I'm fearless

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El extraño perro que había acudido al rescate había clavado sus colmillos de forma profunda en la pierna de Cruella, haciéndola perder no solo la estabilidad, sino también la fuerza el tiempo suficiente para que Hoshi pudiera soltarse de su agarre y arrebatarle el cuchillo. Buscó a Changkyun con la mirada y lo encontró a unos metros, tratando de recuperarse del golpe mientras gateaba hasta sus nuevos amigos en un afán por ayudarlos.

Corrió, cuchillo en mano, hasta ellos y los liberó de sus ataduras, que habían dejado algunas marcas bastante profundas allí donde las sogas los habían atrapado.

—¡Corran ahora! —exclamó. 

—No te vamos a dejar solo —dijo Sana—. Ya estamos libres, decinos qué necesitás y estamos con vos.

—Necesito que vayan al salón del concejo, sus padres están muy preocupados, tenemos la situación controlada —respondió.

—No —dijo Changkyun—, pero nos las vamos a arreglar, ¡corran!

Cruella se arrastraba por el piso tratando de alcanzar a ese molesto animal que corría a su alrededor y le daba mordiscones de vez en cuando para mentenerla alejada de Hoshi y Changkyun, casi como si los estuviera protegiendo. Hoshi se acercó a ella, aun con esa arma aferrada a la palma de su mano y la miró con desprecio.

—Quedate quieta —ordenó colocando el cuchillo en el cuello de su madre. Fue entonces que sus instintos mas oscuros comenzaron a adueñarse de él. La imágenes de ese cuchillo contra su propia piel, la hoja fría, los gritos, las risas, las palabras de desprecio, las lágrimas y las veces que le rogó que lo dejara en paz. Se merecía ese final. Y se merecía que fuese él quien la terminara.

—Hacelo —ordenó Cruella—. Quiero ver si te animás a hacer lo que estás pensando. Hacelo y comportate como un hombre por primera vez en tu vida.

Pero entonces, el ladrido del raro perro y las palabras lo sacaron del agujero de dolor en el que estaba comenzando a hundirse.

—Hosh —llamó Changkyun con voz calma—. No.

—Hacelo Soonyoung, vos sabés que querés hacerlo.

—No Hoshi, no querés —dijo Changkyun. El cachorro, que aun daba vueltas a su alrededor comenzó a ladrar mas fuerte, como si él también estuviera intentando decirle algo—. Hosh, no le des el gusto de convertirte en esto, no se lo merece.

—Pero la odio —respondió con lágrimas amargas recorriéndole las mejillas.

—Lo se —dijo Changkyun, que comenzaba a acercarse a su amigo—. Y se lo merece, todos se lo merecen, pero vos no te mereces esto Hoshi, vos no sos esto.

—Si lo sos Soonyoung —exclamó Cruella—. ¡Hacelo de una vez!

—Hosh, dame el cuchillo —ordenó Changkyun con voz calma—. Busquemos a nuestros amigos y vayamos a casa.

—Nosotros no tenemos casa —respondió Hoshi—. No queda nada para ninguno en ningún lugar.

—Cualquier lugar al que vayamos juntos es nuestra casa —dijo—. No hagas algo de lo que te vas a arrepentir. Dame el cuchillo.

Hoshi miró a los ojos de su mejor amigo mientras temblaba aun con lágrimas cubriéndole el rostro y el arma en el cuello de su madre, y en ellos no encontró mas que comprensión. Changkyun no lo juzgaba por pensar en lo que estaba pensando, ni le temía y, probablemente, ni siquiera le reclamaría si Hoshi realmente cedía ante el dolor y mataba a esa mujer. Pero aun así su mejor amigo trataba de convencerlo de alejar esas ideas porque, en el fondo, ambos sabían que Hoshi serían el primero en sufrir si aquello ocurría.

Legado | MonteenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora