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Taehyung bostezó grande mientras abría el candado y tiraba hacia arriba la lata que separaba el vidrio de lo demás. En medio de su bostezo salió vapor de sus labios, cómo no, eran las seis de la mañana, sentía hasta la punta de su nariz congelada. Estaba roja y los guantes que llevaba no le ayudaban de mucho para entrar en calor. Acomodó su bicicleta fuera del local entre medio de los fierros y entró.

Maldito jefe. Maldito maldito maldito. Kim Namjoon, el muy engreído se despertaba a las doce del día e iba a visitar el local una vez al día supervisando que Taehyung no fuese un vago todo porque tenía dinero. ¡No lo era! Apreciaba su trabajo aunque apestara, en serio. Era afortunado en tener uno para las fechas y sin nada más que su licenciatura de escuela. 

—Al menos tengo trabajo —hablaba solo, ya prendiendo la luz del recinto.

Prendió de inmediato el calefactor de la tienda y tomó un trapo para poder tener más limpio el lugar. Tener que atender la tienda de conveniencia no era tan terrible como pensarían, si no habían clientes en el mejor de los casos podía ver k-dramas y comer alguna que otra cosa, claro, escondiéndose de las cámaras. Alguna vez Namjoon le tiró un comentario de que los empleados no tenían permitido tomar cosas del local.

Sí, ajá, claro, solo si no me ven. Era astuto. Sabía en dónde ubicarse para comer.

Prendió la TV colgada en la pared y puso una playlist cualquiera de grupos femeninos de kpop actuales. Aespa sonaba, le puso en parte de buen humor aquella mañana fría.

Por el vidrio podía ver pasar gente que seguramente iba a sus trabajos. Resopló desprendiéndose de su abrigo y quedando en con el uniforme de la tienda terminando de pasar el trapo para quitar el polvo. 

Sonó el timbre que indicaba a alguien entrando.

—Buenos días —sonrió mecánicamente.

—Buenas.

Ugh, cliente gruñón. Un señor regordete con maletín, de seguro oficinista, ¡eran los peores! Como los odiaba, ver sus caras largas, sus venas llenas de cafeína y estrés que les volvía insolentes y maniáticos. Después de todo, su trabajo no eran tan malo si se comparaba con ellos. 

—Que música de mierda —dijo el señor, hablando para sí mismo mientras cogía un café de la máquina. 

Logró escucharlo.

Taehyung quiso escupirle y tirarle el trapo encima mientras se acomodaba en el mostrador. ¿Qué había dicho de sus apreciadas Aespa? Qué iba a saber el tipo. Debía ser un viejo sin gracia que se rehusaba a escuchar la música actual.

Observó como se acercaba a la caja con el café en mano y sacando su tarjeta de la billetera.

—Son diez wones —le dijo, sin sonreír. No se lo merecía. Para nada.

El señor ni siquiera le miró hasta que asintió. Fue ahí donde...

—¿Taehyung?

¿Eh? ¿Cómo le conocía el viejo amargado? 

—¿Sí? —se extrañó ladeando la cabeza.

—¿Kim Taehyung?

—Uh...¿sí?

—Diablos, hace tiempo no sabía de ti. ¿Cómo has estado?

Estaba tan, tan confundido. Él no tenía deudas con el banco. En serio que no. Rascó su cabeza con nerviosismo mientras le pasaba la máquina digital porque en serio no sabía quién era aquel señor. ¿Un ex de su abuela quizás?

—Yo...bien. Gracias. ¿Y usted?

—¿Usted? —se rio, recibiendo la boleta—. ¿Por qué me hablas formal?

THIEF → taekookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora