Parte 1

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La ceremonia comenzó, y todos los presentes mostraban respeto al caído, los padres de Neteyam estaban en primera fila, presenciando el cadáver de su primogénito; cada familiar cercano o amigo se acercaba para despedir el cuerpo, por fin era el turno de Aonung, la tristeza era evidente en su rostro desencajado. 

—Aonung —Neytiri lo agarro de los hombros y lo apretó. Las lágrimas rodaban descontroladas por sus mejillas— yo se el aprecio que le tenías a nuestro hijo, se lo difícil que es esto.

La mirada de Aonung estaba fija en el pálido rostro de Neteyam, éste parecía tranquilo, como si nada estuviera pasando, como si su reciente muerte fuera una broma de mal gusto.

—Como pudiste dejarme —sé susurró así mismo— Neteyam por favor despierta —sacudió levemente su rostro como si esa acción hiciera que despertase de su eterno sueño—

Finalmente Aonung cedió ante la trágica escena haciendo que la resignación poseyera su cuerpo; caminó hacia atrás para permitir que Neytiri y Jake despidieran a su hijo, y sin más, Neteyam fue sumergido en las profundidades para posteriormente ser absorbido por las plantas del Árbol de las almas.

—hermano —Tsireya me abrazo por detrás—yo se que lo amabas, que te confesarías ante el después de la guerra-suspiro— se que Neteyam sentía lo mismo, pudieron haber sido felices... Juntos.

—Juntos... —las lágrimas rodaron por mis mejillas sin control, sentí como mi cuerpo se ponía pesado y me desplome— Por qué ¡Maldición! -llanto desenfrenado— Neteyam...

—Aonung ¿Qué pasa? te he ganado nuevamente —agitó sus manos en mi cara— estás muy distraído en estos días ¿Algo te está molestando?

El mayor volvió en si, acomodándose en su Tulkum, para luego mirar hacia su amigo y sonreír de manera picara.

—Es porque te he dejado ganar Rotxo, ahora viene la carrera real.

Aonung regresaba a casa después de un largo día intentando actuar como si nada pasara, pero la verdad era que se sentía completamente deprimido, los recuerdos de Neteyam estaban frescos en su mente y era imposible ignorar el dolor en su pecho, el dolor de no poder verlo más. Tras tales sentimientos, Aonung cayó rendido ante el embriagante sueño.

—Aonung, ¿Aonung eres tú?—me miraba con esos brillantes ojos, resplandeciente como la última vez que te vi—

—¿Neteyam? ¡Neteyam! —lo abracé tan fuerte como pude, no pude evitar que mis lágrimas cayeran dramáticamente en su pecho—

—Qué sucede, ¿Por qué lloras? ¿Estás lastimado? No me digas que los humanos volvieron a atacar —dijo Neteyam, angustiado—

La escena frente a los ojos de Aonung era surrealista, era como si Neteyam aún siguiera con vida, pareciera como si en algún lugar él aún existiese, pero antes de que Aonung dijera algo más Neteyam se desvanecía y lo dejaba solo y desamparado.

—No te vayas Neteyam, ¡no me dejes!

Aonung se despertó agitado, miró frenéticamente a todos lados buscando a su amado, paró cuando se dio cuenta que todo había sido un sueño volvió a la resignación y solo sollozo levemente.

—¿Hermano, estás bien? De nuevo soñaste con él ¿Verdad? —suspiro—tal vez tienes que ir a visitarlo al árbol de las almas, ya no puedes estar así.

—tal vez —mire a mi hermana con cansancio, su recuerdo parecía atormentarme cada noche—

Aonung no volvió a dormir, caminó en silencio hacia la salida de los dormitorios y se adentró en el mar, el único lugar en el que realmente podía sentir paz. El mar parecía un cielo estrellado, lleno de luces, y ni hablar de los animales que lo habitaban, eran resplandecientes como luciérnagas, era el lugar perfecto para pensar y despejarse; Aonung miraba los alrededores intentando sentir cada parte de el hermoso paisaje, llegando así a visualizar una sombra sospechosa en la orilla, se acercó suavemente intentando no llamar la atención, pero en poco tiempo se dio cuenta de quién se trataba.

—sonrió— Parece que tú tampoco podías dormir Lo'ak

—Hola, Aonung, ¿no quisieras acompañarme? —palmeo la arena para que el mayor se sentara— estas despierto por lo mismo que yo.

—Si te refieres a él entonces si, estoy despierto por lo mismo —me senté a su lado y mire como las olas golpeaban la orilla— siento que todos se olvidaron de lo que pasó, de nuestra pérdida.

—Sabes... Lo extraño mucho, mamá intenta hacer como si no pasara nada, pero puedo escucharla llorar todas las noches —Aonung puso con cuidado las manos del menor en las suyas— perdí a mi hermano, a mi mejor amigo.

La conversión se vio pausada en ese momento, solo miraban el mar en silencio, hasta que el sol apareció en lo lejos, ahí fue cuando supieron que era hora de irse, cada uno caminó por su lado, y regresó a casa en silencio.

Aonung seguía inquieto, sabía que debía hacer algo, pero qué era lo que debía hacer, pensó para luego recordar lo que su hermana le había dicho, el árbol de las almas era su única opción para verlo una vez más, para poder sentirlo nuevamente.

Corrió hacia la habitación, en la cual ya hacia su hermana sentada en la hamaca mirándolo fijamente, nervioso, solo la miraba de reojo y se acomodaba en su hamaca.

—Adonde fuiste, Aonung.

—Solo fui a nadar un rato—el menor se rasco la nuca y la miró fijamente—Pensé en lo que dijiste y tienes razón voy a ir a visitarlo, ya ha pasado un año desde la última vez.

Al día siguiente Aonung hizo sus labores como de costumbre, parecía más animado de lo común; y todos se dieron cuenta de tal repentino cambio. Regresó a casa y no paraba de sonreír, se sentía entusiasmado con solo pensar que por fin vería a Neteyam nuevamente.

Ya ahí Aonung se acercó al Árbol de las almas, tomó su trenza y antes de hacer cualquier cosa se preparó para el momento tan esperado. Se aproximó a una de las plantas e hizo la conexión, podía sentir a Eywa y también podía sentir a su amado cerca. Sintió una sutil caricia en su hombro, y sin más esperó paciente a que su Neteyam se acercara, ya frente a él, sonrió ampliamente y lo abrazó tan fuerte como pudo; el menor devolvió el abrazo y sólo quedaron en silencio mirándose por unos segundos.

—Neteyam, yo... Me haces mucha falta —sollocé mientras lo miraba—te necesito, cariño, te necesito tanto—el llanto se hizo aún más intenso—

—Aonung, porfavor ya no llores más—secando las lágrimas del mayor— te veo

Las palabras hicieron que las lágrimas del mayor pararan de pronto para luego mirarlo con rebosante felicidad.

—Cariño, yo también te veo.

Dijo Aonung antes de caer desmayado sobre el agua. Minutos después una sombra misteriosa apareció cerca del cuerpo revisando sus signos vitales, y confirmando su bienestar, al sacar el rostro del agua era Kiri, quien siguió al mayor para asegurarse de que no pasara nada.

Kiri dejó a Aonung en la orilla para luego adentrarse hacia el árbol de las almas, parecía decidida y preparada para lo iba a hacer.

—Porfavor funciona—kiri acercó su trenza a una de las plantas del árbol y la entrelazo—Eywa se que me escuchas, por favor devuélveme a mi hermano, ten piedad de estas almas destinadas, no los hagas sufrir—sintió como energía salía de su cuerpo y se funcionaba con el árbol

Pero éso duró poco, ya que involuntariamente la conexión se detuvo, haciéndola volver en sí. Ante tal desprecio, Kiri se retiró, sin antes dejar unas palabras.

—Eywa, gracias.

Minutos después de que Kiri se retirara, el árbol alumbró de forma única, haciendo que los animales se acercaran curiosos a lo que vendría, pero sólo duró unos segundos antes de que volviera a la normalidad.

Aonung seguía tendido inmóvil, pero podía escuchar los ruidos a su alrededor, el agua chapoteando y pisadas sutiles; pero se seguía preguntando por qué no podía abrir los ojos.

Un roce sutil en su rostro lo hizo reaccionar del trance, y de forma inmediata abrió lo ojos como platos; la vista aún era borrosa pero no pasó mucho para poder ver con claridad, lo primero que vió hizo que Aonung se quedara en shock por unos segundos, no podía creer lo que estaba viendo, ¿Acaso aún seguía conectado con Eywa?

—Cómo es posible...

MÁS ALLÁ DE LA MUERTE (AONUNG X NETEYAM)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora