFA? — aprovechó la oportunidad.

— Si señor. — Pablo respondió cuál sargento.

— Decime leo, leo me llamo. ¿Amo' podemo' juga'? — Antonela asintió y las dos mujeres se fueron a charlar, mientras los varones jugaban a lo que encontrarán.

- Te noto nerviosa que pasa mai?- pregunto Anto una vez que estaban alejadas de ellos.

Ella negó sin saber que responder. - No se.

- ¿Es por pablo?- volvió a preguntar.

- No. - negó rápidamente. - El es un amor solo que siento que todo va muy rápido, ¿me entendes? 

- Te entiendo pero tampoco podes dejar de hacer tu vida solo por lo que dijo aquel pelotudo Maia. 

- Puede ser, pero y ¿si tenia razón Anto? - pregunto ella al borde del llanto.

- Santiago era un pelotudo, eso lo sabemos todos y hasta tus amigos dijeron que no le des bola. - Hablo la rosarina abrazándola. - No dejes de vivir tu vida solo por el.

ella asintió y siguieron hablando de distintas cosas hasta que llego la hora de la cena y todos se sentaron a comer.

— ¿Y hace cuánto estás en el barça Pablo? — pregunto Antonela.

— Desde los once años fui fichado en La Masía y desde allí no pare hasta meterme en la liga. — contó el sevillano. — ¿Leo volverías al Barcelona?

— Y la verda' no sé Pablito, no terminamos en lindos términos, pero estoy pensando seriamente las cosas con el PSG. — dijo el.

Siguieron comiendo, mientras Pablo felicitaba a Antonela por los increíbles ravioles. Todos se miraron confundidos cuando escucharon el timbre de la casa, pues ninguno parecía esperar a nadie.

— ¿Esperan a alguien? — pregunto Maia.

— No, que raro. — dijo Anto.

— Bueno voy abri' yo. — dijo Lionel.

— Que tal familia. — pronunció Rodrigo de Paul tranquilamente entrando a la casa, mientras se sacaba los anteojos. — trajimos el postre. — aviso dejando ver a la bolsa de helado y a su lado, Martina Stoessel su pareja.

— ¿Martu? — levantó la vista Maia.

— ¡Bebe! — grito Martina y Maia se levantó a abrazarla.

— Pablito! — dijo Rodrigo haciéndose el sorprendido y abrazándolo por los hombros. — ¿Cómo estás?

— Hola Rodri. — saludo.

— Amor déjalo. — le pidió Martina.

— ¿Por qué? Si somos amiguitos ¿no Pablito? — pregunto revolviéndole el pelo.

— Dale motorcito deja a Pablo y serví el helado. — dijo Maia.

— Si la princesa del plantel lo pide. — dijo Rodri levantando las manos, dejando a Pablo mientras el sevillano reía.

— Perdón, me obligo a venir, le dije que los dejé cenar tranquilos pero insistió mucho. — contó Martina cuando De Paul fue a buscar las cosas para el helado.

— No pasa nada Mar, sentate. — ofreció Antonela.

Una vez que todos se habían saludado, comieron helado y Rodrigo se la paso grabando historias.






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midnight rain; Pablo gaviraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora