Abrió los ojos, Donghyuck estaba en una habitación que conocía muy bien sin embargo su cuerpo se sentía diferente. Era por la mañana, las nueve quizá, pero qué importaba.
—¿Qué haces? —le preguntó una voz a sus espaldas. Donhyuck se giró. estaba viendo por la ventana el campo verde que se veía desde allí.
—Observar el campo, ¿no crees que se vería mucho mejor si plantamos unos girasoles? —dijo con una voz femenina.
Donghyuck no tenía control de sus acciones. Lo estaba viviendo en primera persona.
Sintió como unos brazos envolvían su cintura y lo abrazaban por detrás. Un peso se apoyó en su hombro, era Mark.
—Se vería precioso. Hablaré con Deméter para que nos ayude.
Donghyuck le sonrió y besó su mejilla delicadamente.
—Te quiero mucho Makku.
—Yo te quiero más.
La visión se volvió borrosa. Cuando abrió los ojos estaba en otro escenario.
—¡Psique! ¿¡Qué has hecho!?
—M-M-Mark, perdóname yo no quería.
—¡Tú no querías, qué! Te dije que no podías ver mi rostro.
—Mark perdón yo... Te juro que no era mi intención.
—¿Por qué lo has hecho? ¿Tu sabes lo que acabas de ocasionar? Me voy.
—¿¡Qué!? No Mark, quédate conmigo, te prometo que nunca más te miraré pero no me dejes —le dijo agarrando su brazo para detenerlo, desesperada.
—¿Cómo voy a confiar en lo que dices si acabas de romper mi confianza? —la mirada llena de decepción de Mark hizo que empezase a llorar.
Mark se liberó del agarre y se marchó.
Todo volvió a cambiar.
—Diosa Perséfone, reina del Inframundo, vengo en nombre de la Diosa Afrodita en busca de su belleza.
—¿Por qué debería dársela a una simple mortal? —le preguntó la Diosa desde su trono.
—Por amor.
—¿Amor?
—Estoy haciendo unas pruebas para la diosa Afrodita para ganarme la confianza de su hijo. Le hice daño, dañe su confianza en mí y quiero su perdón.
—La confianza es lo más importante que debe haber en una relación, que estés dispuesta a hacer este tipo de pruebas, demuestra tu arrepentimiento y ganas de arreglar las cosas con tu amado —Perséfone se levantó de su trono y con magia hizo aparecer una caja negra. —. Aquí tienes, mi belleza.
Psique la cogió con cuidado.
—¡Muchas grácias de verdad!
—Espero que puedan resolver sus conflictos. Yo siempre soy partidaria del amor y más cuando decidí desobedecer a mi madre para casarme con Hades. Ten cuidado con el viaje de regreso al Olimpo. —Perséfone le sonrió y volvió a sentarse en el trono.
Todo se volvió negro. Cuando volvió a abrir los ojos, delante tenía a una hermosa mujer rubia. Estaban en el comedor del palacio de Cupido.
—Diosa Afrodita, ¿a que le debo su visita? Su hijo no se encuentra en casa ahora mismo.
—¡Oh lo sé, querida! Vengo por qué debo hablar un asunto contigo.
—¿Conmigo? —preguntó Psique extrañada.
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