Prólogo

167 6 3
                                    

Adam se aferraba a la silla como si su vida dependiera de ello. Todavía le costaba demasiado contener la ira cuando una situación, o en este caso un grupo de personas, lograba ponerlo nervioso. Por suerte para él, su diplomática y dulce esposa se encontraba a su lado, lista para acariciar con suavidad su brazo y devolverlo al mundo real cada vez que la furia amenazaba con apoderarse de él. A pesar de ser un hombre encantador y uno de los principales candidatos para tomar el trono, todavía tenía algunos malos hábitos que le habían quedado a causa de haber sido una bestia por tantos años.

-Necesito que te controles -susurró Bella con dulzura-, todos están muy nerviosos y no es propio de un líder perder la compostura en estas situaciones.

Adam asintió con disimulo y se dedicó a observar lo que ocurría a su alrededor. Eric y Felipe discutían casi a los gritos mientras Ariel y Aurora se esforzaban por calmar a sus esposos, sin mucho éxito. Ambos hombres, ahora monarcas de sus respectivos reinos, eran tan soberbios y egocéntricos que parecía ser imposible para ellos escuchar una opinión que no fuera la propia.

-Esta discusión no tiene sentido -intervino Aladdín-, ellos están encerrados y sin ningún tipo de magia. Van a vivir ahí hasta el fin de sus días. No hay nada mas que discutir, a excepción de quienes serán nombrados rey y reina.

-Claramente vos no, ¿qué podría saber un plebeyo sobre reinar? -atacó Florian, ganándose una severa mirada por parte de su esposa, que parecía querer reprenderlo, pero que inmediatamente recuperó la compostura y posó la vista sobre la mesa.

-Puede saber mucho mas que un principito que se pasó la vida encerrado en un castillo con miedo a quebrarse una uña -respondió Flynn con agresividad. Adam, al igual que la mayoría dentro de la sala, se sintió algo atacado ante aquel comentario. No es que él hubiera sido un clásico príncipe sentado en el trono mirando el mundo desde arriba, pero ciertamente no era un hombre que conociera el pueblo, al menos no como lo hacían Aladdín, Flynn y hasta Naveen.

-Si me permiten -intervino Bella, que no esperaba realmente que la autorizaran a hablar-, coincido con Aladdín en que si realmente vamos a unificar los reinos, deberíamos centrarnos en elegir al próximo gobernante.

-La única razón por la que estás de acuerdo con el plebeyo es porque vos y tu mascota quieren quedarse con todo -atacó Cenicienta. Su esposo la miró sorprendido ante el exabrupto de la joven ya que ella usualmente no reaccionaba de forma tan violenta, mucho menos en público.

-¿Plebeyo? -contestó Jasmine con la voz cargada de sarcasmo-. Un tanto hipócrita viniendo de alguien que se crió limpiando la mugre ajena.

-Jas... -advirtió Aladdín, quien no deseaba que su esposa se adentrara en una pelea únicamente por defenderlo.

-"Jas" nada -respondió-. Si vamos a hablar en esos términos espero que todos los que no hayan nacido en una familia real se retiren de la habitación, de lo contrario, no pienso tolerar estas faltas de respeto hacia mi esposo.

-Coincido con Jasmine -dijo Bella-. Las faltas de respeto de este tipo son inadmisibles, en especial si los reinos van a unificarse. Ah, y Cenicienta -continuó dirigiendose a la nombrada- si yo fuera vos, no me expresaría de esa forma sobre alguien que podría eventualmente convertirse en tu rey. Sobre todo sabiendo que tu esposo ni siquiera es candidato para ocupar el puesto.

La joven reina optó por hacer silencio y acurrucarse junto a su pareja, sintiéndose totalmente avergonzada y humillada ante las palabras de aquellas mujeres. Cenicienta las detestaba, Jasmine y Bella hablaban como si fueran las dueñas del mundo, y lo entendía de una mujer que había sido criada como princesa, pero Bella... ella solo era soberbia.

-Toda esta lucha de egos me tiene cansada -se quejó Mulán-. Lo mas prudente es dejar que el pueblo decida. Nosotros ya sabemos a quienes consideramos aptos para el puesto, bueno, sometamoslo a votación de la gente. Y después de ser elegidos, los reyes decidirán si hacemos algo mas con nuestros enemigos o si si castigo será únicamente vivir encerrados.

Legado | MonteenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora