VII - Defensa del Fuerte Skagos, lucha por la victoria y la supervivencia - II

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Un grito de dolor salió de los labios del hombre cuando cayo al suelo de forma estrepitosa al sentir como el acero cortaba con facilidad su espalda y se clavaba en ella, el hombre empezó a arrastrarse con temor en sus ojos, se arrastro entre los cuerpos de sus compañeros y conocidos muertos con las armas en ellos y se arrastro en la sangre que pintaba la nieve de un rojo fuerte con toda la prontitud que le daban sus cansadas extremidades en busca de salvación. 

Fue allí entre las suplicas y lamentos, entre los llantos y gritos cuando lo escucho, escucho unos pasos que se acercaban a el, esos pesados pasos que estaban tan cerca suyo fue cuando el terror lo inundo mientras procuraba acelerara su escape, todo para que un pesado pie le aplastara la espalda baja y lo dejaba inmóvil mientras seguía arañando el suelo con sus manos en busca de salvación. Sintió como el arma clavada en su espalda era arrancada sin cuidado y lo obligaba a dejar salir un grito lastimero, el dolor era tal que estaba empezando a confundirlo y debilitarlo, su visión se nublaba y el sueño estaba por reclamarlo. 

Fue puesto boca arriba con una patada para mirar al cielo oscuro y estrellado, pero lo que vio fue a un monstruo, un niño monstruo, un joven ataviado en una armadura manchada en sangre de sus allegados, con una hacha igualmente manchada en sangre con la cual le vio segar la vida de decenas y la misma que un momento antes lo derribo. 

- Pi-pi-pied - Estaba tratando de decir en la lengua común pero fue interrumpido. 

El hacha fue clavada sin ceremonia y sin mucha importancia de forma brusca en la cabeza del hombre partiéndole el cráneo y sacándolo de su sufrimiento de forma rápida. 



Cregan soltó un suspiro cansado mientras pisaba al Skagosi muerto a sus pies al tiempo que con su mano izquierda se sacaba el yelmo de su cabeza y reclamaba su hacha con la derecha una vez más, ahora bañada en más sangre y cerebro que antes solo pudo mirar el acero con el cual había segado tantas vidas ahora y lo curioso, es que no le daba importancia al numero, de hecho, esperaba que ese numero aumentara en lo posible, pero ese era un pensamiento para un tiempo después. 

El joven Stark se coloco de cuclillas dejando su yelmo a su lado mientras agarraba una parte de las pieles del Skagosi que recién mato para limpiar en lo posible su arma al tiempo que contemplaba la vista frente suyo al tiempo que escuchaba pasos y conversaciones a su alrededor. 

Un campo de batalla sin duda alguna, aunque la batalla en si podría considerarse pequeña en el gran esquema de las cosas, sus resultados hablaban por ella, cuerpos esparramados en varias direcciones y posiciones, armas tiradas por doquier u ensartadas en cuerpos, lamentos y gritos de sufrimiento se escuchaban a lo lejos para después ser silenciadas de un momento a otro poco a poco para que el silencio tomara lugar. 

Vio a su derecha como Mors Umber, el gran hombre cubierto en sangre hablaba con sus hombres mientras se apoyaba en su gran hacha manchada en sangre, el hombre había sido una fuerza a tener en cuenta durante la lucha, uno solo de sus devastadores golpes podía con varios hombres a la ves, se preguntaba como hubiera sido en su mejor momento. 

Por otro lado estaban Lady Maege Mormont junto a Medger Cerwyn también manchados en sangre quienes se recuperaban de la reciente batalla junto a sus hombres, Maege Mormont era sin duda una osa cuando blandía su maza y literalmente aplastaba los cráneos, lo mismo podría decirse de Medger Cerwyn quien con su hacha habría cortado la cabeza de un buen numero de salvajes Skagosi. 

Dejando de centrarse en ellos llevo su mirada a los hombres que lucharon a su lado en esta batalla y no pudo evitar que una sonrisa apareciera en sus labios, aunque la felicidad no llego a sus ojos. 

Una Historia en Westeros - Cregan de la Casa Stark, el Lobo NegroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora