13 de Febrero del 2018

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No había salido de mi casa más que para lo que me pedía mi madre y para la escuela, y sinceramente creo que estaba peor que antes.

-Doc. Creo que lo de quedarme en casa no es de mucha ayuda.

La verdad es que no tenía unos malos padres, me daban de comer, techo, recamara propia y si lo necesitaba me ayudaban con lo que les pidiera. El problema era que en casa no me sentía muy querida.

-Cuéntame, ¿Qué fue lo que pasó?

Siempre trataba de no pedir ayuda porque si lo hacía me hacían sentir como una inútil, me miraban mal o se la pasaban enojados todo el día. Si mis hermanos hacían algo mal, yo lo tenía que arreglar antes de que se dieran cuenta y por si no fuera suficiente, tenía las responsabilidades de la escuela, si no llegaba a casa con calificaciones perfectas todo era peor; no me pegan ni nada parecido, pero ese sentimiento de ser una buena para nada sigue ahí, y por cada día que pasa incrementa.

-Se me pasó decirle a mi hermano menor que lavara su plato y mamá estuvo de mal humor el resto del día.

- ¿Te hizo daño?

-¡No! Claro que no, ella es incapaz de hacer eso.

-Pero...

-Ya sabes, anduvo de malas y eso me arruinó el día. No entiendo cómo hace para que su mal humor se esparza por toda la casa y luego tengo que consolar a mis hermanos porque dicen que eso los pone "tristes".

-Eso es porque eres altamente empática.

- ¿Y eso cómo se quita?

-Me temo que no te puedo dar esa información.

- ¿Por?

-No creo que sea bueno en estos momentos.

Suspiré, me levanté y fui a la puerta.

- ¿Te vas tan pronto?

-Sí, no quiero que mamá se preocupe, no le dije que vendría.

-Pensé que no se lo decías a nadie.

-No, pero ahora que no he salido de casa creo que tal vez lo note.

-Cuídate.

-Eso intento.

Psicología asesinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora