Capítulo 3

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Lionel

La reunión entre mexicanos y argentinos estaba en su máximo apogeo, algunos conviviendo en la piscina y otros conversando en la barra. Todo fue idea de los de México, pensaron que era buena idea convivir juntos un rato ya que pronto tendrían que disputarse un partido, a parte de que igualmente se estaban hospedando en el mismo hotel y ¿por qué no?

La noche estaba cálida, la piscina era grande y espaciosa que podrían caber decenas de personas o incluso centenas, bastante apretadas. Aunque el agua estaba fresca y deliciosa Leo sale a tomar un poco de aire sentándose en la acera de la piscina. Su amigo Emiliano se percata de esto y se sienta al lado de él.

—¿Todo bien, Leo? ¿La estás pasando bien? —Le pregunta mientras entrelaza su brazo derecho en el cuello del delantero. A veces tenía el ligero pensamiento de que el portero tenía una intención que iba más allá de la amistad.

—Sí, sí...todo anda bien.

—Vos sabés que podés contar conmigo para lo que sea —Su amigo se acerca un poco más y sus caras están a centímetros, para Leo esto fue un poco incómodo, se aparta con delicadeza pero Emi parece percibir el rechazo ya que quita el brazo. Leo solo lo ve como un amigo, nada más eso.

—Yo sé, gracias, Dibu —dice con amabilidad y le da unas palmaditas en el hombro desnudo para alivianar la tensión.

De un momento a otro, un ligero aroma delicioso invade las fosas nasales de Leo, volteó a todas partes en busca de la fuente pero no encontró a nadie que oliera así, los demás olían a alcohol, canela, vainilla y cosas así, este olor era un poco singular, floral. Lo supo en un instante, se trataba de un omega. El olor se fue incrementando con el tiempo, ahora pudo percibir con detenimiento de que se trataba: lavanda. Sea quién sea que oliera así debía conocerlo.

—¡Cabrón, ya llegaste! —Grita el apodado "Chucky" a la entrada, el delantero argentino se gira y no puede creer lo que sus ojos presencian.

El mundo se vino abajo y a arriba al mismo tiempo, pudo ver la fuente de aquel deleitoso aroma, el portador de este era aún más exquisito. Guillermo Ochoa, el portero de la selección de México, de complexión atlética, belleza apolínea y un hermoso cabello rizado que parecía de terciopelo. Ya lo había visto antes en redes sociales, le parecía lindo pero ahora que lo ve en persona es mucho más que eso. El omega que todo alfa moriría por llevarse un rato a la cama.

Un pequeño click, una pequeña chispa brotó de su interior y luchó en vano para saber por qué, de un momento a otro su interior se convirtió en fuego. Su mente voló pero volvió al suelo cuando su moral interna le dió una cachetada, lo recordó, ¿Qué estaba haciendo? Él era el novio de uno de sus mejores amigos.

Se sintió el peor de los peores, ¿cómo podía hacer eso? ¿cómo podría estar fantaseando con él? Estaba completamente prohibido para él por más atractivo que estuviera.

—Lo último que me faltaba para terminar de ser un hijo de puta —pensó.

Le han abierto las puertas del paraíso y en ese mismo momento se las han cerrado en su cara.

De todas formas, se levantó y saludó por cortesía, le dió una sonrisa y le estrechó en la mano. Olvidándose por completo que estaba mojado.

—Dale, un gusto conocerte Guillermo. —Su mano húmeda se estrecha con la suya, aquel simple tacto le hace estremecer.

—Igualmente, Leo —Le sonríe, tiene una hermosa sonrisa pintada en óleo.

—¿Vos sos el novio de Ney? —Pregunta, ya sabe la respuesta pero lo hace más bien para afirmar. Él se ruboriza un poco, se veía tan bien así.

—Sí, así es —Respondió con seguridad, él lo miró a los ojos, quedó fascinado con aquellas cuencas de color madera.

—Te agradezco...por hacerlo feliz — le dice, recordándose a sí mismo quién es el que hace feliz a su amigo. El arquero se sorprende un poco con aquella confesión.

—Bueno, Memo —Interrumpe su amigo Andrés —ponte cómodo que esto se está poniendo bueno.

Sus amigos se lo llevan, Leo tuvo el impulso de ir detrás de él pero eso sería imprudente. Estaba desconcertado, ¿Qué le pasaba? Él no era así, él jamás haría algo para lastimar a Ney, él era su amigo, su hermano, su confidente.

A medida de que la noche se hacía más espesa, la reunión se fue volviendo más sólida. Aunque Leo estaba en lo suyo, no podía evitar mirar de vez en cuando hacia el extremo de la piscina en donde estaba el mexicano con sus amigos y algunos más de sus compañeros de equipo: Julián, Enzo, Montiel, Molina y Dybala. Tenía que admitir, que tuvo un pequeño infarto cuando este se quitó la camisa y dió a enseñar su cuerpo bien trabajado. Todas las miradas de su equipo se fueron hacia el arquero. Claro, era el único omega del otro bando en el lugar, era como un ciervo en un nido de lobos, aunque bueno, no tenía cara de ser un ciervo, mucho menos de ser sumiso.

—Oye, pues ese portero Ochoa no está nada mal —comenta Kun en la barra —Está como quiere el pibe.

—Viéndolo bien, yo si le ando metiendo no solo goles, eh. —Secunda Lautaro y todos sus amigos explotan a carcajadas.

Así eran sus compañeros de indecorosos, ya estaba acostumbrado. Pero por algún motivo le estaban irritando estos comentarios hacia Guillermo, se hartó y se levantó en dirección hacia la piscina.

—¡Ey! ¿A donde vas? —Pregunta Kun.

—A refrescarme —Dijo mientras le daba un último trago a su bebida, ya había tomado un poco de más.

Se dirigió hacia la pequeña reunión en la piscina que formaban sus amigos de Argentina y los mexicanos, tratando de ignorar la presencia de aquella belleza que se encontraba en una esquina del círculo.

𝘾𝙪𝙡𝙥𝙖 𝙖 𝙡𝙖 𝙣𝙤𝙘𝙝𝙚 - Leo Messi y Memo Ochoa Donde viven las historias. Descúbrelo ahora