Prólogo

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"Es gracioso que seas tú el lastimado, pero yo soy la única que necesita ser salvada. Porque cuando nunca ves la luz es difícil saber cuál de nosotros está hundiéndose."

Stay - Rihanna


Unos cuantos meses atrás:

Las voces emocionadas de los periodistas deportivos narraban los hechos de aquella noche casi con la misma emoción de los fanáticos que ahora celebraban el título de campeonato.

—¡Mason y Romero consiguen coronar a Los Angeles Kings tras una década sin un triunfo en el condado de California, Louise! —comentaba casi histérico el reportero desde el estadio, que ahora era apenas visible en medio de la lluvia excesiva de papel dorado y azul rey.

Las cámaras se enfocaron en las dos grandes figuras del partido: dos hombres. Tan distintos entre sí como sus estaturas. El primero y más alto, un moreno como la canela. El segundo, un fornido rubio como el sol de las playas de Malibú.

El de cabello oscuro abrazaba emocionado al otro, aunque por un breve instante su toque pareció ser más de conforte que de felicitación. Fue entonces cuando el rubio se volvió hacia varios sitios, como si buscara algo entre el mar de caras que los rodeaban.

Una espectadora miraba la escena emocionada a muchos kilómetros de distancia del espectáculo.

—¡Sienna, están esperando por ti! —le apresuró su madre entrando a su habitación sin anunciarse.

Esta intentó apagar el televisor en medio de prisas, como si hiciera algo malo y hubiese sido descubierta. En cambio, la mujer madura vio hacia la pantalla y le impidió hacerlo. Sabía que ella necesitaba ver esto aunque no se lo reconociera en voz alta.

—Así que lo consiguió. Al fin cumplió su sueño. —murmuró perdida en la dicotomía de sentimientos que rodeaba todo el momento.

—Sí. Al fin. —respondió Sienna con un nudo en la garganta que le había creado la mezcla de orgullo y nostalgia.

¡Qué ganas de que la estuviese extrañando a ella! ¡Qué ganas de ser lo que buscaba con tanto anhelo entre aquel mar de personas!

Quería pensar que la respuesta a aquellos deseos estaba en las entradas ignoradas en el fondo de un cajón de su escritorio, pero las heridas emocionales hacían que hasta las más evidentes intenciones se sintieran como algo ambiguo. Y algo más destructivo le impedía aclararlas: el miedo.

Miedo a salir lastimada. De nuevo. 

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