Woo Sik había dejado que Soo Hyun se subiera a todos los juegos que le eran permitidos para su edad, y a pesar de que Han Do le dijo que no le dejara comer demasiados dulces, le había comprado cada cosa que su hijo le pidió, desde un algodón de azúcar, hasta un helado de tres bolas que realmente al pequeño le costó comer antes de que se derritieran y sus manos estuvieran llenas de dulce.
Si hubiera sido hace dos años atrás, todo eso lo habría tomado totalmente desprevenido, sin saber que debía tener un pequeño bolso de mano para llevar toallas húmedas, un cambio de ropa para su hijo, una botella de agua y tal vez algunos juguetes, aunque en ese día no eran necesarios porque su hijo estaba demasiado entretenido en los juegos, dejando salir expresiones de asombro en el momento en el que veía algo que le gustaba demasiado.
Woo Sik creía que aquella salida hubiera sido perfecta si Han Do los hubiera acompañado, pero su omega seguía colocando distancia entre ellos, como cada vez que pasaban su celo juntos y luego lo echaba del apartamento, y a veces al alfa le costaba no perder el control y escuchar lo que le era dicho.
Los dedos de Woo Sik acariciaron el cabello de Soo Hyun que en ese momento tenía una manzana acaramelada en sus manos y, parecía feliz en el momento en que sus pequeños dientes pudieron morder un trocito de esta, y luego le extendió de la manzana para que él también comiera un poco, y ciertamente el alfa ya no quería comer ningún dulce más, porque de todos los que compró para su hijo, siempre tuvo que probar al menos un poco o comerse lo que el niño ya no quería.
Pero su hijo parecía siempre querer compartir con él de lo que comía, lo que le hacía pensar que Han Do y él estaban haciendo algo bien al criar a su hijo, aunque en el fondo le daba la mayor parte del crédito al omega, ya que con él era con quien pasaba más tiempo Soo Hyun.
Recibió la manzana de su hijo y la acercó a sus labios, mordiendo un pequeño trozo del duro caramelo y luego se la devolvió a Soo Hyun.
—Gracias —le dijo.
Soo Hyun suspiró viendo a los niños que jugaban en un castillo inflable, en el que él ya había jugado por casi una hora antes y del que se cansó, y ciertamente, empezaba a sentirse agotado y quería regresar a casa, abrazarse a su papá Han Do y dormir hasta el otro día. En esa tarde no quería ir a la casa de su papá Woo Sik, por mucho que le gustara y que la señora Han preparara sus comidas favoritas, porque sentía que empezaba a extrañar a su papi.
—Papi, quiero ir a casa.
—¿Estás cansado? —el niño asintió —entonces vámonos.
Woo Sik ayudó a su hijo a bajar de la banca en la que estaban sentados y tomó su mano, sin importarle si esta estaba llena de dulce, porque no quería arriesgarse a que Soo Hyun se perdiera en el parque porque no había sido lo suficiente cuidadoso con él, aunque también pudo soltar su mano y observarlo todo el tiempo, pero esa le parecía la manera más segura para no perderlo, ya luego podría limpiárselas con toallitas para no manchar todo el auto de dulce.
—Papi, ya no quiero —murmuró Soo Hyun extendiéndole la manzana.
Woo Sik tampoco quería comerla, y sentía que comprendía a su hijo, porque habían comido tantos dulces que sentía que su estómago podría empezar a doler en cualquier momento, por lo que al pasar junto a un bote de basura lo botó en este.
El alfa no podía negar que tenía cierta debilidad por su hijo, queriendo complacerlo en todo para poder ver una sonrisa aparecer en su pequeño rostro.
Le hubiera gustado poder verlo cuando era bebé, tenerlo en sus brazos en ese tiempo, sin embargo, sólo tenía que conformarse con las fotografías que Han Do había tomado en aquel tiempo, y de las que en secreto se robó varias del álbum que el omega guardaba con tanto amor, pero no podían pedirle que no lo hiciera, porque esa etapa perdida fue algo que quiso experimentar.
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Inestable o Café (Completa en Joyread, Dreame)
Teen FictionWoo Sik nunca había pensado que estaría rogando por el amor de su omega, pero este simplemente no parecía querer saber de él, y cada vez que su relación parecía que podía avanzar un paso, siempre retrocedían diez. Han Do ya no era el mismo de años a...