Capítulo 2

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El cielo.

Cerré la puerta tras agradecer y despedirme de quien me brindo su ayuda, con el corazón latiéndome a mil por hora tuve que darle la cara a mis tías que esperaban una explicación, pero por más que intente no pude, subí a mi habitación y me encerré con llave, siquiera encendí la luz, me senté en el suelo junto a mi cama y abracé mi cuerpo. En ese momento caí en cuentas de que me había mentido a mí misma, regresé a Lakewood buscando paz y sanar mi corazón, pero la visita inesperada de esta persona hizo que me diera cuenta de que solo había curado mis heridas superficialmente, y que en el fondo seguían abiertas.

Saque de debajo de la cama la maleta que traje de Nueva York, la abrí y tome el proyector de luz que me había regalado él; lo encendí, levante la vista y mire las nubes que se dibujaban sobre el techo, me sentí una cobarde al darme cuenta de que el trasfondo de mi regreso a Lakewood no era solo para buscar paz, sino más bien para huir y no afrontar la situación en la que me encontraba.

Era mi día de descanso, y aunque la noche anterior no pude conciliar el sueño y solo había dormido poco más de dos horas, no pude permanecer en la cama hasta más tarde. Me asomé por la ventana, vi que tía Paulette regaba las plantas del jardín y que el auto de tía Mary ya no estaba. Supongo que lo llevo al mecánico para que revisaran si la llanta había quedado bien, sonreí un poco al recordar lo ocurrido la noche anterior, ahora que mi corazón se había apaciguado veía con gracia lo sucedido.

Cuando por fin termine de arreglarme baje a la estancia atraía por el delicioso aroma de café recién hecho y galletas horneándose, tía Paulette se encontraba poniendo la mesa para el desayuno, me acerque para ayudarle.

̶ Buenos días tía ̶ le di un beso en la mejilla.

̶ Hola Candy ̶ me recibió con una sonrisa, al parecer no estaba molesta por haber huido anoche sin darles una explicación sobre...

̶ Déjame ayudarte ̶ le quite los platos de la mano.

̶ Con lo ocurrido anoche con el auto, ya no pudiste atender como se debe a tu amigo, deberías de invitarlo a desayunar. ̶ Propuso mi tía.

̶ Que cosas dices ̶ sonreí a medias.

̶ Me sorprendió mucho cuanto abrí la puerta, luego me explico que era un amigo tuyo de la academia, por cierto, es muy guapo ̶ añadió con picardía ̶ si no hubiese sido por él se habrían quedado en medio de la nada, me alegra que haya ido a ayudarlas ya que Ronald no estaba en Lakewood.

̶ Yo habría caminado hasta acá por ayuda ̶ respondí seria.

̶ De Candy White se puede esperar cualquier cosa ̶ comentó mi tía Mary, si quiera notamos que ya había regresado. ̶ Tuve que dejar el auto en el taller y en el camino miren a quien me encontré.

Por un instante volví a tener esa misma sensación de anoche, palidecí de solo imaginar que a quien mi tía se hubiese topado en el camino fuese precisamente a...

̶ Hola señoritas ̶ mi alma volvió a mi cuerpo cuando Ronald Madison apareció detrás de mi tía Mary.

Ronald se quedó a desayunar con nosotras y se disculpó por no haber podido ayudarnos anoche, su visita había caído como del cielo, mis tías estaban tan entretenidas con él que no volvieron a tocar el tema de mi «amigo», tía Paulette aprovecho que Ronald estaba ahí para pedirle arreglar algunos contactos que estaban dando problemas, mi tía Mary fingía estar molesta, pero en sus ojos era obvia su felicidad, mientras observaba la escena yo solo picaba con el tenedor la fruta que había en mi plato, no tenía hambre a pesar de que no había comido nada desde la noche anterior.

Mientras lavaba la loza, se me vino a la mente el rostro de mi madre ya que anoche en mi desvelo mire el álbum de fotografías que me regalaron mis tías cuando cumplí 15 años, me invadieron unas enormes ganas de visitar la tumba de mis padres, mire por la ventana, el despejado cielo de la mañana se había cubierto de nubes grises.

THE VIOLETS 2 (EL AMOR CONTINUA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora