Capítulo 6

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Lionel

—¡¿Memo?! ¡¿donde está Memo?!

El grito de Andrés Guardado resuena en todo el vestidor. El partido terminó 2-0 a favor de Argentina. Hubieron jugadores  del equipo verde que tuvieron múltiples oportunidades de meter goles, como por ejemplo el Chicharito que estuvo a punto de hacer un golazo en un tiro libre, lo hubiera hecho si no hubiera sido atajado por el portero de Argentina.

Justo al terminar el partido el equipo de Lionel lo abrazó y aduló por la gran victoria, cuando buscó con la mirada al portero rizado del equipo mexicano se dió cuenta de que no estaba. Desconcertado, se dió cuenta de que sus amigos también lo estaban buscando.

El vestidor se volvió un caos, un sentimiento de preocupación creció en el pecho de Leo, sí, sabía que estaba mal, pero no podía evitarlo, Guillermo se alojó profundo en su alma sin siquiera conocerlo, tanto que en estos últimos días fue un completo infierno no saber nada de él, se tuvo que alejar por respeto a su mejor amigo. Pero ahora, esto estaba fuera de sus manos.

Salió del vestidor, en su paso, tuvo que evadir a algunos periodistas y compañeros, tal vez pronto daría de qué hablar pero no le importaba eso. Cuando se alejó de la multitud pudo distinguir finalmente un delicioso aroma a lavanda, supo casi al instante de quién se trataba. Estaba todavía lejos de él, puesto que apenas y podía percibir el olor.

Caminó tan rápido entre los pasillos que casi corría, hasta que el olor lo condujo a una puerta que parecía tener por detrás un almacén, ahí estaba. No sabía si abrirla o no pero un impulso de su corazón hizo que girara la perilla.

Un campo floral, eso es a lo que huele toda la habitación. Guillermo está sentado de cuclillas en el piso con la cabeza agachada. Su insisto de alfa se activó al instante, lo supo, el omega  estaba en celo. El mexicano subió alerta la mirada cuando sintió la presencia de Messi. Se levantó de golpe.

—Mierda —Murmuró — no, tú no, por favor, tú no. 

—¿Vos, estás bien? —Ignora su lamento.

—Sí, estoy bien —Responde bruscamente —Por favor, vete.

No lo parece. El alfa lo repara de arriba abajo, luce algo mal, cuando mira hacia sus extremidades puede notar rasguños en sus brazos de un color rojo vivo.

Se ha hecho daño.

Leo se queda observándolo, se veía tan fuerte y rígido en los tres postes de la cancha, defendiendo su territorio. Pero ahora parece todo lo contrario, se ve tan indefenso y desprotegido, eso hace a Leo instintivamente querer ayudarlo. Bien sabía que ese hombre era su perdición, su aroma es una completa exquisitez y su belleza incomparable. Ahora que lo tiene así, de esa manera, la vida lo deja entre la espada y la pared.

—Déjame ayudarte —El argentino se acerca a él —estás herido.

—No—Responde con dureza —No necesito tu ayuda.

—¡Vos serás testarudo! Estás herido —Exclama con más dureza de la que quería expresar.

Leo lo toma fuertemente del brazo, él intenta zafarse y termina forcejeando con él hasta quedar cara a cara, ahí puede observar sus ojos, esos ojos que le suplican "bésame"
Lo puede ver, lo desea, ambos se desean. Él es un alfa y él un omega, es lo que su naturaleza manda. Pidiendo perdón por lo que va a hacer, finalmente, después de mucho tiempo anhelándolo, Leo le arrebata un beso de sus labios, sintiendo tocar el cielo con las manos. Pronto aquel beso se convertiría en dos, luego en tres, en cuatro, cada uno más intenso y apasionado que el anterior.

—No, espera —Guillermo se aparta —Detente, Messi.

Ignorando su súplica lo abraza por la cintura y le vuelve a arrebatar otro beso que lo deja sin aliento, al principio puede notar el forcejeo del portero pero al final termina cediendo, como un último intento por tener sensatez. Leo sabía que no era correcto, pero en este momento había lados de su cuerpo que mandaban más que su órgano que razona.

El Alfa lo dirige hacia una pequeña mesa que está sobre el lugar y lo tumba encima de ella, le deposita pequeños besos en su cálido cuello que lo hacen gemir en voz baja, aquel cosquilleo en la entrepierna se vuelve tan intenso que quema. Una mano se cuela por debajo de la camisa de Memo y le acaricia los botones marrones que hay en sus pechos, que se endurecen al instante con el toque frío.

—Messi...Messi—Murmura en el oído del delantero. Siempre ha odiado que la gente lo llame por su apellido.

Lo calla con un beso que lo deja sin aire, la boca de Guillermo es apenas una nube de todo el paraíso que conforma su cuerpo. Sus lenguas chocan y luchan por mantenerse unidas la una con la otra, se aferra a los suaves rizos del extranjero y el contrario entrelaza sus brazos alrededor de su cuello. Sus erecciones chocan, el contacto es dulce pero doloroso. El Argentino no podría molestarle más la ropa en ese momento pero quiere tomarse su tiempo, hace mucho que desea eso, no quiere acabarlo todo tan pronto.

—Por favor...por favor, ayúdame —suplica Ochoa.

Leo desliza una mano por debajo del short de Memo, acaricia su miembro y trasero por encima del suspensorio, puede sentir la enorme y cálida humedad junto con la dureza de su falo. Agarra fuertemente la tira de la prenda interior y la arranca de un jalón, llevándose también consigo el short. Ahora toda su parte inferior está expuesta.

—Quería ir lento pero contigo no se puede —confiesa Messi —quiero metértela ya.

Se baja el short y el suspensorio de una sola vez, su miembro palpita de tan urgencia que tiene, lo magrea con la mano en un intento de consolar la molestia. Guillermo lo mira, boquiabierto,  después es él el que se lanza a besarlo. El cuarto huele a dulces lavandas.

Acaricia su pierna, luego su trasero. Tiene el cuerpo de un Dios, le gustaría ver qué hay debajo de ese jersey pero sabe que no deberían desnudarse por completo, quedarían muy expuestos.

Ubica su miembro en la entrada, antes de meterlo se detiene a mirar al portero. Está empapado de sudor y con las mejillas enrojecidas, tan vulnerable y tan listo para él. No tiene pensamientos para nada más, no existe culpa, no existe remordimientos, que lo perdonen todos pero no pudo resistir a la tentación.

De una sola estocada se alojó en su interior, Ochoa gritó pero luego ahogó el sonido. Ahí está, la puerta del paraíso. Su interior aprieta con tanta presión en su miembro que lo hace quejarse del placer, su mente da vueltas, hundido en el éxtasis. Sale de su interior, toma al mexicano de las caderas y vuelve a empalarlo sin piedad. Leo no teme lastimarlo, el omega está tan mojado en lubricante que desliza fácilmente en su interior. Pero ahora el grito que hizo fue el doble de fuerte que antes.

Empezó a moverse, Guillermo se aferró a su cuello y lo besó, a medida que pasaba el tiempo las estocadas fueron tomando un ritmo constante y duro. Hacía mucho calor en el lugar y estaban empapados en sudor, pero en ese momento era lo que menos importaba. El omega jadeó, se despojó de toda vergüenza y suplicó por más.

—Messi...más fuerte, Messi —pidió entre jadeos.

—Leo, ¡Soy Leo, Guille! —Lo tomó del mentón y le aclaró antes de empujarle más fuerte en su punto débil.

En este punto la cordura y la locura estaban pendientes en un hilo muy fino, le comió la boca una vez más cuando sintió que la euphoria estaba a punto de terminar. Se separó de su boca antes de correrse en su interior, una relajación profunda vino con ello, aquella satisfacción solo duro por un momento...

La realidad fue un golpe con puño de piedra, y la culpa una espada que ardía al rojo vivo...

Holaa, espero les haya gustado la escena +18, es la primera vez que escribo algo así, así que espero haya estado a la altura. Muchas gracias por ver y por votar. Muchos abrazos. 💕

𝘾𝙪𝙡𝙥𝙖 𝙖 𝙡𝙖 𝙣𝙤𝙘𝙝𝙚 - Leo Messi y Memo Ochoa Donde viven las historias. Descúbrelo ahora