Esa noche, como la mayoría de las noches, Aki y Himeno recorrían el distrito asignado a su misión; desgraciadamente no habían encontrado nada relacionado al Demonio de las Armas, de manera que, luego de una jornada especialmente infructuosa, Himeno propuso pasar al local al que solían ir antes de ir cada uno a sus casas.
Aki se encendió un cigarrillo y Himeno lo secundó, pidiéndole fuego. Lo miraba atentamente, casi con devoción, con el ojo que sí podía utilizar. Su contrato con el Demonio Fantasma la imposibilitaba de usar uno de sus ojos, el que le había ofrecido a cambio de utilizar uno de los brazos del demonio.
Himeno había perdido múltiples compañeros a lo largo de su carrera como vigilante y caza demonios en Seguridad Pública y Aki era quien más tiempo tenía ya siéndolo, de modo que, aunque sabía que eventualmente morirían ambos, buscaba pasar con él el mayor tiempo posible.
Secretamente, Himeno estaba enamorada de él.
Nunca se lo había dicho. Demostrado sí, de manera sutil y que ella creía regularmente, que Aki no había notado en absoluto. Sin embargo, y aunque Aki lo sabía desde hacía un tiempo para entonces, tampoco le había demostrado que lo sabía, principalmente porque no quería avergonzarla enfrentándola y también porque, sin entender por qué, él se sentía atraído por la señorita Makima, que era la jefe de ambos, en ocasiones, algunas leves, pero otras, de una manera francamente insoportable.
La veía de manera objetiva y le parecía atractiva, pero no encontraba nada especial en ella. Siempre pensaba eso cuando no estaba cerca de ella. Pero en cuanto llegaba al edificio de Seguridad Pública cada mañana y estaba en su presencia, se sentía completamente dominado. Una especie de atracción inevitable por su cabello de fuego, por su voz suave y su frialdad, pero sobre todo por sus ojos de ámbar, de mirada directa y fija, se apoderaba de él de tal manera que no lograba ni recordar otra cosa que no fuesen sus instrucciones.
Pero esa noche, la señorita Makima no sólo estaba más lejos de lo usual.
Himeno estaba mucho más cerca y él se sentía cada vez más lejano a ella.
Esa sensación no le gustó. Ni un poco.
Himeno era importante para él, no sólo como su pareja en un trabajo que demandaba todo de él, sino mucho más. No sabía si de manera romántica, pero sí sabía que le costaba mucho pasar tiempo alejado de ella, de tal manera que a veces dormía en el sillón del departamento de Himeno, con el pretexto de haber bebido demasiado y ser demasiado tarde para volver al suyo, o le ofrecía a ella el sillón en su departamento, usando la misma lógica. Himeno en esas situaciones se mostraba contenta y aceptaba, pero jamás había intentado nada más y por supuesto, él era demasiado serio para tener el atrevimiento.
Entraron finalmente al local y Aki retiró una silla con el pie para que se sentara, y se sentó, a su vez, en la silla al lado de la de ella.
Miraron un segundo los menús, aunque siempre pedían lo mismo.
- ¿Qué quieres? Hoy es mi turno de pagar - Exclamó Himeno, emocionándose mientras un mesero de rostro indescifrable les dejaba en la mesa dos tarros de cerveza helada. De inmediato, Himeno bebió un largo sorbo.
- Ramen. Con cerdo y dos huevos - Aki cerró el menú y bebió un sorbo de su tarro. Himeno hizo sólo una seña con sus dedos al mesero, que ya los conocía. Sabía que era la señal para pedirle el mismo ramen que ambos siempre comían allí.- Hoy ha sido un día inútil ¿Verdad? - Himeno se reclinó un poco al frente, sobre la mesa - Pero pronto encontraremos más fragmentos del demonio, ya verás - Trataba de animarlo. Aki agradeció el gesto, y extendió la mano con el encendedor para que Himeno se encendiera el cigarrillo que siempre fumaba justo antes de comer. Ésta lo extrajo de inmediato de una cajetilla en su bolsillo y se lo puso entre los labios. Por alguna razón, Aki la observó con mayor atención durante todo ese proceso y sus labios le parecieron harto atrayentes.
Himeno aspiró el humo y Aki se encendió rápidamente otro cigarrillo.
Así transcurrió aquella noche, fumando, bebiendo y comiendo, con la diferencia de que Aki propuso llevarla directo a su departamento después de aquello. Para Himeno no pareció nada particular.- Bueno, vámonos. Te llevaré a casa.
- Okay - Himeno se levantó y salió detrás de él.Caminaron en completo silencio. Himeno estaba satisfecha y se sentía realmente ebria, así que asumió que inmediatamente al llegar, se echaría a dormir casi de inmediato, posiblemente con la misma ropa que llevaba en ese momento, su uniforme. Aki, por su parte, no llevaba ningún cambio, de manera que tendría que llegar con el traje arrugado, pero no había nada que pudiera hacer. Finalmente, y luego de juguetear con sus llaves, no recordando nunca cuál era la que abría la puerta, entraron.
- Bueno, creo que debería ir a dormir - Himeno dijo esto seria, pero en realidad sonó sumamente graciosa. Tenía la voz completamente pastosa y los ojos se le cerraban, estaba relajada y sin reparar en absoluto en lo que hacía, comenzó a desvestirse frente a Aki, quitándose apenas el saco cuando éste la interrumpió ofreciéndole un cigarrillo nuevamente, que sabía que Himeno no rechazaría. De hecho, le sonrió - Ah, quieres que continúe con mi camino hacia la muerte - y le dio una calada honda, aspirando suavemente. Su pecho se irguió y la blusa que llevaba debajo de la camisa que ya estaba algo desabotonada, le dio la impresión a Aki de que se rompería en cualquier momento en la parte del pecho, mientras Himeno fumaba. Aki salivó, sin explicarse muy bien por qué, y sus ojos viajaron del pecho de Himeno, hasta sus labios, que de pronto se habían convertido en una imagen sumamente atrayente.
- ¿Puedo acompañarte? - Aki le quitó el cigarrillo de los labios y se lo puso inmediatamente en los suyos. Himeno, desconcertada, sólo lo miró, sin esperar o sospechar nada y el humo de la bocanada que Aki diese al cigarrillo, tenía un aroma muy acre, que le pareció agradable.
- Pues... Si tú quieres... Después de todo, hace frío... - Contestó extrañada, todavía sin entender lo que Aki, en su propio asombro, estaba proponiéndole.
Aki se acercó a ella y le retiró el parche con suavidad, sin que Himeno tuviese tiempo de oponerse. Pudo sentir lo cálidas y suaves que eran sus manos y por acto reflejo, se reclinó contra una de ellas. Aquello fue suficiente para que Aki cayera preso de los encantos, mucho más coherentes y explicables que los que veía en presencia de la señorita Makima, de Himeno, y la besó sin más, soltando el cigarrillo, que cayó, humeando al piso.
Ni siquiera llegaron a dormir en la habitación.
Sobre el sillón, Aki perdió por primera vez el control y se dejó llevar, completamente consciente de lo que hacía, por los suspiros, a su vez incontrolables de su compañera que no sólo no pudo resistirse, sino que no quería. No podía concentrarse en el pensamiento de que entonces, Aki sabía lo que ella sentía por él. Y no quería tampoco concentrarse en ello. Al hacerlo, no podría seguir. No sabía cuánto tiempo le quedaba a ambos. No, no podía pensar en ello. No con Aki sobre ella, besándola ansioso, como si la necesidad de estar allí, junto a ella, fuese tan básica y primitiva como abrir los ojos al amanecer.
Mientras todo transcurría y el deseo de ambos iba intensificándose, un cuervo reposaba en el quicio de la ventana de la sala de estar.
El cuervo permaneció allí durante un tiempo indefinible, el mismo tiempo que les tomó a ambos llegar al éxtasis, movió la cabeza, sin hacer un solo sonido y salió volando. Su aleteo distrajo un segundo a Aki, pero no lo suficiente como para disuadirlo a detener el placer que sentía o el de Himeno, que ya no era consciente de lo que sucedía, y pedía mucho más, entre gemidos y sollozos ansiosos.
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She's always listening
FanfictionMakima es, con toda la intención, el obscuro objeto de deseo de quien ella decida. Pero sin darse cuenta, puede que su perdición sea caer dominada por quien intenta dominar.