Kensie
—¡Hogar, dulce hogar! —Naín se tira a mi cama.
—El trampolín está atrás. —dejo caer la mochila en su espalda y me recargo en ella—. Estoy cansada.
—¿De qué? Nunca haces nada. —dice sin moverse.
—Volar es cansado para tu información, más cuando un nuevo se quedó viendo otro culo que no era el mío y me dejó caer.
Comienzo a quitarme el saco y desabotonarme la camisa. Estoy asfixiándome. ¿En qué momento llegará la temporada de frío? Se está tardando.
Tiro el uniforme completo al cesto en la esquina, al lado del tocador. Quedo en boxer y top de tirantes negro.
—Ve sacando eso en lo que me baño. —le doy una nalgada, él se voltea quejandose del golpe.
—Animal —me dice— ¿No se supone que te bañaste hace un rato?
—Solo me enjuagué rápido porque alguien —levanto un poco la voz en la última palabra—, me apresuró porque pensó otras cosas.
Estampa una almohada en mi cara y va a buscar nuestro preciado tesoro en lo que entro al baño.
Supongo que tienen la duda de por qué casi me desnudo en frente de Naín (y si no la verdad no le importa, lo diré igual): es mi mejor amigo. Uno que nunca jamás me ha recorrido indebidamente, que ha estado ahí para darme un coscorrón cuando me siento atrapada y me gira enseñandome la salida.
Él no quiere nada conmigo, eso me ha quedado bastante claro. Y lo agradezco. Sería extraño, además...
—¡Mackensie hija de tu madre, no lo encuentro! —grita— ¡Makensiiieee!
Salgo envuelta ennuna toalla y mi cabello en otra. Se supone que no debería, pero a quién le importa. Todos hacemos cosas que nos hacen mal a la larga.
—En el closet —digo. Lo abre y apunta su interior, lo ha desordenado todo—. Entonces debajo de la cama.
Me encojo de hombros y le resto importancia. Nadie entra a esta habitación, o bueno sí, a limpiarla y esas cosas, solo que saben que el que rebusque más de lo escencial le traerá problemas a todos los demás. Y no tanto por mí, mamá es muy especial.
—Espero que no lo hayas perdido porque si alguien lo encuentra tendremos un gran, gran problema —comienza a sacar cajas, papeles, zapatos y todo lo que haya a su paso hasta que encuentra el objeto de su estrés—. Vístete rápido.
Saco un vestido verde pasto y me lo pongo por encima de la toalla, ya que está en su lugar busco algo de ropa interior sin agacharme, ya sería demasiada confianza con el tipo este.
—¿Alguna nota que quieras hacer? Aparte de aliento a cebolla.
Rio, me coloco las pantuflas y siento a su lado, en la cama.
—No sé, maybe... —miro al cielo—. Oh, ya. Es lindo cuando cocina, también me regaló postres cada semana. Decía que estaban inspirados en mí, más que nada unos con limón pero que eran dulces.
Naín está por anotar, sin embargo le arrebato la pluma y el álbum. Su letra es terrible, por lo menos mis contribuciones deberían de ser lindas e impecables, las suyas pueden ser un desorden si quiere.
—Una pregunta —hago un sonido con la garganta para que continúe— ¿Por qué siempre te pones algo del color del álbum cada que lo vamos a sacar?
—Costumbre, es como un ritual. —murmuro, termino de escribir, extiendo la mano hacia Naín y él me da la suya como un perrito, le doy un empujón—. La foto que está ahí dentro.
Abre el primer cajón a su lado y saca la polaroid que sacó antes de irme aquel día en el parque. En ella se aprecia el tipo de rodillas con sus mejillas rosadas y solo mis zapatos en la esquina inferior.
La coloco al lado de la otra en la que se aprecia entre sorprendido y divertido, esa también la sacó Naín el día que “casualmente” fui a su lugar de trabajo a comprar un pastel para mi hermanito que cumplía años ese día, luego me tropecé y caí junto con él haciendo un embarradero en mi ropa. Procedí a llorar, fue muy gracioso, la grasa del glaseado es dificil de quitar del cabello.
Él me levantó, ayudó a medio limpiar mi persona y me dio su número más otro pastel para mi hermanito. Estaba mejor que el otro, por cierto.
Lástima que ese hermanito no exista.
—Pobre chico, se veía que te quería. — Naín me muestra una imagen que compartió en su perfil donde habla de que no es el tiempo sino la persona.
—No me gusta su sentimentalismo... él es el número... cuarenta y nueve —anoto en medio de ambas fotos haciendo un circulo azul a su alrededor.
—Espera, ¿qué? Imposible —me arrebata el álbum de las manos, lo cierra y cuenta, uno por uno, mis contribuciones, luego hace lo mismo con las suyas—. Hiciste trampa.
—Quisieras.
—Dibujaste uno de más al inicio, estoy seguro.
Pongo los ojos en blanco. Me acuesto en la cama con los brazos detrás de mi cabeza y sonrío. Éramos tan inocentes cuando iniciamos con este pequeño reto que se hacía cada vez más “serio” y del cual pusimos fecha de cierre el día de nuestro cumpleaños dieciocho.
“La lista de novios” no era más que un juego sobre quién era más lindo y conseguía más novias (en su caso) o novios (en el mío). Las cosas cambiaron con mi primer cámara tipo polaroid, a los diez años, y se reinventó el asunto sin perder nuestra primer vitácora.
Naín se da por vencido, dejandose caer de espaldas en el colchón, justo a mi lado, con el álbum en la cara. Sube sus manos hasta el pecho, afloja la corbata roja y desabotona la parte superior de la camisa.
—Todos saben que soy más hermosa, sexy y extravagante. — quito el libro de su rostro.
—Si hablamos de extravagancia, el tinte rosa en tus greñas no se compara con mi cabello blanco natural.
Toco un mechón que cae en sus ojos:
—Yo lo veo color playera blanca percudida.Ah, creo que olvidamos mencionar ese detalle. Este tipo es albino: un delicado albino. Su piel no es del todo blanca, solo clara, de ahí sus ojos son oscuros y el cabello pues ya les dije, como playera sucia.
Aunque bueno, solo él dice que es albino. Yo y su madre y el doctor, le decimos que solo es muy blanco, de un rubio claro extremo y con mala vista.
Voltea a verme con sus hermosos ojos.
—¿Qué?
—Tengo hambre. —confieza, girando hacia mí.
—¿Quieres comer?
Sonríe con malicia. En dos segundos sostiene mis manos sobre mi cabeza y se coloca sobre mí a horcadas.Acerca la cara tanto, que siento su respiración chocar en mi naríz.
—¿Qué hay para comer?
...
¿Qué hay para comer?
En mi casa huevito con chorizo guisado... Ay no eso suena mal jajajaja pero sí acabo de comer eso. 🤣🤣¿Qué comieron ustedes?
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Álbum de los corazones rotos
HumorKensie es alegre y hermosa. Naín es amable y extravagante. Kensie usa su guitarra para hacer sentir especiales a los demás. Naín escribe y enamora a quien lo lee. La Kensie de 5 años decía que ella era más linda. El niño Naín, que podía tener más no...