Capítulo 15

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-¡Brandon! -volvió a vociferar su nombre, pero esta vez con los ojos cristalizados-. ¡Te conté muchas cosas sobre mí! ¡Te dije lo mal que me sentí cuando murió mi abuela! ¡Te conté que mi verdadero padre me abandonó e incluso me acompañaste a la tumba de mi abuela! ¡Conoces muchas cosas sobre mí, Brandon!

Brandon sentía que estaba estático, quería voltear y responderle, pero lo único que pudo hacer fue apretar sus puños y sentir sus orejas rojas; mientras que la voz de la pelinegra se le empezó a entrecortar y cada vez se le hacía más difícil respirar con normalidad.

Entre tanto conflicto interno con ella misma, derramó las primeras lágrimas y prosiguió con sus palabras, sin embargo, esta vez con un tono de voz más grave y pausado:

-Brandon... no te conozco en realidad, no sé qué te molesta, no sé sobre tu familia, no sé tus miedos, ni mucho menos tus sufrimientos... quiero entenderte y conocerte mejor, pero... cada vez que me acerco... te alejas y huyes; la verdadera amistad... no funciona así.

Brandon intentó decir algo por segunda vez, pero no lo logró; sintió que un gran nudo se le formaba en la garganta cada vez que quería hablar y no pudo evitar derramar algunas lágrimas por aquellas palabras de la pelinegra.

«Lo... siento mucho Azul, yo...», pensó Brandon, entre lágrimas.

Ambos se silenciaron por unos segundos; Brandon se secó la lagrimas, inhaló profundo y finalmente habló:

-Azul... lo mejor sería que... nuestra amistad... llegue a su fin.

Azul sintió como si una piedra hubiera golpeado su corazón al escuchar aquellas palabras, su corazón empezó a latir muy fuerte; con la voz entrecortada y las manos sudorosas le preguntó:

-¿Por... qué?

-La amistad se basa en tener confianza, yo no sirvo como amigo y la verdad es que... no confío en nadie, ni mucho menos... en ti -respondió cabizbajo, mintiéndole.

-Adiós, Azul -agregó Brandon y se fue sin mirar atrás.

Azul sintió que su estómago se revolvía ferozmente al ver cómo se marchaba sin voltear a verla, sin embargo, la decepción y la frustración que sentía era inexplicable; quiso dar algún paso para detenerlo, pero no consiguió hacer que su cuerpo reaccionara y se quedó ahí, con los ojos llenos de lágrimas hasta ver como el castaño se alejaba cada vez más.

[...]

Mientras tanto...

Nic se encontraba acostado en su habitación, en eso, el sonido de un vidrio roto hizo que se levantara de un sobresalto; se apresuró a la sala, pero cuando llegó, se le puso la piel de gallina al ver a su madre en el suelo, además de trozos de un vaso esparcidos junto a ella.

-¡Mamá, despierta; mamá! -le decía Nic con pavor, mientras movía sus hombros lentamente para ver si reaccionaba.

Al ver que su madre no reaccionaba, corrió a su cuarto, agarró su celular y llamó a emergencias.

-Resiste mamá, por favor -le dijo a su madre, en sus brazos.

[...]

Al llegar al hospital, los enfermeros la llevan a una de las habitaciones de emergencia, a lo que Nic quería entrar con ella, sin embargo, un doctor lo detuvo y le pidió que esperara afuera.

Pasaron dos horas desde que su madre entró en aquella habitación blanca; el miedo de perder a su madre le aterraba a Nic, muchos pensamientos destructivos invadieron su mente en ese momento, no quería quedarse solo en este mundo tan gris.

Después de esperar unos minutos más, el doctor sale de la habitación de su madre junto a dos enfermeras, lo cual, una de ellas llevaba un pequeño frasco con sangre y la otra llevaba unos documentos con los datos personales de ella.

-¿Cómo... se encuentra mi madre, doctor? -preguntó Nic, con las manos temblorosas.

-Por el momento está estable, pero va a tener que quedarse un par de días para examinarla con precisión; ya está consciente así que puedes entrar, pero trata de no alterar sus emociones -respondió el doctor con una expresión neutra y luego se marchó.

Nic suspiró aliviado; tomó una bocanada de aire y con las manos sudorosas, giró la manija.

La madre de Nic se encontraba despierta, recostada en la camilla; cuando Nic se fue acercando, se sentó junto a su madre, a lo que ella le regaló una pequeña sonrisa de lado.

-¿Cómo te... sientes... mamá? -preguntó él, preocupado.

La madre de Nic lo tomó de las manos con ternura y le dijo sonriendo:

-Muy bien hijo... sólo fue un pequeño desmayo.

Nic quiso llorar al sentir el tacto de su madre; sus manos estaban frías y su piel estaba pálida, ella era una señora delgada y el color de su piel no era ni tan clara ni tan oscura, sin embargo, Nic no se había dado cuenta hasta hoy que su madre había bajado mucho de peso.

La madre de Nic notó que su hijo sentía ganas de llorar, así que le dijo con una sonrisa y una mano en el estómago:

-Hijo... tengo hambre.

Nic salió de sus pensamientos y soltó un suspiro nostálgico.

-Bien... le preguntaré al doctor qué es lo que puedes comer -dijo él.

Cuando se levantó, su madre lo detuvo y le dijo sobándose el estómago:

-Hijo... quiero comer pollo rostizado, esos que vendían cerca de la estación de policía donde trabajaba tu padre, extraño la comida de ahí.

Los ojos de Nic se cristalizaron al escuchar a su madre, en eso recordó el décimo aniversario de sus padres:

El padre de Nic había pedido permiso en la estación de policía para salir más temprano de su trabajo porque les había prometido que cuando él saliera de su trabajo, iban a salir a pasear por la ciudad y después comerían en el mejor restaurante de ahí.

Ya eran las once y media de la noche y el señor aún no llegaba; al pasar los diez minutos, su padre llegó todo sudado, era como si hubiera corrido para llegar.

Cuando el señor les explica la razón de su tardanza, Nic y su madre ya estaban desanimados porque todo ya estaba cerrado, en eso, el padre de Nic tuvo una idea y les dijo que subieran al auto porque no se iban a quedar sin celebrar; el padre de Nic condujo diez minutos, hasta que se detuvo en un restaurante de comida rápida, sin embargo ya estaba por cerrar.

Nic y su madre se entristecieron porque era el único lugar que aun se encontraba abierto; el padre de Nic se bajó a toda prisa antes que terminaran de cerrar el lugar y estuvo conversando con el dueño más de cinco minutos, cuando por fin terminaron de conversar, el padre de Nic les hizo gestos con sus manos para que bajaran del auto y así fue que disfrutaron de algo sencillo pero significativo gesto del padre de Nic.

[...]

Ángel al CieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora