PRÓLOGO: SUS OJOS

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-¿Te encuentras bien, Apollo?-dijo una voz detrás mío.

No necesitaba girarme para saber a quién pertenecía esa voz. Sonreí y la invité a sentarse a mi lado.

-Lo estaré-contesté yo-. No es lo peor que me ha pasado en la vida, lo superaré. No tienes de que preocuparte.

-No puedes decirme que no me preocupe. Decidí quedarme contigo el resto de nuestras vidas, lo mínimo que puedo hacer es preocuparme-respondió ella.
-...Gracias-dije-. Lo cierto es que no estoy seguro de que hubiese podido sobrellevar todo esto sin ti...
-No tienes por qué darme las gracias... No creo haber hecho nada que las merezca...
-No. Quiero que sepas lo mucho que te agradezco el que hayas aparecieses en mi vida, lo mucho que te agradezco el que me apoyases en mis momentos difíciles y lo mucho que te agradezco el que te quedases conmigo.-Pude notar como lágrimas amenazaban con salir de mis ojos-. Simplemente... Simplemente estoy agradecido por tu existencia.

Ella asintió. Sus ojos me miraron fijamente. Me encantaban sus ojos. Su color, su brillo... Y, sobre todo, la forma en que brillaban cuando sonreía. No era la primera vez que esa clase de brillo en los ojos de alguien me enamoraba, pero sabía que la persona que estaba detrás de ellos sería a la única que amaría durante el resto de mi vida.

-Me hace feliz oírte decir eso.-Su voz temblaba-. Cuando descubrí lo que era... Me asusté... No aceptaba las circunstancias de mi nacimiento y tenía miedo de que... De que... Tú... Tampoco lo hicieses...

La empujé hacia mí para abrazarla. Cómo algo tan pequeño y frágil podía tener tanta fuerza estaba más allá de mi comprensión, pero sabía que al igual que yo necesitaba su fuerza, ella necesitaba la mía.

-No te preocupes, porque te juro que de ahora en adelante no tendrás por qué tener miedo de lo que eres o lo que ocurrió en tu pasado.

Ella me miró a los ojos y yo le devolví la mirada. Puse una mano detrás de su cabeza y la acerqué hacia mí. Cerramos nuestros ojos y, en ese momento, nuestros labios se encontraron. Un escalofrío recorrió mi espalda y ya no pude contener las lágrimas. Pero, al menos, eran lágrimas de felicidad.

Ojos de BrujaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora