28- Una boda con errores

80 14 4
                                    

Samuel y Rubén seguían teniendo cosas cuesta arriba desde su encuentro. El cumpleaños de Samuel fue como un pequeño rayo de sol en una tormenta, es ese brillo que es precioso cuando sale, es pequeño antes de que las nubes lo vuelvan a tapar y sabes que en un futuro saldrá un arcoíris.

En público fingían muy bien, pero en privada Rubén le castigaba sin dirigirle la palabra, a penas lo miraba. Era algo frustrante para el mayor, el cual no había hecho nada malo para recibir ese voto de silencio tan estupido.

Ese día era viernes y los chicos habían tenido una excelente velada en uno de los restaurantes más prestigiosos de Madrid. Ahora en el coche reinaría el silencio, si no fuera por la radio.

A Samu ya estaba cansado de esta infantería que se traía Rubén, por favor, no puede hacer esas cosas.

—¿A dónde vas? —El rubio preguntó cuando levantó la vista de su teléfono y vio que ya no estaban de camino hacia su casa.

—¿Ahora si me hablas? Que bien. —La voz de Samuel era sarcástica. —¿Qué te pasa?

—A mi nada. —La voz del rubio era seca. —Quiero irme a casa.

Samuel se mordió las mejillas por dentro y fue hasta un aparcamiento para parar el coche, con las puertas cerradas.

—No nos vamos a mover hasta que me explique que problema tienes.

—Vale. Me arrepiento de haberlo hecho contigo. —Samuel trago saliva al escuchar las palabras tan tajantes. —Tengo ganas de acabar el puto contrato y no tener que volver a relacionarme contigo nunca más. —El rubio suspiró entre cansado y liberado, como si llevara mucho tiempo reteniendo esto. —No quiero estar perdiendo mi juventud en una relación de mentira cuando puedo encontrar al amor de mi vida por ahí.

—Lo entiendo. —Samuel susurró mirando su volante antes de volver a arrancar el coche. —Te llevo a casa.

—Gracias. —El rubio volvió a dirigir su vista al teléfono. —Pero que lo sepas que voy a cumplir con los meses que me quedan de contrato.

—Vale. —Y fue lo último que se dijo en todo el viaje de vuelta a casa.

Samuel había acabado dolido, pero se lo había buscado.

—Ya estamos. —El moreno anunció dejando el coche en doble fila en frente de la residencia de Rubén.

—Gracias. —Se desabrochó el cinturón y miró por un momento al mayor. —¿Vienes a buscarme mañana?

—Quedamos allí mejor. —Samuel no separó la vista de en frente.

—Perfecto. —Salió del coche. —Buenas noches Samu. —Cerró la puerta del coche y el moreno esperó a que entrara a la residencia.

El trayecto de vuelta a casa de Samuel fue su momento de pensar. Las esperanzas de salir con Rubén se habían reducido a cero. El moreno debería hacer caso a su mente y olvidarle, buscar una persona que se enamoré de él sin contratos de por medio. Pero es muy difícil hacerla caso cuando estás enamorado de esa persona.

Samuel aparcó en el garaje de su casa y suspiró yendo a su habitación. No podía estar comiéndose la cabeza de esa forma y menos si mañana tenía una de las bodas más esperadas de toda su vida. Se desvistió hasta quedarse en bóxers y se tumbó bocabajo en su cama, ahora solo podía dormir, mañana ya volverá a ir su cerebro a mil por hora.

Le sonó la alarma y se levantó a regaña dientes, le hubiera gustado haber dormido un poco más, pero había dormido unas siete horas así que debería estar conforme con ello. Se metió en la ducha y eso le espabiló, salió a los quince minutos y vio que tenía una videollamada perdida de Guillermo. Se ató una toalla a la cintura y le devolvió la llamada.

Del revés || rubegettaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora