Capítulo 5

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"Quiero sanar, quiero sentir como si estuviera cerca de algo real. Quiero encontrar algo que he querido desde hace mucho. Un lugar al que pertenezca."

Linkin Park - Somewhere I Belong

El día siguiente sería Halloween. Sienna invitó a Aidan para una pequeña fiesta que daría en la casa para Dakota y sus amigos, pero su agente lo había llamado para recordarle que tenía una junta de negocios con unos representantes de Adidas para un posible lanzamiento de calzado con su nombre. Empezaba justo media hora antes que la celebración. Y Dios sabía que no se podía dejar embarcado a Thomas Richard. Él podría ser un hombre pequeño, regordete, con cabello castaño rojizo y un rostro lleno de pecas; que algunos idiotas pensaban era motivo suficiente para burlarse; hasta que abría su gran boca y los ponía en su sitio con su nada decente léxico que presumía haber heredado de sus antepasados escoceses.

Coincidencias como la anterior eran los aspectos negativos de ser un jugador estrella de la NFL. Cada día que pasaba lejos de Dakota, sentía que se perdía un acontecimiento importante: su primera palabra, el descubrimiento de su primer diente, sus primeros pasos, y eso le pesaba demasiado. Tras el divorcio aun más. Si tuviese la posibilidad de echar para atrás el tiempo, haría tantas cosas de forma distinta.

Con el plato vacío de lo que Meredith, una chef a la que tanto él como Sienna solían recurrir a menudo, había preparado para él con las especificaciones del nutricionista del equipo, recordó con una amargura plastante la noche en que se había sentido así por primera vez:

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Estaba harto de llamar a Sienna una y otra vez. Primero se dijo que sería por una disculpa, pero a medida que ella no respondía sus llamadas con el pasar de las horas, decidió que tenía la intención de echarle en cara lo infantil que estaba siendo. Aunque él no se quedaba muy atrás.

Miró el reloj y eran las once menos cuarto de la noche cuando, harto de su actitud, y más preocupado de lo que se quería reconocer; decidió presentarse en su casa. Utilizó la llave de emergencia que Sienna le había dado y entró sin anunciarse. Todo estaba en silencio y las luces apagadas. Pasó por el cuarto de Dakota y respiró aliviado al ver que su pequeña dormía plácidamente en su cuna con el pulgar derecho en la boca. Acarició su fino cabello, tan dorado como el de él a su edad, con suma delicadeza para no despertarla y siguió su camino hacia la habitación de su ex esposa. Cómo odiaba ese condenado adjetivo. No había manera de que se acostumbrara a llamar a Sienna de esa manera, ni mucho menos a sentirlo.

Un tenue halo de luz se escapaba por debajo de la puerta la cuál abrió con precaución, por si se había olvidado apagarla antes de quedarse dormida. Pero no lo estaba en absoluto, la encontró con la colcha a la altura de la cintura y con las piernas abrazadas a su pecho. Tenía el rostro surcado de lágrimas. Ella, sorprendida de verlo, se limpió los rastros de llanto a su vez que abría los ojos de la impresión por verlo aparecer tan de repente.

—¡Aidan! ¿Qué haces aquí? ¿Por qué vienes a estas horas?

Sin pedir permiso o detenerse por cualquier otra cosa, se dejó caer a un lado de su cama y le tomó la cara entre sus manos.

—¿Qué está mal, Sienna? ¿Por qué lloras? —Tenía un nudo en la garganta de sólo pensar que estuviese en ese estado por su culpa. Ya había hecho suficiente daño con anterioridad, por lo que la posibilidad de seguir pateando su corazón no hacía más que incrementar los remordimientos que ya tenía.

Ella se retiró de su toque y recostó su cabeza contra la parte superior acolchada de la cama. Sólo lo miró sin poder decir nada. Fue entonces cuando Aidan cayó en cuenta que tenía un vestido casual y su maquillaje estaba desgastado. Un sentimiento muy distinto al de la preocupación comenzó a surgir en su pecho. Uno más mortífero y abrasador.

—¿Él te hizo algo? —Ella negó con la cabeza sin decir más.

Examinó las partes de su cuerpo que quedaban al alcance de la vista a la espera de reconocer la marca de alguna agresión, pero no pudo encontrar ninguna. Además, Sienna podía ser amante del yoga y la paz interior, pero si algo sabía muy bien él, es que era más que capaz de poner a un hombre de rodillas si trataba de propasarse. Había tomado clases de autodefensa en el pasado y era condenadamente buena en ello.

Miró a sus labios y el entendimiento lo golpeó fuerte cuando reconoció la culpa en su mirada. Parecían besados. Muy besados. Lo reconocía porque él los había dejado de esa manera en innumerables ocasiones. Rechinó los dientes con rabia y apenas fue consciente de ponerse en pie. Pasó la mano por su boca dándose tiempo a sí mismo para tratar de reunir cualquier resquicio de calma que pudiese tener, pero estaba más allá de poder conseguirlo. Siempre había sido celoso con ella, pero sabía controlarse porque Sienna jamás le había dado algo por lo que preocuparse, hasta ahora.

—¿Te acostaste con él? —Esperó hasta que ella finalmente respondió. Era estúpido negarlo. Ambos se conocían demasiado como para saber cuando no estaban siendo sinceros el uno con el otro. No en vano habían estado juntos durante cuatro años.

—Sí.

Rió de una forma muy poco feliz.

—O sea que mientras yo estaba llamando como un desquiciado pensando que podría haberte pasado algo, en realidad estabas acostándote con ese tipo. —Parecía estar hablando más consigo mismo que con ella. Fue luego cuando se acercó para mirarle desde arriba— ¿Esa es tu venganza, Sienna? Querías que sintiera en carne propia lo que yo te hice ¿No es así?.

No respondió. ¿Cómo podría hacerlo si apenas podía pelear con las lágrimas? Además, puede que tuviera razón. ¿Cuántas noches se había quedado despierta imaginando, con oscuro placer, cuando le dijera a la cara que también se había acostado con alguien que no fuese él? Aquello que vio en su mente en nada se parecía a esto. El dolor los corroía al verse tan rotos y sin saber cómo remediarlo.

—¿Sabes una cosa? Lo lograste, Sienna. —Le echó él a la cara. —Felicidades.

—¡Tú también me heriste, Aidan! —replicó ella con rabia. Era más fácil molestarse con los demás en lugar de reconocer los errores propios.

Él se encogió de hombros, como si pudiera restarle importancia a tal hecho.

—Entonces estamos a mano. La cosa es que siempre pensé que eras mejor que yo. Que no te merecía. ¡Que era un jodido suertudo por haberte conseguido y un maldito idiota al permitir que te fueras! Y lo cierto es que ambos somos iguales: tenemos la terrible capacidad de herir lo que más amamos. Al menos en mi caso es así. En el tuyo ya no puedo dar nada por hecho.

De repente experimentó el peso de una derrota tal que no alcanzaba a describir. Y no era poca cosa cuando tomabas en cuenta que estuvo en un par de ocasiones bastante cerca del Super Bowl, pero así eran las cosas cuando se trataba de Sienna: nada se le comparaba. Nada estaba a su altura. Sólo ella, y ahora Dakota, tenían la capacidad de herirlo casi de muerte. Por muy dramático que sonase.

Y se fue de allí, deseando poder tener la capacidad de echar el tiempo atrás para poder evitar tantos daños colaterales. Pero más que nada, corrió antes de que ella pudiese admitir lo último que él le había reprochado.

Ese era su peor temor y no tenía la fuerza necesaria para hacerle frente justo en aquel momento. Con una noticia de mierda a la vez le bastaba.

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Super Bowl: juego final de campeonato de fútbol americano.

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⏰ Última actualización: Mar 09, 2023 ⏰

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