Una Corta Historia de ¿Amor?

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Alexa tenía cicatrices al rededor de sus piernas, no recordaba cómo habían llegado ahí, pero las solía contemplar con disgusto y malgana, pues odiaba como lucían.

Felix la amaba, y al ver aquellas cicatrices no hizo más plantar un beso en cada una de ellas.
Alexa quedó boquiabierta al ver que las cicatrices desaparecían, los besos que Felix le había dado hicieron que se volvieran invisibles, no quedó rastro de que alguna vez estuvieron ahí.

Alexa quedó fascinada, así que con cuidado, abrió pequeños cortes en su piel y esperó para poder mostrárselos a aquel hombre que tenía el poder de curarla con sus besos.

Él no hacía más que mirarla, y besarla sin pensarlo un segundo, provocaba un cosquilleo y dejaba su piel lisa, pura.

Alexa comprendió que no importaba cuantas veces se hiriera, él siempre la iba a sanar, así que continuó rasgando su piel, una y otra vez.
Y Felix la besaba hasta que no quedaba una sola grieta en ella, quien se estaba rompiendo en mil pedazos.

Un día Alexa corrió en busca de Felix, impaciente y aguantando el picor que sentía en las piernas. Al descubrir el pequeño puñado de líneas desiguales, él hizo una mueca, y ella se preguntó por qué no la besaba.
Pero al mirarlo descubrió que Felix tenía los labios secos, manchados con sangre. Él se veía cansado, y le susurró; "No sólo te haces daño a ti, Alexa. He de admitir que no soy un ser de piedra. También me duele sentirte sangrar."

Y Alexa entendió que lo había herido, que cada vez que la sanaba a ella, habría una herida en él. Verlo así le abrió una pequeña grieta en el corazón, y lastimosamente, los besos de Felix no podían curar las heridas del corazón.

Los dos sabían lo que debían hacer, darse la vuelta e irse, sin decir adiós. Pero fue difícil, pues Alexa llevaba los labios de Felix tatuados en la piel, y Felix ya la había visto sangrar muchas veces.

El Placer de no Pertenecer Donde viven las historias. Descúbrelo ahora