Cap. 10

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- Siento las molestias, Al-Haitam. - decía una voz infantil mientras la dueña de la misma miraba hacia el nombrado.
- No se preocupe. - Decía Al-Haitam en respuesta a la otra, aunque lo que le pedía era un incordio, este comprendía que era el más indicado para ello, ya que era el más confiable.
Si pensaba en los otros posibles candidatos para que se ocuparan del asunto, pocos nombres venían a su mente, pero cada uno de ellos tenía unas circunstancías que no compatibilizaban con esto. De todas formas Al-Haitam no descartaba que en algún momento esas mismas personas fueran de ayuda en aquello, debido a que era consciente de que más adelante muy probablemente tendrían que pelear, dando por sentado el hecho de proteger a quienes tendría bajo custodia de forma extensa.
- Al menos espero que el lugar sea del agrado de todos. - Miraba hacia un lado mientras pronunciaba esto último.
- Si, es más que suficiente, no tiene por qué preocuparse. Además con todas estas flores podemos disimular mi olor. - contestaba de esta forma Kaeya, el cual daba un sorbo a una taza que contenía té, y terminaba mirando el líquido que la misma contenía, quedando pensativo por unos instantes.
- Si es así, entonces está bien. Si en algún momento detecto a alguién peligroso ajeno a Sumeru, os lo haré saber, aunque espero que eso nunca pase. - Nahida mostraba su preocupación, y no era para menos, si hablábamos de que la amenaza se trataba del infame Dottore, era preocupante. Ya había hecho de Sumeru un infierno una vez, y aunque se le pudo parar los pies en cierto momento, quien sabe de lo que sería capaz en esta ocasión. Lo único cierto en la mente de la pequeña arconte era, que el hecho de que el fatui no supiera de la situación actual de Kaeya, no era una opción. Estaba segura de que aquel sujeto era consciente de esto último, aunque del pequeño no estaba tan segura. Si era así, al menos el niño podría librarse de las garras de aquella bestia, pero el joven frente a ella, estaba en cierto modo condenado a vivir perseguido.
Observando al bebé que yacía tumbado en una pequeña cuna improvisada, se podía aprecia como descansaba plácidamente. Cabello rojo brillante, y piel clara. Probablemente heredados de parte de la fuerte genética de su padre alfa. No había que ser un experto para percatarse de ello.
Tras unos minutos más de conversación, Nahida se marchaba y los dejaba solos. Estos tomaban la cena tiempo después y terminaban descansando esa noche.
Despertaban a la mañana siguiente y Kaeya echaba una mano con los quehaceres de la casa, eso además de amamantar al pequeño. Este aprovechaba a hacerlo en el interior del pequeño jardín donde había privacidad y podía tomar el sol durante al menos unos minutos. Al-Haitam a su vez se encontraba sentado fuera del mismo en una cómoda butaca mientras leía. De esta forma mataba dos pájaros de un tiro. Si alguien se atrevía a aparecer por allí, este se percataría y podría hacerle señas a Kaeya para que entrara a la casa y se escondiera. Ya lo habían llevado a cabo hacía pocos días ante la relativamente inesperada visita de Kaveh, el cual pareció no percatarse de su presencia, eso estaba bien. Indicaba que al menos el olor del omega estaba pasando desapercibido.
Un par de días pasaron para que el alfa volviera tras terminar la mayor parte de su trabajo. Estaba cansado y muy estresado, tanto que tomó a Al-Haitam y lo tumbó a la fuerza en el sofá, pidiéndole que no lo rechazara. No llegaron a consumar el acto, ya que el alfa tras besar al omega y aspirar su aroma, caia dormido sin remedio pronunciando su nombre justo antes de quedar inconsciente. Al-Haitam suspiraba algo molesto, se alegraba de tenerlo ahí, pero hacía tiempo que no tenía relaciones debido al trabajo y el problema con su casa. Cuando vivían juntos era cierto que discutían, se enfadan bastante, al final siempre lo arreglaban, pero esos días estaban haciéndose largos, y más si el idiota lo provocaba y lo dejaba con las ganas. Por un momento estaba dispuesto a usar su parte baja para satisfacerse, pero observándole con detenimiento no se llegaba a atrever. Kaveh se veía agotado y con ojeras bajo sus ojos, muy probablemente había dormido poco durante varios días, por lo que finalmente optaba por acariciar su cabello de forma suave y con cuidado de no despertarlo. Tras eso, rodeaba el cuerpo del alfa con sus brazos y caía dormido.
La mañana llegaba y con ello Kaveh despertaba. Aún tenía trabajo por terminar, pero se sentía frustrado además de culpable. Se decía a si mismo que cuando terminara los proyectos pendientes, le daría el gusto a su compañero de estar con él en el lugar que este deseaba.
- Al. - pronunciaba y besaba ligeramente sus labios, había dormido sobre su pecho la noche anterior y ahora se sentía descansado. Suponía que el hecho de estar cerca e impregnandose de su aroma lo ayudó.
En esos momentos pensaba en como eran sus noches antes del desastre que dejó su hogar inhabitable. Él trabajaba hasta la madrugada, y cuando se percataba de la hora, podía ver algo de comida y bebida que no había preparado él mismo. Al-Haitam aunque estuviera bastante enfadado a veces, y probablemente con razón, aún se tomaba la molestia de dejarle algo para comer. Tras hacerlo iba a la cama, donde descansaba plácidamente el otro para acostarse a su lado y abrazarlo. Como era normal por las mañanas despertaba solo la mayoría de las veces y se dedicaba a los quehaceres, ya que el escriba durante el día solía estar ocupado con su trabajo, y su trato era ese. En sus días libres se despertaban y pasaban su día juntos tomándose tiempo para satisfacer sus necesidades mutuas, lo cual le recordaba que hacía mucho no tenían tiempo a solas. Volvía a suspirar apoyando su frente sobre el el pecho del contrario, mordiendo su labio inferior en señal de desesperanza y frustración. Si no fuera por que estaba dormido...
Manos ajenas tiraban de Kabeh rápidamente acercándolo a la cara de Al-Haitam. Este se había despertado apenas unos segundos antes y observando lo que le parecía un lindo idiota, decidió dejar tanta tontería de su pensamiento y actuar.
El beso del omega era apasionado, tanto que el alfa se sentía algo abrumado. Pareciera como si fuera a deborarlo en cualquier momento. Ante esto Kaveh intentó levantarse para tomar otra postura o llevarlo a la cama, sería más cómodo, o eso es lo que pensó, sin embargo, el otro tenía otros planes, ya que al notar el movimiento del torpe alfa, se aferró con sus piernas y lo acercó aún más sin dejar de besarlo. Al parecer estaba dispuesto a hacerlo allí mismo.
Un par de segundos bastaron para que se separaran, no porque quisieran, sino por la llegada de alguien más, alguien muy insistente.

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