Nuevo comienzo

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Por más que quiso, Alfonso no pudo estar tranquilo los días que Álex estuvo fuera de casa. Se arrepintió al dejarlo solo. Volvió horas más tarde, pero no lo encontró allí. No respondía las llamadas ni mensajes.

Temía lo peor. Ensayaba las disculpas apenas lo viera de nuevo. Se prometió cambiar; esforzarse por ambos. No quería perderlo. Quizá verlo como una novia era difícil, pero era un buen amigo, y no le deseaba ningún mal. Quería que volviera a casa sano y salvo. Lo extrañaba.

Volvió a casa de trabajar. Álex no había regresado. Recibió una llamada que se apresuró a contestar, con la esperanza de que fuera él, pero era su amigo Jerry:

—¿Qué pasa, viejo? —dijo Alfonso sin mucho ánimo.

—Hermano, ¿has visto a tu amigo Alexander últimamente?

—¿Por qué lo preguntas? —se enderezó y agrandó los ojos.

—Benny y yo vinimos al comedor a hacer voluntariado. Al otro lado de la calle está tu amigo, durmiendo en una banca del parque. Parece muerto. Debe estar muy borracho. ¿Sabes si tiene familia o... alguien que venga por él?

—Iré por él. Gracias.

Apenas colgó, tomó su chaqueta y salió corriendo.

Llegó al parque en menos de quince minutos; por fortuna, allí seguía, como tronco sobre esa banca. Incluso roncaba. Apestaba a alcohol. Su barba había crecido. Alexa dormía siempre abrazando algo. Álex abrazaba su saco. Tenía raspones en los brazos y un ojo morado. Parece que se había metido en problemas.

Alfonso sintió mucho remordimiento. Tristeza incluso. ¿Cómo es que las cosas terminaron así? Su chica...

—Alexa... —susurró de cuclillas frente a él—. Álex...

El aludido se movió un poco, y abrió los ojos con dificultad. Luego de ver a Alfonso, se incorporó de inmediato, y guardó la distancia. La migraña lo golpeó como bala, obligándolo a encogerse.

—¿Cómo me encontraste? —preguntó, ronco.

—¿Qué hacías durmiendo en una banca? —inquirió el otro, ceñudo y poniéndose de pie.

—No sería la primera vez... —se estiró, pero hizo muecas porque le dolían las extremidades—. Pasé casi un mes en la calle luego de que mamá me echó.

—¿Te metiste en problemas? Tienes moretones por todos lados...

—Quería sentirme hombre.

—Cielos, ¿tienes idea de lo preocupado que estaba?

—No, no la tenía. Luego de ese segundo golpe, y que te marcharas, pensé que ya no querías saber nada sobre mí. Y con justa razón. Tu linda novia ahora es un viejo pervertido. Y yo que pensé que te atraía mi personalidad...

Alfonso no sabía qué decir. Ni cómo disculparse, ni cómo explicar sus sentimientos, ni qué excusas dar. Nada. Álex daba en el clavo con sus reproches. ¿En realidad sólo le atraía la apariencia de su novia? ¿Acaso no era su personalidad? Si el viejo se comportaba igual a ella. ¿En serio era tan cerrado de mente? ¿Debía irse o quedarse a insistir? ¿Intentarlo con él y resignarse a que Alexa no volvería? ¿O terminar y volverse amigos?

—Lo siento —dijo, para empezar. Sus palabras tenían peso para ambos. Álex lo miró a los ojos—. Sí, he sido un mierda contigo. Un machito, un homofóbico... Y un superficial, pues sólo me he fijado en el exterior, y he ignorado que, de hecho... sigues allí. Alexa Romero. Has sido tú todo este tiempo, y... he sido muy ciego para notarlo. Para valorar más que lo físico. A la verdadera Alexa. Álex o Alexa deberían darme igual, siempre que sigas siendo tú. Lo siento, cielo.

—¿De dónde sacaste todo eso? —Álex no pudo contener las lágrimas.

—Estos casi tres días que has estado fuera —se sentó a su lado—, te extrañé. Mucho. Sentí ese vacío que siento cada vez que voy a trabajar y me separo de ti. Alexa. Y ahora que volví a verte, sentí ese alivio y satisfacción por volver a casa, y verte allí.

—Entonces... —dijo con un hilo de voz—. ¿Qué será de nosotros? ¿Qué límites puedo cruzar?

—¿Podemos Intentarlo de nuevo? Me refiero a... cuando comenzábamos a salir.

—¿Cuando teníamos esas citas en Georgie's Burger y luego nos sentábamos en la orilla del mar? —Álex tomó la mano de Alfonso por mera inercia. El segundo estuvo a punto de apartarla sin querer, pero se obligó a aceptarlo. Esta vez pondría de su parte.

—Justo así —sonrió Alfonso.

Volvieron a casa juntos. Alfonso atendió sus heridas, y lo ayudó a bañarse y vestirse, dada la dificultad de Álex por desplazarse. El ambiente era menos pesado. Fue inmediata la cercanía que se formó luego de esa charla conmovedora. Sí, Alfonso finalmente ponía de su parte.

Señor AlexaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora