¿Solución?

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Esa misma noche, en casa, con la mente fría, Álex y Alfonso se sentaron en la cama a discutir civilizadamente. Claro, con los estómagos revueltos e incapaces de sostenerse la mirada.

—Alexa —dijo Alfonso, tras casi dos minutos de incómodo silencio.

—Ajá —respondió él, fastidiado de escuchar ese nombre, pues resultaba aun más incómodo con ese cuerpo.

—Supongo que... un hospital no es una opción sensata. Terminarán internándonos en un manicomio luego de terminar de explicar esta absurda situación —se levantó, para dar vueltas en la habitación como un desesperado.

—Tu tía Luisa es muy creyente de lo esotérico y esas cosas de brujería y magia negra. ¿Por qué no le pedimos ayuda? Esto parece ser obra de alguna fuerza divina o algo así.

Alfonso agrandó los ojos y se rascó la cabeza con brusquedad. No quería involucrarse en magia y todas esas estupideces que siempre renegó.

Hubo silencio de nuevo. Álex no pensaba decir otra cosa, pues no quería molestarlo o agrabar más la situación. El ambiente ya era muy pesado. Alfonso finalmente se detuvo, y suspiró.

—Vamos a esperar. Si esto ocurrió de la nada, sin ningún tipo de intervención, quizá se revierta del mismo modo. O despertaremos en cualquier momento de esta pesadilla. Una de dos. Un mes. Si nada cambia luego de ese mes, me volveré loco y buscaremos toda la ayuda posible. Si eso implica jugar con la ouija o sacrificar a alguien, correré el riesgo.

—Está bien...

—Por lo pronto... No tengo idea. Deberemos adaptarnos a esto. Al hecho de que ahora eres un hombre más alto y viejo que yo. Ni siquiera sé si tratarte de ella o él.

—Creo que... lo más adecuado es de «él». Para que no haya problemas.

Sugerir eso fue un riesgo. Que Alfonso aceptara lo puso feliz. Era su sueño, después de todo.

—Alexa... Álex —corrigió—, estoy consciente de la situación, pero va a ser difícil para mí acostumbrarme a esto. No me gustan los hombres. Y ahora eres uno. No creo poder tratarte como normalmente lo hacía... —desvió la mirada—. Todo es confuso y raro para mí.

—E-Entiendo. Para mí también. Aún no me acostumbro a este cuerpo tan extraño... No te preocupes por mí o nuestra relación. Sigue yendo a trabajar y haz todo lo que haces durante el día. Piensa que fui de vacaciones o algo así. Si preguntan, di que fui a cuidar a mamá, que está enferma.

—Bien... Suena bien...

—Podemos mentir. Diré que soy... un amigo tuyo. Que necesitaba asilo o algo así.

—Sí, suena creíble... Supongo que tenemos resuelta esa parte... Veremos cómo resulta esto... Ojalá termine pronto.

Alfonso le prestó más ropa. Para dormir esta vez. Pretendía dormir en el sofá, pero Alfonso lo detuvo. Álex se quedaría en la cama, y el otro lo más alejado posible al viejo desconocido.

Alfi esperaba que, al despertar, todo se acabara; que, en efecto, se tratase de un mal sueño.

Álex se desveló, pues no podía dejar de llorar en silencio. Por primera vez estaba cómodo con quien era, pero aun así no era feliz. La única persona que le importaba ni siquiera podía verlo correctamente.

Señor AlexaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora