En el club

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Pasaron unos días luego del incidente. Álex continuaba con su problema de libido, pero ahora era más discreto. La soledad y resiliencia lo hacían pensar. De más incluso. Él se había propuesto ganarse el corazón de Alfonso. Parece que se rindió antes de siquiera intentarlo. Pero la motivación volvió a su cuerpo luego de ver una película de Adam Sandler.

Alfonso volvió de trabajar. Entonces Alex, quien hacía tarea en la mesa de la cocina, fue a verlo, para llevar a cabo su pequeño y arriesgado plan: invitarlo a salir.

El hombre se hallaba en la habitación, cambiándose la ropa. Ahora era más tímido al desnudarse. Álex notó esto, y se sintió mal por ambos, pero eso no impidió que irrumpiera, provocando que el otro saltara y cogiera su camiseta de inmediato para cubrise, cual mujer escondiendo los pechos tras ser sorprendida en la ducha. Ésto le causó gracia al mayor. Sintió un poco de satisfacción al fastidiarlo, pues pensaba que se lo merecía por portarse grosero con él.

También porque había adquirido una personalidad más segura y frívola. Efectos de la testosterona, quizá, más la excitación, energía y pelo en todas partes.

—Por favor, avísame cuando hagas eso —dijo Alfonso.

—¿Hablas de entrar a la habitación?

—No. El... Olvídalo.

Procedió a colocarse la camiseta, luego de imaginar que un hombre cualquiera se hallaba a su lado, así que no debía sentir vergüenza.

—Vine porque... quería invitarte a salir. Estoy un poco aburrido. ¿Por qué no vamos a cenar o tomar algo?

—Estoy algo cansado...

—Por favor. No tiene que ser nada romántico, para que te sientas cómodo. Sólo quiero tomar aire fresco.

Alfonso aceptó a regañadientes. Le agradaba lo que ahora representaba su antigua novia. Álex pudiese ser su mejor amigo, de no ser porque allí dentro seguía Alexa, y ello lo conflictuaba. Aún trataba de ordenar sus ideas y descifrar sus sentimientos estando a su lado; riendo con él; paseando juntos.

Fueron a parar a un bar. Uno que parecía tranquilo, donde las parejas pueden hablar, y fulanos y menganos conocerse. Había música del agrado de ambos, y, aunque había mucha gente, no estaba lleno ni desagradable el ambiente.

Alfonso era quien tomaba la iniciativa y decisiones en las citas. Alexa conocía los bares sólo gracias a él. Iban para divertirse con amigos de Alfonso, tener citas alocadas o cuando se sentían tensos. Ahora Alfonso era el tenso. A pesar de ser una situación con la que suele familiarizarse bien, esa ocasión se sentía ajeno a todo, al estar acompañado de un hombre viejo que en realidad era su novia —por si no ha quedado claro las primeras quinientas veces que llevo aclarándolo.

Ordenaron. Álex hacía un enorme esfuerzo por contentar a Alfonso, pero seguía portándose extraño. Ello le desanimó. Pasó media hora entre bebidas y charlas triviales. Álex parecía más sediento que de costumbre.

Entonces una chica se sentó a su lado, y ambos voltearon a verla. Tenía el cabello rojo y un vestido naranja. Parecía decente, pues su rostro era dulce y todo en ella, desde sus uñas y su peinado estaban rigurosamente en su sitio. Olía a ser nueva en eso de buscar citas en lugares como ese. Y a vainilla.

—Qué bonito anillo —se le escapó a Álex decir—. ¿Es una piedra de verdad?

—Oh, no, es sólo bisutería. Me lo regaló mi hermana. Sí, es muy lindo.

—Me gusta porque combina con, bueno, todo. Estás bien combinada —rio.

—Parece que me esforcé mucho, ¿verdad?

Señor AlexaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora