Capítulo IV

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Draken se encontraba arreglando una motocicleta, un cliente le había traído de imprevisto una Kawasaki Z90 SE a la que se le habían dañado los frenos, le pidió tenerla lista para el día siguiente y comprometió una buena cantidad de dinero por el trabajo. El más alto no pudo negarse, además, él amaba los retos.

Había pasado una semana desde que hablo por última vez con Aki, estaba pensando muy bien en lo que haría a futuro después de escuchar la información que le brindo su amigo. La realidad era que no tenía nada en mente, sabía que debía ayudar a sus ex-compañeros de pandilla, pero también entendía el hecho de que no podía entrometerse en asuntos ajenos que probablemente lo llevarían a tener más problemas de los que puede resolver.

Pensó que quizás debía proceder de manera incógnita, pero sería difícil esconderse por mucho tiempo del líder de una gran mafia como lo son la nueva y mejorada generación de los Black Dragons. Dominaban gran territorio de Tokyo, podría decirse que hasta son dueños de lugares fuera de la gran ciudad, lo cual era ciertamente problemático para él. Lo mismo iba para la muy conocida Bonten, sin duda eran mafias temidas.

Aún así, decidió que era mejor idear un plan mientras descansaba o hacía una caminata, no podía pensar ahora mismo.

El alto continúo con su labor mecánica poniendo todo de él en arreglar la atractiva motocicleta. Pensó que tendría mucho tiempo a solas pero la campana de la tienda resonó, avisando la llegada de un nuevo cliente.

— Bienvenido, ¿En qué le puedo ayudar? —Saludó amable sin quitar la vista de su obra.

Hubo un silencio que lo confundió, ¿Había escuchado mal? estaba seguro de haber oído la cadena. Iba a volverse para ver pero una voz conocida le detuvo.

— Hola, Draken-kun.

Draken sintió su sangre helarse ante el sonido de la voz nombrandoló, sabía quien era, no era necesario verlo. La voz del contrario estaba cambiada, no había ni una sola gota de emoción en ella, era fría y baja, como un susurro en el vacío, distante y gris.

Gris, esa era la palabra perfecta para describirla.

Tragó saliva y decidió finalmente dirigirle la mirada al recién llegado. Su mirada se llenó de confusión al verlo, no era el mismo al que conoció.

No era por el pelo ni por la ropa, mucho menos por la sonrisa fingida. Esa ya la había visto antes.

Era esa aura oscura con la que cargaba, como si la misma muerte lo acechará y lo estuviera tomando de los pies para poder arrastrarlo al infierno, sin éxito. Era algo raro pensar eso cuando Draken sentía que la misma Muerte había llegado por él en ese instante.

— Takemicchi —No pudo contener el apodo por mucho tiempo.

El nombrado ensanchó su sonrisa hasta mostrar sus blanquecinos dientes y formar medias lunas con sus ojos.

Draken sintió sus vellos erizarse de lo abrumadora que le resultó la imagen. Era... Tenebroso. Una sonrisa que escondía algo retorcido detrás de ella.

¿Cómo podía pensar eso de alguien como Takemichi?

— Que bueno que aún recuerdes ese tonto apodo, solo no lo digas más. Me trae recuerdos desagradables —Dijo ésto sin dejar su expresión de felicidad fingida.

Al terminar de hablar empezó a admirar el lugar mientras se encaminaba a dónde estaba el del dragón tatuado.

— ¿Qué te trae por aquí, Takemichi? —Salió de su ensimismamiento para preguntar.

— ¿Qué? —Hizo un puchero algo exagerado y se cruzo de brazos— ¿No te alegra verme? y yo que te extrañé tanto, Draken-kun.

El más alto tomó valentía al escuchar el sarcasmo en sus palabras.

— Deja ya de fingir, Hanagaki —Espetó con voz segura y mirándolo a los ojos.

Notó como las medias lunas desaparecían, abriendo las puertas a un océano profundo y congelado. Los ojos de Takemichi. Así mismo desapareció la gran sonrisa, volviéndose una mueca que no sabía describir.

— Ah... Odio que puedas leerme tan fácilmente —Admitió con desgano mientras soltaba un suspiro— Eres bueno, que gran desperdicio que quieras vivir ésta vida tan... Tan común. Aunque no sabía que te dedicaras a amaestrar ratas en tus tiempos libres.

— ¿De que hablas? —Draken se puso de pie al sentir que algo iría mal.

El recién llegado soltó una risita que le dió una mala señal, además de hacerlo sentir incómodo.

— Watanabe Aki.

Los ojos de Ken se abrieron de par en par con sorpresa, luego sintió sus manos temblar pero trato de ocultarlo.

— ¿Por qué haces ésto, Takemichi? —Preguntó en voz baja— Te entiendo, lo juro pero-

— No, no me entiendes. Y respondiendo a tu pregunta, lo haga porque es lo que tengo que hacer, es lo quiero y voy a hacer —Se notaba un poco más fastidiado mientras más hablaba.

El silencio llenó el lugar, solo sus miradas daban la sensación de estar dando una pelea imaginaria. Draken fue el primero en rendirse desviando la vista, llenando de satisfacción al de ojos azules.

— ¿Que quieres?

— Quiero que dejes de inmiscuirte en mis asuntos, de lo contrario tu amigo morirá y de pasó todo aquel que sea importante para él.

Ken Ryuguji pudo confirmar algo después de haber escuchado las amenazas del pelinegro.

Esa persona frente a él ya no era Hanagaki Takemichi que conocía.

Feel Something | MitakeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora