15- Venganza

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Era lunes, iba a ser un día cualquiera, pero Rubén y Alejandro no iban a ir a clase. Hoy era el día que iban a conocer a los dos italianos.

Estaban ya preparados, Rubén portaba una sudadera negra con unos jeans negros, en cambio Alex llevaba una sudadera azul y unos vaqueros blancos. Acababan de terminar de desayunar.

—Ay, se me ha olvidado enseñarte una cosa. —Rápidamente Alejandro se levantó de la habitación y agarró el cuadro ya seco para llevarlo a su amigo. —Encontré la inspiración ayer.

Rubén se secó las manos y agarró el lienzo pintado con cuidado. Observó todo los colores, toda la gama de colores azulados y verdosos que había colocado, luego se veía el contraste en el rojo banco y luego la chica, muy bien pintada y se notaban todos los detalles.

—Wow... Me he quedado sin palabras, es tu mejor trabajo sin duda. —Se lo devolvió con cuidado. —¿Sabes quien es la chica?

—Si, se llama María Isabel, pero la gusta que la digan Masi. —Dijo mientras colocaba el cuadro con cuidado en su porta lienzos. —Después de que la señorita me ponga la nota, he quedado en que se lo voy a regalar.

—¿Vas a quedar con una desconocida? ¿Que sabes de ella? —Se colocó los zapatos y miró a su amigo.

—Solo sé su nombre y que es psicóloga, para tener su número me dio su tarjeta. —Agarró la tarjeta y se la entregó a Rubén. —No creo que ahora una psicóloga esté loca. —Se colocó también los zapatos y el abrigo.

El rubio leyó con atención la tarjeta de la chica y buscó la consulta de la misteriosa chica. —¡Joder Alex! —Exclamó sorprendido y vio que era una psicóloga muy popular a nivel nacional.

Alejandro abrió la boca de golpe, completamente sorprendido y extrañado, ¿por qué últimamente que se acercaban a alguien era conocido?

—Aquí pone que ha escrito un libro sobre la salud mental y otro sobre la sexología. —Comentó curioso Rubén mientras Alejandro agarraba su porta lienzos. —Podríamos comprarlos y echarlos un ojo, dice que toca todas las sexualidades posibles y todas las formas de entender a alguien en la cama.

—¿Tiene alguno para decirle a una persona que es un capullo? Se lo podría regalar a Guillermo y a Frank. —Apretó con fuerza el asa de su bolsa y abrió la puerta de casa.

—¿Has hablado con alguno de esos dos? Guillermo le ha dicho a Samuel que está preocupado por ti, que te ha llamado un par de veces y no contesta. —Salió para que Alejandro pudiera cerrar.

—He visto sus llamadas, también he visto las de Frank, y por cierto, ¿le puedes decir a Guillermo que pare de llamarme? Es que no me apetece aguantar sus mentiras. —Cerró de un golpe seco y caminaron hacia la sala de profesores.

Rubén asintió en silencio, realmente veía a su mejor amigo molesto todavía, ya habían pasado dos días, pero seguía con ese cabreo.

Alejandro le entregó el dibujo a la profesora de artes plásticas, está se lo agradeció y se fueron. Caminaron a la entrada principal de su facultad y Rubén escribió a uno de los chicos.

—Me han dicho que ya están de camino. —El rubio guardó su teléfono móvil en el bolsillo y miró a su amigo, el cual asintió suavemente. —También le he puesto a Samu que no quieres saber nada de Guillermo...

—Gracias... —Susurró y miro a dos chicos con maletas, uno se coloco las gafas observando viendo coincidir la descripción del rubio con alguien hasta que lo localizó.

—Hola. —Se acercaron los dos y estrecharon sus manos entre si. —Yo soy Miguel Ángel, pero puedes llamarme Mangel y él es mi amigo Manuela, pero podéis llamarlo Lolito. —El chico con una gorra en la cabeza asintió.

—Yo soy Rubén y este, es mi compañero de piso y mejor amigo Alejandro. —Señaló a su amigo y sonrió. —Si queréis vamos a vuestra habitación a que coloquéis las cosas y luego os enseñamos todasana las cosas.

El castaño asintió y caminaron los cuatro juntos, por delante Rubén y Mangel estaban ha lanzado de las carreras en España y los de atrás, estaban callados, no decían ninguna palabra.

—Bueno... —El italiano decidió romper el silencio. —Alejandro es un nombre bonito.

—Muchas gracias, Manuela tampoco esta mal. —Contestó con una sonrisa metiendo las manos en sus bolsillos.

—Si, pero me gusta más que me digan Lolito. —Miró el perfil del chico con una ligera sonrisa y volvió a mirar al frente. —¿Que tal aquí? Digo, ¿te gusta la carrera?

—Muy bien, me la esperaba más artística, pero me gusta muchísimo. —Lo miro de vuelta y observo los mechones castaños oscuros que salían de la gorra del más alto.

Siguieron hablando un par de cosas más hasta que llegaron a la habitación, donde los recién llegados pudieron ordenar sus cosas en paz y tranquilidad.

Samuel estaba observando la pantalla de su ordenador, mirando un poco por encima los presupuestos. Estaba con la corbata un poco desarreglada y no tenia la americana puesta.

Su móvil vibró, este desvío la mirada de la pantalla y observó esta vez, la pantalla de su teléfono se ilumino con unos mensajes de un número desconocido. Desbloqueo la pantalla y vio como le habían llegado varios mensajes de amigos suyos los cuales no llegó a entender.

—¡Samuel! —Entró Guillermo corriendo observando a su amigo pálido.

—¿Qué pasa? ¿Por qué gritas? —Se coloco la corbata viendo a su amigo fijamente.

El castaño desbloqueo su móvil y se lo enseño a su mejor amigo. Habían sido publicadas algunas imágenes besándose con Rubén en la fiesta, dónde se leyeron mensajes de pervertidos, homofobia, entre otros más.

El rostro de Samuel se volvió pálido, no se lo podia estar creyendo, ¿cómo es posible que alguien haya sido tan hijo de puta de publicar las fotos en forma de anonimato? ¿Rubén se hará enterado de esas fotos?

—¿Esto es una broma? —Miró perplejo a su amigo y este se encogió de hombros, cuando una llamada interrumpió su silencio.

—¿Se puede saber que publicaciones son esas Samuel? —Una voz cansada y vieja se escuchó al otro lado de la línea.

—Yo también me alegro de oír tu voz, abuelo. —Contestó con ironía acomodándose mejor en su asiento y colocando su móvil en altavoz para que Guillermo pudiera escuchar.

—Samuel, esto es serio. —El abuelo resopló cansado y miro su pared. —Necesito que desmientas las fotos, por el bien de la empresa. Sabes que no tengo ningún problema con que seas gay, o bisexual, pero esto es serio, algunos accionistas me han comunicado que quieren abandonar la empresa.

Samuel se quedó en silencio, pensando seriamente en las palabras de su abuelo. —¿Qué pasaría si no lo desmintiera?

—Que estaríamos acabados Samuel, eso pasaría. —Nada más decir eso colgó, dejando a un Samuel con una decisión difícil de tomar.

Tenía dos opciones, salir a desmentir que era él y olvidar eso, o confesar que era él y tentar a la suerte.

Del revés || rubegettaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora