3- Libertad

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No hay nada bueno ni malo, sino el pensamiento lo hace así...

─ Shakespeare.

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Las empleadas de la aerolínea esperaban atentamente la bajada de dos personajes, Andrew y Juliet. Pero ellos nunca llegaron. Más bien, se encontraban realmente perdidos en otro mundo, algo ajeno a ellos. Un Londres que se encontraba a finales del siglo XIX y a inicios del siglo XX.

Todo había cambiado, las casas tenían un aspecto bastante colonial y elegante. Las personas vestían con trajes y vestidos de seda, o bueno, los aristócratas. Los plebeyos tenían ropa en algunos casos descuidada, todo por culpa de las clases sociales. Todo en esa entonces era una realidad diferente.

Blitz Enders, cazador humano y un aficionado, presencio la magnífica escena donde Juliet aparecía, tal y como si fuera una princesa de un cuento cliché. Poco a poco, fue saliendo de su trance y opto por cargarla entre sus brazos, como si fuera una admirable obra de arte hecha por Vicent van Gogh. Como si hubiera sido uno de sus mayores sueños, ella cayó suavemente entre sus brazos y el logro admirar la belleza que tenía ante él. No permitiría que nadie tocara a su querida paloma mensajera.

Seguía con su absurdo pensamiento de ser uno de los elegidos de Dios, un ser divino solo por pertenecer a la aristocracia. Por lo tanto, pensaba que la chica entre sus brazos, era un mensaje divino. Su mente retorcida estaba romantizando uno de los momentos más sorprendentes de toda Gran Bretaña. Convirtiéndolo en un amor toxico o "Amor a primera vista", como él lo interpretaría.

Toda la prensa estaría atenta a cada movimiento que esa inusual chica hiciera. Pero no pensaba permitirlo. A paso lento, decidió acercarse al carruaje de su familia, para recargar a la damisela contra el ventanal delicadamente. Con la parte superior de su traje se encargó de cubrir las piernas de la forastera. Cubriendo por completo el pantalón que ella tenía, considerándolo algo desaliñado para una bella dama. Pero luego se encargaría de eso.

─ ¡Muévete, escoria!

Su lengua era muy afilada, al igual que sus armas. Era una completa amenaza, escondida entre las sombras.

Pasaron dos días y al final la chica despertó. Se encontraba desubicada y buscaba algo a su alrededor, al darse cuenta, una sirvienta se acercó a ella y le dijo.

─ Señorita. ─ Llamo a la chica. ─ Mi señor desea verla.

Juliet, no había entendido absolutamente nada. No entendía ingles americano, mucho menos iba a entender el inglés británico. Solo tenía el conocimiento básico que entre ambos tipos de inglés, había algunas similitudes, pero también había diferencias, como la entonación y pronunciación de algunas palabras. Aquí y ahora, es cuando se necesitaba un buen traductor, fiable y claro.

La sirvienta, por otra parte, no sabía cómo interpretar los gestos que la invitada del conde hacía. Movía las manos de manera frenética y movía los labios, como si quisiera hablar y no pudiera.

─ Hola...─ Respondió la extranjera con un tono nervioso. ─ Me llamo Juliet, soy de otro país, no se hablar inglés...agh, en mi mente sonaba mejor...

Ahí, la empleada entendió. Tendría que hablar con su jefe para que consiguiera un traductor de lenguas extranjeras, si de verdad tenía interés en la pobre chica.

Y así lo hizo, salió lo más rápido posible de la habitación para hablar con su señor o eso se esperaba, solo si la verdadera sirvienta no se encontrara en el quinto sueño gracias a los somníferos que le habían dado con anterioridad. Aquella sirvienta no era nadie más que el conocido señor del disfraz dentro de la organización contra la aristocracia.

─ Moran, ¿estás seguro que es ella? ─ Pregunto Fred, disfrazado de mucama.

─ Fred, tú mismo hablaste con ella. ─ Respondió el coronel de manera obvia. ─ No es de aquí.

Ni bien, apenas Fred salió de la habitación disfrazado, Moran aprovecho para acercarse y darle indicaciones.

─ Tenemos que salvarla...

─ Ese hombre está dispuesto a hacer cualquier cosa descabellada con el fin de llamar la atención de esa chica.

Ya se sabía públicamente la existencia de una chica que había aparecido de la nada en pleno centro de la ciudad, aunque el conde intento ocultar la información por todos los medios posibles. Los periodistas eran tan intensos que la seguridad tuvo que aumentar drásticamente, pero nada que no pueda ser burlado por el amo del crimen.

─ Ese chico está realmente desesperado por encontrarla. ─ Comento el francotirador,  Moran. ─ Eso es amar mucho a una persona...

Fred solo guardo silencio e hizo un asentimiento con la cabeza.

─ William ha dicho que recomiendes a Louis como traductor.

Por segunda vez, Fred tampoco hablo. Ya sabía todo el plan, pero aun así le parecía algo misteriosa la aparición de esa chica, tal vez en un futuro fuera una piedra en el camino. Y tenía perfectamente claro que a Louis no le dolería matar a alguien a quien considerase obstáculo en el plan del amo del crimen.

Tal vez, Fred tenía miedo de que se derramara sangre inocente.

─ Bien.

Pero, sabía a la perfeccion cuál era su deber. Ayudar y defender a James Moriarty, el amo del crimen, trataria de que todo siguiera igual a lo planeado. Se dirigio a paso lento por los pasillos hasta encontrarse con el dueño de la mansion. Un hombre vil y cruel que acababa de caer en las redes del magnífico y eficaz amo del crimen.

De vuelta en la habitación, se encontraba la chica tal y como la habían dejado. Sentada sobre la cama, con una cara de sorpresa y miedo, pensando lo peor. Poco a poco, salía de su trance y analizaba todo a su alrededor, no quería quedar como una completa paranoica, pero no se sabía en la actualidad que podía pasar, para ella, todo era un juego de azar.

Cuando por fin salió de sus pensamientos, busco a dos cosas en la habitación; una salida y el libro. Sabía perfectamente que su hermano seguiría con vida y se las apañaría para sobrevivir, en cambio ella tenía que utilizar la cabeza y la fuerza que tenía. Lo sabía, algo en su pecho le decía que ese lugar no era conveniente y que debía huir.

Viéndole el lado positivo a todo, tal vez tanto programa de televisión le serviría para huir. Así que se dedicó a buscar, en total silencio algo que le ayudara a huir, una loca idea llego a pasar por su cabeza. La idea cliché de las sabanas formando una cuerda, la ventana con balcón y un final feliz.

Busco en la habitación, pero para su mala suerte y aunque la persona que viviera en esa mansión fuese un millonario, solo había un máximo de dos sabanas, la ventana que tenía balcón, tenia candado y no había más escapatoria. Ahora, se sentía como un pájaro enjaulado, no podia huir, no ahora.

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¡Capitulo editado!



Serendipia (William James Moriarty)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora