2. Garras y Colmillos II

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Puede que no te acuerdes, pero hace ya unos años subí a mi historia "Cajón Desastre" un pequeño OS sobre un vampiro y un hombre lobo, puedes ir a verlo, se llama, precisamente, Garras y Colmillos. Esto fue el intento de darle una continuación, ahora está en tu mano hacerlo.

-¿Qué pasó ayer?

La pregunta le pilla desprevenido, no porque la chica haya entrado en su habitación sin hacer el menor ruido, si no porque no sabe si lo que quiere saber es lo que a él se le ha venido a la mente, y por un segundo cortocircuita, porque ayer fue un día muy largo y no le parece normal que lo que primero se le haya venido a la mente haya sido exactamente eso.

-¿De qué me hablas, Mire?

-En el bosque –aclara, andando hasta sentarse con las piernas cruzadas en el diván que queda casi enfrente a la cama donde él está tumbado. –cuando Alfred y yo nos fuimos.

-Pues nada, no sé...

La rubia entrecierra los ojos antes de cambiar el cruce de sus piernas e inclinarse hacia adelante, como si fuera a leerle la mente, aunque el rubio tiene claro que no lo haría, pero lo que sí le gusta mucho a Mireya es leer las miradas, y en ese momento lee que le está ocultando algo y eso no se va a quedar así, por lo que se pone en pie y camina, se quita los tacones y sube las rodillas al colchón y sentarse sobre sus propios gemelos.

-Raoul Vázquez. ¿Qué es tan fuerte como para que no se lo cuentes a tu mejor amiga? ¿Te hicieron algo? ¿Descubriste alguna cosa extraña?

-Uno, no me hicieron nada; dos, no he descubierto nada "extraño" –marcó las comillas con los dedos, rodando los ojos –y tres, no es nada tan fuerte.

-Has dejado la respuesta más importante para el final, así que es más que fuerte.

-Mireya...

Suspira, y cambia su posición para recostarse al lado de su amigo, mirándole de perfil con una pequeña sonrisa en los labios.

-Venga, Ra... me puedes contar lo que sea. Ese... animal que se quedó antes de que nos fuéramos siempre te mira raro, y te quedaste sólo con él, ¿seguro que no pasó nada malo?

-Seguro que no pasó nada malo.

La chica se pasa la lengua por los labios, analizando la respuesta, jugando con la manga de su vestido y asintiendo en un gesto de confusión porque "me estás diciendo la verdad, pero...".

-¿Pasó algo bueno? Pero no descubriste nada, que para ti es lo mejor que puede pasar... ¿te concedió una entrevista para tu investigación? Porque sería raro, ese nos tiene más miedo que vergüenza, sería todo un logro de tu parte, es más pensaría que le habrías encantado, pero no te gusta hacer esas cosas... así que le habrías tenido que pers- ¡Raoul, dime que no!

Raoul, que había escuchado el monólogo de su amiga con el labio entre los dientes y una expresión de intentar entender el hilo de sus pensamientos, abrió los ojos como platos ante el grito de Mireya, hasta pegó un pequeño bote y se apresuró a escusarse.

-No le persuadí para ninguna entrevista, no hay entrevista, es una locura. Y sí, nos tiene miedo, aunque intenta ir de duro, es como un cachorrito.

-No le persuadiste para ninguna entrevista, pero...

-¿Sólo te has quedado con eso?

-Estas esquivando el tema –afirmó volviendo a erguirse en la cama, mirándole con los ojos cada vez más rojos por la euforia de lo que su cabeza estaba maquinado –eso sólo puede significar que pasó algo. ¡Pasó algo! ¡Alfred tenía razón, te gusta el lobo!

-¡Mireya Bravo! ¿puedes bajar la voz? Es que no voy a volver a dejar la ventana abierta.

-Podría entrar igual, amigo. Pero que me contestes, cabrón.

-No me gusta.

-Pero sí pasó algo, ¿a que sí?

-Crucé a su lado.

La rubia estuvo a punto de soltar una exclamación, pero luego reordenó sus pensamientos, de alguna forma eso era algo que había dado por supuesto, pero oírlo de primeras le había exaltado.

-Bueno no esperaba que fuera al revés, debe pensar que tenemos un conjuro y si entra ya no sale o algo así. Pero venga sigue.

-¿Te digo que he cruzado al pueblucho de esos animales y te da igual?

-No me da igual, pero me da más igual que el resto de la historia, no te hagas de rogar.

Raoul suspiró, era caso perdido intentar evadir el tema ahora y negarlo no le serviría de nada, así sólo le quedaba o sincerarse o retrasar el momento, y aunque con el licántropo se había visto muy decidido, la verdad es que le daba un poco de vergüenza contar su pequeño acercamiento.

-Cuando quedemos con Alfred, que si te digo algo a ti y a él no sabes que se enfada.

-Vampiro gruñón –refunfuñó su amiga, pero accedió, tumbándose otra vez –vamos a la cueva de al lado de la cala en unas horas, voy a visarle.

Antes de que pudiera despedirse, un remolino hizo acto de presencia para que, justo después, un pequeño murciélago negro escapara por su ventana. Dejando a Raoul dándole un par de vueltas a la cabeza.

Él siempre había sido el vampiro raro de la villa, si le tenían un mínimo de respeto era por ser el mejor amigo de la hija del Conde, pero no se libraba de algunos recelosos que no entendían su fascinación por los seres que desde el inicio de los tiempos habías sido sus contrarios, él estaba seguro de que aquello le venía de las historias que le contaban sus padres de pequeño, en ellas había hadas, duendes, brujas, vampiros... y hombres lobo, si podía tener curiosidad por los primeros, ¿por qué era tan mal visto que la tuviese también por los últimos? Definitivamente nadie más que sus amigos podía enterarse de que se habían besado, y ni un solo ser, ni si quiera sus confidentes, podía saber que esa noche había soñado con repetirlo... y seguir.

Sacudió la cabeza para alejar esos pensamientos y se dispuso a vestirse para acompañar a sus amigos a la cala, a lo mejor, aunque no lo creía realmente posible, podía evadir la conversación, porque no tenía muy claro como iban a reaccionar ante aquello... Si bien Mireya algo debía olerse, pues era la persona más intuitiva que conocía, y no le había mirado como si fuera un criminal, no sabía lo que pasaría al decirlo en voz alta, ni cómo se lo fuese a tomar Alfred.

[...]

Las Historias que merecen SerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora