Capítulo 7

14 0 0
                                    

Narra Nayara

Prácticamente están aporreando la puerta, así que me apresuro a abrir. En cuanto lo hago, me encuentro con un Lucas sudado, con una expresión que me asusta y con el labio partido y sangrando. Algo ha pasado. Le agarro de la mano pero parece no reaccionar. Una vez consigo guiarle dentro y sentarlo en el sofá, me dirijo al lavabo a buscar algo con que limpiarle la herida. Cojo hielo para cubrir su mano, que he observado que tiene el nudillo hinchado. No me ha hablado en todo este rato. No quiero presionarlo pero necesito saber qué le ha ocurrido. Verle así me destroza. Mientras le curo, intento no hacerle daño.


 -       ¿Qué ha pasado? – Le pregunto suavemente.

 -       No ha sido culpa mía. – Contesta. Me doy cuenta de que piensa que le estoy recriminando algo. ¿Cuántas veces le habrán hecho esto en vez de escucharlo?

 -       No te estoy culpando. Sólo quiero saber por qué estás así y, ya de paso, averiguar a quien tengo que matar. – Esto último lo digo para que se relaje. Me mira y, en sus ojos, veo que entiende que sólo quiero apoyarle. Me lo cuenta todo. Sin dejarse nada. Intenta que comprenda sus motivos y lo hago perfectamente. Y me enfado yo. ¿Quién se cree que es el tío ese? Ni siquiera me conoce. Yo no me voy a cansar de Lucas por estas cosas. Yo tengo algo en común con él. Es un regalo caído del cielo aunque a veces sea demasiado impulsivo. Pero estoy con él a sabiendas de que tendré que aguantar escenas que no me gustarán, que tendré que aprender a calmarle cuando lo necesite y que tendremos que superar obstáculos juntos. Y él tendrá que aceptarme con mis miedos, escucharme cuando esté preparada y tener la paciencia que espero que tenga. Pero no voy a ser yo la que le falle.

 -       Dime que no tiene razón.

 -       ¿Cómo va a estar en lo cierto si ni siquiera me conoce? Estoy aquí, contigo. Pase lo que pase.


Me abraza y noto como se relaja además de que huele a sudor. Así que le mando a la ducha. Además de oler bien, le será más fácil relajarse. Quiero que esté tranquilo. Tiene que entender que todo lo que le ha dicho es una tontería y no tiene por qué preocuparse por esto. Eso no quita que me sienta molesta con Arturo por haber hecho esto. No tengo ni idea de sus motivos, que me dan igual, pero lo que sí está claro es que en cuanto le vea le diré unas cuantas cosas. No es nadie para entrometerse entre nosotros.


Mientras me espero decido preparar algo de merienda. Como sé que tiene un combate dentro de poco y yo igual, me decanto por hacer un poco de macedonia natural. Empiezo a sacar fruta, la limpio y la corto a pedacitos. Al final, tengo dos platitos llenos de pera, manzana, mandarina, plátano, mango, kiwi y alguna fresa que encontré fuera de temporada. Adoro la fruta y me contengo para esperar a Lucas.


Sale del lavabo envuelto en una toalla. ¡Ay, dios! Me aguanto las ganas de babear. Se acerca hasta dónde estoy yo y observa mis dos obras de arte. Coge un trozo y se lo pone en la boca delante de mí. Justo DELANTE de mis narices. Este tío es condenadamente sexy y su lengua... Y no olvido que está prácticamente desnudo.


 -       Ve a cambiarte. – Le ordeno. Aunque me doy cuenta de que es prácticamente una súplica.

 -       Prefiero que comamos antes.


Le encanta torturarme. Se acerca a mí, noto su pecho pegado a mi espalda. No tengo ni idea de cuáles son sus intenciones pero decido dejarme llevar. Para mi sorpresa, aparta una silla de la mesa y me indica que me siente. Lo hago. Y él se dirige a acomodarse delante de mí. Empieza a comer, saboreando cada pieza y sin apartar la mirada de mis ojos. De vez en cuando se distrae y observa mis labios. Por mi parte, intento copiarle y verme igual de sexy. Pero dudo que esté consiguiéndolo. No tengo ni la mitad de autocontrol del que parece tener él.

¿Siempre eres tan serio?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora