Capítulo 5

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26 de octubre de 2022

                              Guillermo

Mientras el camión avanza su trayecto Guillermo siente cómo el estómago le da vueltas, las manos le sudan y el corazón se le vuelca. Mira hacia la ventana, aquellas sensaciones empeoran conforme se acerca a su destino.

Hoy es el día, el día del partido de México y Argentina. El motivo de la incomodidad del guardameta se divide en dos partes, porque es un partido más del evento más grande del mundo si hablamos de dicho deporte, si no que también le atemoriza volverse a encontrar con Lionel Messi, el hombre con el que ha estado soñando varias noches seguidas, el simple hecho de que mencionen su nombre hace que la cabeza le de vueltas, no de buena manera.

Después de aquel incidente con su novio hace varias noches no han tenido contacto, si antes casi no lo hacían, ahora mucho menos. Estaba seguro de que Ney se sintió herido por su rechazo, aquella noche no pudo dormir de la culpa que lo atormentaba, le dio vueltas a la cama hasta que llegó el amanecer. Tampoco los días han sido diferentes, su mente ha sido una tormenta de confusión y de sentimientos encontrados. Pero estaba seguro de algo, de que no quería perder a aquel brasileño que lo conquistó ya hace varias lunas. Por eso se propuso ignorar aquel deseo hasta que tarde o temprano desapareciera.

Después de unos minutos el camión se detiene en la parte trasera del estadio, un hombre llega segundos después para avisarles que ya deben de bajar, todos los jugadores mexicanos obedecen. El aire fresco es un pequeño alivio pero no suficiente como para calmar la inquietud del jugador.

Por la puerta exclusiva entran al estadio, los jugadores del equipo verde avanzan hacia sus vestidores, Memo pasa de largo sin mirar ni siquiera de reojo a los jugadores Argentinos. No quería toparse con cierto hombre.

Rápido se dirige a su casillero y se cambia al igual que prepara su equipo, estaba tan nervioso que tuvo que ponerse la camisa dos veces porque no se dió cuenta que estaba al revés. Se acomodó las rodilleras y trató de hacer tiempo extra antes de salir a enfrentar el exterior, era inhumana la manera en la que el corazón le latía.

Fue el último en salir, antes se tomó diez minutos para analizar las cosas y agarrar valor, eran tantas sus preocupaciones. No solo por Messi, también tenía miedo de no hacer la misma actuación que hizo con Polonia. Cuando salió, Andrés lo estaba esperando en la puerta.

—¿Cómo estás? ¿Todo bien? —Le dijo dulcemente al agarrarle del hombro.

—Sí, todo bien, bien —Mintió. Le dió unas palmadas en la espalda al jugador, valoraba la preocupación de su amigo.

Cuando Andrés se apartó de su campo de visión pudo ver con claridad el panorama, lo vió a él. Estaba sentado colocándose las rodilleras en las calcetas mientras conversaba con sus compañeros.

Si su corazón saltaba, ahora vuela. Sus mejillas se calentaron y su mente dejó de emitir señal, si en algún momento creyó que iba a poder ignorar a aquel hombre qué ingenuo que fue. Aparto la mirada cuando se dió cuenta que lo estaba mirando estúpidamente embobado.

—¡A calentar! ¡Todos a calentar! —Gritó en tono autoritario Andrés. Él era el capitán del equipo. Todos obedecieron y salieron hacia el exterior del estadio. Memo volvió a pasar de largo entre los azules, pudo sentir la mirada del astro argentino sobre él cuando pasó por su lugar.

La adrenalina del calentamiento fue un poco reconfortante, ya que logró eclipsar la desagradable sensación de ansiedad. Su director técnico les avisó que ya debían regresar al vestíbulo a hacer el debido protocolo antes de salir a jugar, sinceramente, no le caía muy bien, sabía que habían mejores opciones, y al parecer el portero no era el único que pensaba lo mismo. Al entrar no tuvo más opción, saludó al equipo rival, algunos le tendieron la mano fríamente y otros lo abrazaron con amabilidad, no los conocía a todos pero la mayoría se portó bien, con excepciones, como por ejemplo, el portero Dibu, quien lo abrazó de manera casi obligada, se preguntó qué problema podría tener con él, ni siquiera lo conocía pero parecía que ya le caía mal.

Cuando llegó el turno de saludar a Messi se coloró aún más, le tendió la mano para solo estrechársela pero el argentino se inclinó para abrazarlo, no tuvo opción, sería muy grosero de su parte no corresponder. Se encontró en sus brazos, y aunque solo fueron un par de segundos se sintió como una eternidad. Olió su aroma, ese aroma que, oh, maldita sea, lo hacía volver loco. Era tan adictivo y lo hacía estremecer, se preguntó qué tenía ese hombre que lo hacía perder los estribos. Sintió un calor abrazador en su pecho y cuando volvió a la realidad se sintió tan vacía.

Pasaron los minutos...uno...dos...tres, luego cuatro y cinco hasta que las luces cegadoras del exterior lo deslumbraron. Era la hora de la verdad, era hora de jugar.

...

El segundo tiempo borró la igualdad entre los dos equipos, una serie de cambios hizo que la estructura del equipo se tambaleara dándole la oportunidad a los azules de meter dos goles, uno de ellos, de Lionel Messi, tenía que reconocerlo, ese hombre era una maquina imparable de goles.

Guillermo no la pasaba bien en sus tres postes, estaba frustrado por la situación y además, por alguna razón, sentía mucho calor, como si hubiera corrido más que los delanteros que estaban del otro lado de la cancha. Después de la primera mitad de tiempo empezó a sentirse así, pero no quería imaginar de qué se trataba.

Mierda.

Con el pasar de los minutos el malestar se intensificó, de repente pudo sentir el olor amaderado, Lionel estaba varios metros de él pero podía sentir su aroma como si estuviera justo a su lado. Su cuerpo se llenó de un fuego que ardía en mil llamas, fue cuando pudo ver que su lado más primitivo había surgido.

El celo.

Había regresado, justo como dijo la doctora. Esta vez, debido a todo los meses que lo suprimió regresó con más fuerza que todos los que ha tenido juntos, se sintió mal pero trató de estar firme, no podía pedir cambio ahora.

Ese maldito aroma lo estaba volviendo loco, tenía unas ganas inmensas de abalanzarse sobre aquel hombre que
le hizo arrogantemente uno de los mejores goles que ha recibido. Se veía jodidamente bien sudado y exhalado por el ejercicio, el rizado se mordió el labio y desvió la mirada.

Contrólate, contrólate. Tú nunca fuiste así, no lo serás ahora.

El lado más razonable de su mente le ataba cadenas a sus impulsos. Se quedó en su lugar, rogando porque el partido terminara pronto, y con él, el infierno.



Hola a todos. Me disculpo por no actualizar, he estado un poco ocupada con la escuela y asuntos personales. Les agradezco su paciencia y espero actualizar más seguido. Gracias igualmente de todo corazón por votar 💕

𝘾𝙪𝙡𝙥𝙖 𝙖 𝙡𝙖 𝙣𝙤𝙘𝙝𝙚 - Leo Messi y Memo Ochoa Donde viven las historias. Descúbrelo ahora