I- Aventura

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La sociedad perdona a menudo al criminal, pero nunca al soñador

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La sociedad perdona a menudo al criminal, pero nunca al soñador. —Oscar Wilde

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   —Santa mierda —refunfuñé—. Gracias vida, ¿crees que soy tu mejor medio de entretenimiento o aún falta acción en mi vida? —Suspiré mientras apretaba los labios para no parecer una loca maniaca de tanto hablar sola.

   Miré mis manos con un poco de esperanza. Un papel blanco con el nombre de una aerolínea descansaba en ellas. Este boleto era mi único pase de salida. Si bien, huir no es la solución, prefería estar huyendo mientras veía la lluvia desde una cafetería en Londres, sintiendo el aroma a café y escuchando a extranjeros hablar sin entenderlos, a estar aquí haciendo las cosas en contra de mi voluntad. Aunque cabe recalcar que el inglés no es mi fuerte.

   Me encontraba sentada en una de las sillas que quedaban frente al televisor que anunciaba los vuelos, moviendo mi pie constantemente por el desespero que sentía. Inevitablemente mi cuerpo tenía miles de emociones encontradas, añadiendo el estrés que me causaba la aglomeración de personas que alardeaban de un lado para otro, las ruedas de algunas maletas y los olores asfixiantes. Posiblemente se pregunten: ¿cómo es que estoy en un aeropuerto? Resumamos una larga historia en cuatro palabras: discutí con mi madre. Ella no está a favor de mi "profesión", o bueno, de lo que tengo en mente estudiar en la universidad: periodismo. Era un gran sueño que tenía desde niña y que ahora, que tenía la edad suficiente, deseaba y esperaba poder cumplir, en honor a la promesa que algún día le hice a alguien que ya no está en mi vida, un amigo que está en coma.

   El primer lugar que pasó por mi mente fue Londres gracias a una de mis películas de Marvel favoritas, Doctor Strange. Sonaba algo tonto, pero cualquier lugar era una salvación para no estar aquí un minuto más. Solo había una duda que agobiaba mi cabeza: ¿cómo diablos voy a sobrevivir? De milagro creía que iba a poder vivir sola sin morir en el proceso y, más aún, teniendo en cuenta mi inglés básico y lo desconfiada que podría llegar a ser si algo no me parecía conveniente. Siempre terminaba frustrada y llorando de mal humor mientras abrazaba a mi mejor amiga, Leah, o a mi hermano menor.

   Moví mi cabeza de un lado a otro, tratando de olvidar los malos recuerdos cuando una voz que se escuchó en todo el lugar me asustó.

   —Pasajeros del vuelo 505, por favor suban a bordo —anunció una voz casi mecánica a través de los parlantes del aeropuerto.

   Volví a mirar el boleto entre mis manos, esperando que no desapareciera en un parpadeo y que fuese el vuelo correcto. Sonreí, sintiendo una calma cálida posarse en mi pecho, me sentí libre. Y por fin pude decir adiós; adiós madre, adiós hogar y adiós vida.

Serendipia (William James Moriarty)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora